IX Del primer Bloque:

0 0 0
                                    

-Liwyatan.

¿Qué se siente ser la tercera princesa? Horrible para alguien tan orgullosa como Ela Alfson, única princesa del reino vasallo Liwyatan, hace cinco generaciones cayeron ante Jormunand, obligados a pagar inaceptables impuestos a los feudales extranjeros, es más, Liwyatan es feudo actualmente. Se halla al extremo del continente, muy cerca de las playas Strand y penínsulas tropicales.

-¿Han oído eso? -Su doncella platicó con las otras mujeres mientras hacían el baño de la princesa-. Se habla de una rebelión en la frontera, que extraño.

-Nada extraño -dijo Ela, las doncellas la saludaron e inclinaron sus cabezas-, los Strond, sus soldados, fueron expulsados. No es extraño que fieles quieran venganza -admiró el valor de los Strond, los Alfson suplicaran piedad cuando llegue su turno, casi puede ver la escena penosa y humillante; su padre arrodillado e implorando, sus cobardes hermanos igual y su madre desaparecida como una rata.

Esto es lo diferente de Liwyatan, si se habla mal de los Vaughan, ¡es normal, ni su regente[1] los aprecia aquí! Ela se hundió en el agua cálida, no tan caliente por el clima natural de Liwyatan.

El viejo rey de Liwyatan murió antes de su nacimiento, debía ser turno de su padre suceder el trono cuando los conquistadores pusieron a su regente al mando, otro extranjero pretencioso a su parecer. Debía ser la princesa del reino, los nobles pelean entre ellos para ganar el derecho a la mano de una princesa, ¿tiene eso? Su familia peleó para meterla en la consideración de la reina, al poco tiempo se comprometió con el príncipe Dietrich. La princesa Rhoslyn no la ve a los ojos, igual su prometido. Y la denominada «pequeña buscona» Sigourney la detesta. ¿Qué hizo para merecerlo?, mucho, no lo niega.

Alguien golpeó la puerta del cuarto de baño, quien entró fue el admirable, solo de vista, Lord Atwood de Jormunand, ahora de Liwyatan. A él no le importó la desnudez femenina, simplemente se abrió camino.

-Tu amor va a la frontera -Lord Atwood se sentó al filo de la bañera, extendió sus manos y le dio un masaje; esas manos son demasiado delicadas para un hombre, su rostro es femenino, pero lleva bolas entre las piernas, eso Ela lo pudo comprobar cuando lo complació con la boca hace un par de años, de verdad quería ser la princesa heredera en ese momento.

-Pues rezaré -contestó sin cambio alguno-. Que no se tope con algún buen espadachin, nunca aprendió a usar correctamente una espada -O eso se comenta por el reino, en Jurmunand podrían cortarle la lengua a quien dijese eso, en Liwyatan los chismes son bien recibidos, más si se trata de los Vaughan.

-¡Hum! -pegó un sobresalto-. ¿Y tú lo crees?, ¿qué es un príncipe inútil e inservible como lo fue su padre? Si no se parecieran, dudaría de esa paternidad. Te contaré una cosa, cuando dirigí un ataque contra los basculeros, vi en el campo a un niño con su espada de madera abrirle el pecho a un gigantesco pirata, de un solo movimiento. Desde ese día, en Strand se conoció a un "príncipe león", sed de sangre y fiereza.

-Un León que me desprecia -habló agria, Dietrich no es un buen camino para ella y el amor no la ciega tanto como para arriesgarse-. De seguro pensaba en mi rostro cuando mató a esos piratas.

La revuelta de los basculeros, no tuvo basculeros en realidad, fue en los puertos y lo comenzaron las protestas de los mercaderes a los estafadores basculeros. Pero el desastre se desató con la llegada de barcos indeseables, unos inmundos piratas de las islas desconocidas, la tierra le puede pertenecer a las familias feudales, pero el mar no tiene dueño, lo más cercano a eso son los piratas; con ojos rasgados y caras cuadradas, además de su tono amarillento. Alguien le dijo una vez a Ela que las mujeres de los piratas son, a diferencia de ellos, delicadas como flores, hermosas y eruditas. Nunca creyó eso, ¿quién cría a un salvaje?, otro salvaje.

Los Segundos Señores -Primer Bloque Donde viven las historias. Descúbrelo ahora