Prólogo

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Créditos de la imagen al autor/a


Nueva York, varios años atrás.

-Son demasiados, pero creo que podremos con ellos. Robert, vigila a los niños. Yo me encargo de esto- dijo decidida Maryse Lightwood, blandiendo su espada para atacar a los demonios.

Robert asintió y se fue de allí con sus hijos pequeños para ponerles a salvo.

-No os mováis de aquí, ahora volvemos- puso una mirada paternal a Alec e Isabelle, que pese a su corta edad, ya eran conscientes de cómo sería su vida.

Ambos afirmaron con la cabeza y vieron alejarse a su padre para ayudar a sus compañeros. La pequeña Izzy desenrolló el látigo que tenía de brazalete y fue a la parte trasera de donde se encontraban los adultos, en búsqueda de nuevos demonios para demostrar su valía. Se sentía capaz de hacerlo, todos los días entrenaban y era el momento de practicar lo que había aprendido en el Instituto. Alec intentó detenerla, era una locura lo que su hermana tenía pensado hacer, pero la convicción de la diminuta guerrera provocó que él quedara atrás. Vigilando que nadie atacara a su familia desde el escondite, el niño moreno escuchó un gran estruendo detrás de él. Un demonio raum había hecho su aparición sin que se diese cuenta. Sacó su arco del carcaj y colocó una flecha, apuntando al pecho de aquel ser. Pero no fue lo suficiente rápido, por lo que el demonio le lanzó un ataque. Alec gritó asustado y se tapó la cara con las manos, pero en vez de notar un golpe, escuchó un alarido. Miró despacio lo que acababa de ocurrir, el demonio se hallaba muerto en el suelo. A su lado, un chico moreno, bastante peculiar, le observaba con una sonrisa.

-¿Estás bien, pequeño?- preguntó revolviéndole el pelo. Alec le miró sorprendido. No eran sus ojos de gato como marca de brujo, ni su ropa brillante, ni siquiera que fuera la primera vez que veía a un hombre maquillado. Había algo en aquel chico que llamó su atención, pero no era capaz de saber qué.

-Sí, gra- gracias por ayudarme. Soy Alec Lightwood, encantado- sonrió y el brujo vio un brillo especial en sus ojos.

-Mi nombre es Magnus Bane, aunque puedes llamarme el Gran Brujo de Brooklyn- guiñó un ojo al niño, provocando que se sonrojara. –Pequeño Lightwood, no le digas a nadie que he estado aquí. Si preguntan, tú acabaste con él, eso te dará puntos con tu familia. Ahora tengo que irme, me alegro de haberte conocido, eres un encanto. Cuídate- se fue de allí atravesando un portal que creó con su propia magia.

Alec no dijo nada, solo observó la escena en silencio. Él solo tenía 11 años y aquel chico... ¿el doble?, ¿puede que el triple? Al saber, aunque estaba seguro de que si alguna vez se enamorara, sería de alguien tan espectacular como él.

El amor verdadero nunca muere (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora