Joaquín no conseguía librarse del jet lag y ya llevaban casi una semana en Europa. Además, vivir en una mentira le resultaba agotador. Incluso Emilio empezaba a resentirse. La recepción tendría lugar al día siguiente y ya estaba todo preparado. Joaquín necesitaba alejarse un rato de su familia política, que podía llegar a ser extenuante. Cuando Emilio lo encontró, se había escabullido a la biblioteca en busca de una distracción.
—Estás aquí.
Con un pantalón informal y un jersey que enfatizaba la amplitud de sus hombros, Emilio estaba para comérselo.
—Creía que habías ido a la oficina.
Él negó con la cabeza.
—Hoy no podía dejarte solo.
—¿Qué tiene hoy de especial? —preguntó Joaquín, un tanto confundido.
Él se llevó una mano al pecho y fingió una herida mortal.
—No puedo creer que te hayas olvidado.
A Joaquín se le escapó la risa.
—Nunca dejes el trabajo para ser actor —se burló.
—No sabes qué día es hoy, ¿verdad?No era festivo, ni allí ni en Estados Unidos, el cumpleaños de él ya había pasado y para el de Joaquín todavía faltaban unos meses.
—No, no tengo ni idea.
Emilio lo cogió de las manos y las apoyó sobre su pecho.
—Llevamos un mes casados.
Dios, era verdad. Y que él hubiera pensado en ello y le diera tanta importancia demostraba que el apuesto duque era en el fondo un sentimental.
—Vaya, ya ha pasado un mes. —Aunque parecía mucho menos tiempo.
—Sé cómo podemos celebrarlo.
—¿Quieres celebrar nuestro primer mes de casados?Joaquín miró por encima del hombro de su marido para comprobar si había alguien escuchando. No podía ver más allá de la puerta, de modo que decidió preguntarle en otro momento a qué venía tanto revuelo.
Emilio le guiñó un ojo y entrelazó los dedos con los suyos.
—Vamos.
Salieron de la biblioteca, atravesaron el enorme recibidor y se dirigieron hacia la puerta principal.
—¿Adónde vamos? —Le gustaba aquel Emilio despreocupado que afloraba en los escasos momentos en que se podía relajar.
—A un sitio.
—¿Ahora te haces el enigmático? —le preguntó él—. ¿Adónde?
—Ya lo verás.En lugar de llevarlo hasta el coche, caminaron hacia los establos.
—Dijiste que sabías montar, ¿verdad?
Habían estado hablando de caballos poco después de llegar a Albany.
—Sí, pero hace mucho tiempo que no lo hago.
—Tranquilo, que no iremos muy lejos.El sol había hecho acto de presencia por primera vez en días. El aire cálido y los pájaros volando a su alrededor aliviaban parte del estrés que Joaquín cargaba sobre los hombros. En el establo, encontraron dos caballos ensillados y listos para el paseo. Emilio le dio las gracias al chico que había preparado las monturas y luego le susurró algo al oído que Joaquín no pudo oír. El chico se sonrojó, miró a Joaquín un momento y dio media vuelta.
—Sí, señor —le dijo a Emilio.
—¿Necesitas ayuda para montar? —le preguntó su marido.
La yegua castaña miró a Joaquín con recelo mientras esta se le acercaba. Tras un par de caricias, resopló como si quisiera decir «qué remedio».
—Quizá necesite que me eches una mano.Emilio entrelazó las manos para que Joaquín pudiera apoyarse en ellas. Tras un par de intentos, consiguió subir a lomos de la yegua y cogió las riendas. Emilio montó con un movimiento impecable de jinete experimentado, manteniendo la espalda recta mientras dirigía su caballo fuera del establo.
—¿Y cómo se llama este caballo? —preguntó Joaquín cuando dirigían las monturas hacia la explanada que se extendía detrás de Albany Hall.
—Creo que Maggie.
—¿Y el tuyo?
—Emilio.
Joaquín echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
—Maggie suena lenta y Emilio rápido.
Emilio le guiñó un ojo.
—Exacto.
—Te dije que sabía montar. No hacía falta que escogieras a la abuela del establo para mí. —Maggie cabeceó y los dos se rieron a carcajadas.
—Creo que no le ha gustado lo que has dicho —bromeó Emilio—. Me dijiste que llevabas tiempo sin montar. No quería sentirme responsable si acabas en el suelo con un hueso roto.

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CONTRACT || Emiliaco M-preg
FanfictionEntre el sexo y el amor sólo hay un obstáculo: el matrimonio Contenido 🔞