Epílogo

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La primera vez que vio a James, sentía que estaba muriendo.

Aquel jueves despejó su agenda, como lo venía haciendo desde que llegó a New York, y se dirigió al Árcade que descubrió años atrás junto a Loki, mientras cumplían una de sus muchas misiones para Eko Escorpio.

Siguieron a su objetivo a aquel sitio, le sacaron la información que necesitaban y se marcharon, aun así, el sitio quedo grabado en la memoria de Zemo y años, muchos años después, volvió allí, para ser masoquista y sufrir en carne viva, la soledad que le perseguía desde la muerte de sus seres amados.

Cada jueves, fijo, iba allí, recordando cuanto amaba Carl jugar al Just Dance, se sentaba a ver a las familias con sus hijos disfrutar, envidiándolos y añorando a su familia. Lloraba en silencio, sin lágrimas que lo delataran, solo tomaba el control cuando venía su turno y jugaba, fingiendo que el niño a su lado era Carl, fingiendo que estaban en su hogar, en Sokovia y que era un jueves mas, donde ambos iban a pasar un tiempo padre e hijo.

Pero la realidad era tan cruel y distinta.

Aquel jueves era tan torturante como los demás y solo miró a la gente ser feliz mientras el moría de tristeza, y soledad. Fue entonces cuando lo vio, entrando con paso dudoso, vestido con ropas negras y una chaqueta de cuero, su cabello corto castaño muy oscuro, casi negro y unos brillantes ojos azules que le recordaron al cielo. Zemo se consideraba heterosexual, pero vio a aquel chico y comprendió porque Loki era bisexual, algunos hombres valían la pena la desviación.

El desconocido parecía buscar a alguien y miraba constantemente su reloj, el Barón supuso que esperaba a alguien, quizás una cita. Por lo cual perdió interés rápidamente en el más alto y volvió a mirar hacia el Just Dance, recordando su miseria. Y entonces, justo cuando llegó su turno y comenzó a bailar, justo cuando pensaba perderse en sus recuerdos, imaginando a Carl y a Helena a su lado, lo sintió.

Una penetrante mirada fija en su nuca y se tensó, pensando en todos sus años de entrenamientos y servicios, pensando en los miles de enemigos que poseía y en que quizás Oeznik tenía razón y ya debía contratar guardaespaldas.

En uno de los movimientos del baile, miró disimuladamente tras de sí, escaneando rápidamente la sala y encontrando al causante de sus alarmas. Era aquel atractivo castaño de ojos azules, se encontraba solo, apoyado en una pared apartada, de brazos cruzados y con expresión neutra, mirándolo fijamente. Zemo se intrigó, preguntándose si era algún matón, tenía la cara, que habían enviado alguno de sus enemigos o quizás había despertado la atención del más alto.

Continuó jugando y la sensación no desapareció, ni siquiera cuando comenzó a marcharse, seguía sintiendo la mirada del otro. Y se detuvo un momento junto a su auto, esperando a que este saliera, temiendo que realmente fuera un matón. Pero el muchacho nunca salió y eso solo le hizo suspirar.

"Quizás solo estaba mirándome" pensó subiendo a su auto "no es nada del otro mundo, quizás no vuelva a verlo"

Y se equivocó.

Pues el siguiente jueves, cuando llegó más tarde de lo normal, lo encontró allí nuevamente, aunque esta vez sí estaba acompañado, de un moreno alto y fornido como él, y de un muchacho joven de piel trigueña y sonrisa encantadora, era bajo, pero bastante esbelto. Zemo los observó en silencio, intrigado, notando que esta vez el chico de ojos azules sonreía, aunque eran sonrisas débiles, eran bonitas.

Pero lo que indudablemente llamó su atención fue la frustración en aquellos ojos, fue el dolor y la gran tristeza que identificó en aquel mar azul... y lo entendió, vio a los otros dos reír y bromear, y entendió al desconocido de ojos azules, entendió lo horrible que era ver a otros avanzar mientras sentías que eras el único estancado.

Lonely / WinterbaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora