Capitulo 4

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Bucky sonrió mientras veía como el anciano mayordomo de Zemo lo regañaba por emborracharse y emborracharlo.

—usted es un Barón, Señor, de la realeza—regañaba mientras les servía el desayuno a ambos—no puede ser visto bebiendo y emborrachándose en su propio auto, frente a un local familiar.

—ah, dame un poco de descanso, Oeznik—suplicó el castaño mientras bebía café y entrecerraba sus ojos—aún tengo un leve dolor de cabeza, definitivamente detesto las resacas, ¿y tú, James?

—yo no las sufro tan seguido—se mofó el más alto comiendo y bebiendo jugo—la comida está muy buena, muchas gracias, Señor Oeznik.

—tómelo como una disculpa por la actitud desvergonzada de mi señor—dijo el mayordomo ganándose una ceja arqueada del castaño.

—Oeznik, tu mejor que nadie sabe que soy una excelente acompañante a la hora de beber—reclamó Zemo—por lo cual no debes disculparte, ¿verdad, James?

—sí, un poco hablador, pero si fue agradable—afirmó el de ojos azules sacándole una mueca al castaño, cosa que le generó risa.

Después de aquel desayuno, Zemo decidió enseñarle su casa al ex Marine, ambos vestidos con pijamas oscuras, la que tenía Bucky se la habían mandado a comprar cuando lo dejaron dormir en la habitación de invitados.

—no me gusta lo llamativo, pero me encanta lo antiguo—comentó el castaño mientras caminaban por los jardines—esta casa estaba en oferta, al parecer le perteneció a un duque ruso que quedo en bancarrota por malas finanzas... me pareció hermosa y la compre.

—¿Por qué? —preguntó Bucky intrigado—digo, ahora sé que no eres solo aristocrático, eres de la realeza.

—detesto cuando Oeznik me delata—murmuró Zemo por lo bajo.

—por eso me estoy preguntando...—continuó hablando el de ojos azules como si no lo hubiera oído, solo sonrió—¿Por qué venir a américa? Berlín parece una mejor opción.

—estoy en un viaje de negocios—confesó el más bajo deteniéndose junto a un pequeño estanque de peces saltarines—tengo una compañía de autos por lo cual vine a revisar las dos sucursales de New York, llevo ya unos 3 meses aquí, volveré a Berlín al final del año, quizás.

—ah... supongo que es una de tus muchas propiedades—adivinó Bucky mirando también el estanque, pensando en que ya era septiembre, lo que significaba que Zemo se iría a Alemania a finales del año.

—sí, tengo también un departamento, pero creo que lo venderé—confesó Zemo y le hizo señas—vamos, te enseñare el garaje, tengo cosas allí que podrían gustarte.

Bucky asintió y lo siguió, pasaron el resto de la mañana hablando de los autos y las motos que estaban en el garaje. Hablaron de los años que sirvieron en el ejército y cuando se despidieron, a Bucky le pareció rara la amargura que sintió al tener que decir adiós.

—si vuelves a tener esas estúpidas ganas de beber hasta perder la conciencia, llámame—le dijo subiendo a su moto, ya con su ropa lavada y seca.

Zemo le sonrió arrogante.

—yo no perdí la conciencia, tú te dormiste con solo una botella—señaló presumido.

El más alto rodó los ojos y se puso el casco, Zemo le sonrió levemente.

—nos vemos el próximo jueves, James—se despidió.

Bucky asintió y se marchó rápidamente, suspirando internamente por aquella extraña noche y mañana que tuvo. Hablar con el castaño le había ayudado para sentirse un poco mejor, llorar las penas juntos, saber que no era el único jodido... le hacía sentirse bien. Y aquella mañana, aunque despertó recordando a Argent, se sintió conforme, desayunar con Zemo, oír a Oeznik regañarlo, conocer aquel hermoso sitio, luego hablar de banalidades con el Barón lo hizo sentir normal.

Por primera vez, se sintió... él, sin tener que fingir o ser alguien más. Y definitivamente quería volver a sentirse así.

—¿y cómo te has sentido estos días, James? —preguntó su psicóloga, ladeando el rostro y mirándolo con aquellos ojos que tanta irritación le causaban

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—¿y cómo te has sentido estos días, James? —preguntó su psicóloga, ladeando el rostro y mirándolo con aquellos ojos que tanta irritación le causaban.

Odiaba sentirse examinado, odiaba sentirse inseguro, pues no sabía si lo que diría seria tomado como algo malo. No era lo mismo hablar con aquella mujer que con Zemo, con el ultimo no se sentía en guardia.

—bien—respondió jugando con sus dedos, su voz tan distante como siempre.

Ella suspiró al oírlo, haciendo que se sintiera peor.

—Tu hermano me contó que los invitaste a salir, de forma familiar—comentó ella, cosa que no sorprendió al más alto, sabía que Steve y aquella mujer siempre hablaban de su estado—¿Qué te llevó a tomar la iniciativa?

—Me gusta ese sitio—respondió, aun sin mirarla—fui solo un par de veces... pero se sintió mejor ir con ellos.

—¿has ido con alguien más aparte de tu familia?

—Joaquín y Sam—respondió posando su vista en ella al fin y sonriéndole con amargura—conocí el lugar por una fallida cita, así que, en vez de odiarlo, preferí llevar a mis cercanos a ese lugar, me hace sentir bien.

En realidad, está mintiendo, pero ni loco le hablaría de Zemo. Ni a ella, ni a nadie.

—Vaya... eso fue muy bueno—señaló la castaña, moviendo su cabeza en un gesto positivo—me gusta que hayas decidido compartir con ellos, pero ambos sabemos que estas obviando algo importante.

Tomó aire y quiso ignorarla, pero aquella sesión era importante para el... pues era la última que tendría.

—Ir con Sam y Joaquín me hizo sentir mal—dijo al fin y apretó su mandíbula—sentí que ellos no me entendían, algo dentro de mi gritaba porque entendieran mi dolor... pero pasó lo de siempre, entendí que no es su culpa, yo no les expreso lo que siento, así que ellos no tienen la oportunidad de ayudarme.

Su psicóloga frunció el ceño, pensativa.

—Recuerda que tu problema está en no hablar con ellos porque sientes que estorbas—le recordó muy directa—y aunque sabes que ese es tu fallo, y ciertamente has luchado contra ello, hasta que no aprendas a pedir ayuda, no mejoraras, por tu cuenta no. Hasta ahora hemos avanzado mucho y debo dejar volar solo a partir de este día, James... debes prometer que pedirás ayuda si la necesitas, no todos piensan como tú, no todos pueden entenderte si no les explicas que sientes.

Bucky asintió, sabiendo que ella tenía razón. Pero en su corazón solo podía pensar que había alguien, un castaño de porte elegante, que, si lo entendía sin necesidad de hablarle, ni decirle más.

—voy a esforzarme—prometió sin decirle aquello, porque era un secreto que prefería guardarse para sí.

Lonely / WinterbaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora