XI Del primer Bloque:

0 0 0
                                    

La voz corrió por las calles, de boca en boca viajó a través de las provincias y condados, hasta cruzó el mar llegando a las Islas mestizas. ¿Quién no lo ha oído?, que escuchén hasta los santos paganos, oigan: "El rey Aduuard Vaughan ha muerto". Es un milagro para los carroñeros.

-Y así como si nada, cambiamos de rey.

-Mala yerba, las aguas son turbulentas, podrían colgarte si chimorreas ahora.

La panadera, mala Yerba, por primera vez en su vida calló su boca fetida y encaminó sus pasos fuera de la capital, junto a sus hijos recogidos se fue lejos como todo aquel con cerebro. Nadie quiere quedarse ya, como una magíster en habladurías, ya supo las palabras venenosas.

-Entonces es cierto -Le dijo un guardia local, quien no conozca a mala Yerba no vive en la capital, si la bocona se va es por algo, malo de seguro-. Sabes, el príncipe regresará en cualquier momento. Con su fama de tirano, castigará de seguro a los traidores.

Mala yerba vigiló a sus hijos, los niños casi caen de la carreta por sus acciones, como la boca de su madre, rebeldes.

Hace apenas unas horas le llegó una información valiosa, fue su prima quien le pidió de favor a un mensajero que después de dar su recado a la capital fuera a advertir a su prima, no es difícil hallarla, solo di su nombre y todos harán mala cara mientras apuntan al mercado. La instrucción es simple, huir de la capital, el príncipe se atrincheró en la frontera totalmente rodeado por piratas y rebeldes Strand. Es una situación sin escapatoria.

La familia salió, con su mula para soportarlos a todos, la mula es terca y se detuvo apenas se sintió abusada. Animal inteligente, se paró justo frente a la residencia del Marqués Welden. Mala yerba cargó las pertenencias a mano y se fue caminando abandonando la mula y varios objetos, solo pudo pensar en alejarse de la mirada dura de los soldados custodiando la residencia.

-Entonces es cierto, el Marqués apoya al segundo príncipe - Esos soldados no son de milicia local o real.

Dentro de la residencia del Marqués, el viejo liberó sus fuerzas ocultas: soldados criados en su casa y educados con sus reglas; tesoros que escondió bajo tierra cuando sus bienes fueron embargados al ser exiliado, así pagó las espadas de mercenarios dispuestos a dar su vida por joyas y monedas de oro.

El viejo mandó a su nieto a comprar un barco, confía tanto en su nieto que no dudó al darle parte de sus soldados y un gran cofre lleno de plata apenas regresó a su residencia.

-Su señoría -saludó un soldado, no conocen nada más que «su señoría[1]», ninguno le dio honor al príncipe presente-, ha llegado un mensajero.

Gawian fue oculto en la residencia custodiada, ahí lloró sobre los brazos débiles de su amigo, el viejo cascarrabias no se inmutó ante tal tragedia. El mensajero pasó a la sala, lanzas lo apuntaron de todas las direcciones mostrando su hostilidad.

-El Duque Allard Vangr pide cortésmente el regreso del príncipe infante -habló el mensajero, acentuó la última palabra. El rostro del mensajero le pareció conocido al Marqués, el príncipe no prestó atención así que no señaló al caballero Brent.

El Marqués sonrió de lado, con la cabeza le ordenó a sus soldados echar al mensajero, como costumbre los soldados golpearon un poco, así se transmite qué tan bien se recibió el mensaje.

Los Segundos Señores -Primer Bloque Donde viven las historias. Descúbrelo ahora