Veintiséis horas después de pronunciar el «Sí, quiero», la prensa descubrió a Joaquín y a Emilio desembarcando de su jet privado. Gracias a Dios, Joaquín había tenido la precaución de llevarse unas gafas de sol bien grandes consigo tras las que poder ocultar el estrés, que ya era evidente en sus ojos. Los periodistas no habían cambiado desde la detención de su padre.
Les bloquearon el paso, tomaron fotografías de los dos y les hicieron todo tipo de preguntas. Emilio lo guió hacia el exterior del aeropuerto con un brazo posesivo alrededor de su cintura. Con un poco de suerte, antes de que llegara el fin de semana muchos ya se habrían bajado del carro, llevándose los focos a otra parte. De no ser así, tendría que enfrentarse a los paparazzi él solo.
Emilio dijo unas palabras, más bien pocas, mientras avanzaban. Cosas como «el amor de mi vida» y «me hizo perder la cabeza». Parecía tan sincero. Si no estuviera al tanto del plan, Joaquín le habría creído sin pensárselo dos veces. En una ocasión, Emilio acercó los labios a su oreja y le susurró: «Será peor en Europa, así que saca al esnob que llevas dentro y sonríe».
Sin dejar de sonreír, Joaquín se apoyó en él para montarse en el asiento trasero del coche que les esperaba. La instantánea del momento apareció en los canales de televisión más importantes y en tres revistas del corazón. El amigo de Emilio, Carter, resultó ser toda una sorpresa. Con su pelo rubio y su apariencia de surfista era el extremo opuesto a su marido. Siempre bien vestido, era inteligente, pragmático y tenía un gran sentido del humor. Le dio a Joaquín su número de móvil y lo animó a que lo usara si necesitaba cualquier cosa mientras Emilio estuviera fuera de la ciudad.
Tal y como habían acordado, Emilio le entregó a Joaquín una copia de las llaves de su casa, que estaba en la zona más elevada de Malibú y cuyas vistas sobre el mar eran espectaculares. La casa era enorme: mil metros cuadrados en una propiedad de cuatro hectáreas. El servicio incluía cocinera, asistente y un equipo de jardineros para cuidar de la finca. Neil, el chófer de Enilio, se ocupaba del personal y vivía en la casa de invitados. Era tan corpulento que un equipo de fútbol americano al completo se sentiría intimidado a su lado. Emilio le contó que también hacía las veces de guardaespaldas.
Tras desearle un feliz vuelo a su marido, Joaquín regresó a su adosado de alquiler sumido en sus pensamientos. El proceso de búsqueda de una esposa y su ejecución habían sido movimientos muy inteligentes por parte de Emilio. Ni siquiera un hombre fuerte como él podía evitar volver la cabeza y mirar cuando una fortuna como la suya pasaba junto a él.
—No quiero ni saber cuánto cuestas —murmuró, admirando el anillo que brillaba en su dedo y haciéndolo girar. Tendría que devolverlo en cincuenta y cuatro semanas, pero hasta entonces disfrutaría de él.
La voz de Eliza gritó un «Sin comentarios» y luego se oyó un portazo.
—Madre mía, ¿Cuánto tiempo vamos a tener que aguantar esto? —Eliza, más amiga que empleada, descolgó el bolso de su hombro y lo lanzó sobre la mesa de café.
—Se irán en un par de días.
—Pareces muy seguro.
—Lo he vivido antes. El divorcio atraerá todavía a más prensa.Eliza lanzó sobre la mesa un periódico en cuya portada aparecían los rostros sonrientes de Joaquín y Emilio.
—Sois muy convincentes.Joaquín sonrió. Se moría de ganas de que la prensa desapareciera, pero al mismo tiempo le gustaban las fotografías que les habían hecho. Al fin y al cabo, eran las únicas fotos que tenía de su boda.
—No hacemos mala pareja.
—¿Mala pareja? Si parecéis felices como dos tortolitos.
—¿Las tórtolas tienen cara de felicidad? —se burló Joaquín.
—No tengo ni idea. Qué pena no haberlo conocido cuando te trajo a casa. —Eliza se desplomó en el sofá y apoyó sus largas piernas en la mesita.
—En realidad no me trajo él. Fue su chófer.
—¿Su chófer? —Eliza tenía unos ojos color chocolate absolutamente increíbles, unos ojos que se abrieron como platos al preguntar.
—Es rico. ¿Por qué conducir tú mismo cuando puedes pagar a alguien para que lo haga por ti? — Joaquín se rió y puso los ojos en blanco, esbozando su mejor mueca de esnob.
—Vaya, vaya, usted perdone. —Pero su amiga se estaba riendo.

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CONTRACT || Emiliaco M-preg
FanfictionEntre el sexo y el amor sólo hay un obstáculo: el matrimonio Contenido 🔞