Había cámaras en la sala de estar, en la cocina y en los dos dormitorios. Ya sabían lo de la línea telefónica. Según los hombres de Emilio, el coche estaba limpio. Pero, ¡maldita sea!, alguien lo había estado espiando mientras se vestía o mientras dormía. Joaquín le contó a Emilio la conversación que había tenido con Eliza, las únicas palabras que habían salido de su boca que podrían esconder una pista sobre la falsedad de su matrimonio.
Seguramente los tipos que se hacían pasar por técnicos de telefonía habían sido los responsables de instalar las cámaras. O quizá alguien se había colado mientras él salía a correr. Después de eso, todas las conversaciones habían sido por teléfono y normalmente fuera de casa. Tampoco es que importara mucho. Solo habían hablado de la recepción y de la gente que conocería allí. Lo cierto es que hablaban como lo haría una pareja de ancianos, lo cual era sorprendente teniendo en cuenta que apenas se conocían.
Emilio condujo su coche mientras Joaquín, sentado a su lado, le indicaba el camino hacia su casa. A medida que se iban acercando, la realidad de lo que estaban haciendo se extendió por todo el cuerpo de Joaquín.
—No paras de mover las manos —le dijo Emilio—. ¿Hay algo que no te parezca bien?
—¿Sinceramente? —preguntó él, a pesar de que conocía la respuesta.
—Siempre.
—Besarte.
Él lo miró un instante a través de los cristales de las gafas y rápidamente fijó los ojos de nuevo en la carretera.
—¿No te parece bien besarme?
—No —respondió Joaquín sin pensar—. Es decir, sí.
A Emilio se le escapó la risa.
—¿En qué quedamos?
—Ejem. ¿Y si me quedo atascado? ¿Y si no parezco convincente? —¿Y si metía la pata y le daba a la cámara exactamente lo que aquella gente buscaba y Emilio perdía la herenciaEmilio levantó una mano del volante y cubrió con ella las de Joaquín, que estaban heladas.
—¿Joaquín?
—Sí.
—Relájate. Deja que me ocupe de todo.
Él sacudió la cabeza.
—No estoy acostumbrado a que los hombres tomen el mando de mi vida.
—Lo sé. Pero puedes confiar en mí.Y Joaquín quería hacerlo, pero cuando se detuvieron frente a su casa le temblaban las manos. Emilio sacó la llave del contacto y se volvió hacia él.
—Entremos y empecemos a recoger tus cosas.
—¿Vas a besarme en cuanto entremos? —Dios, tenía que saberlo para estar preparado.
Emilio se inclinó hacia él y se quitó las gafas de sol.
—Ven aquí —le susurró, sin apartar la mirada de sus labios.Él se acercó, creyendo que querría susurrarle algo importante. En vez de eso, Emilio se inclinó hacia su asiento y posó suavemente sus labios en los de él. El calor fue instantáneo, una corriente que se extendió por su cuerpo hasta los dedos de los pies. Sin mencionar el camino hacía su pene.Cerró los ojos y se dejó llevar hasta que de repente él se retiró.
—Besarnos será la parte más sencilla —le dijo Emilio a escasos centímetros de sus labios—. Separarnos será lo difícil.Emilio deslizó el pulgar por el labio inferior de él antes de darse la vuelta y abrir la puerta. Joaquín bajó del coche. Le temblaban las piernas y tuvo que apoyarse en el brazo de Emilio para mantenerse erguido. Él observó el edificio durante unos segundos con una profunda mirada de desaprobación.
—El barrio no parece seguro. ¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí?
—Dos años —respondió él mientras introducía la llave en la cerradura y abría la puerta.
Entraron en el recibidor y Joaquín dejó el bolso sobre la mesa.
—Tengo algunas cajas en una caseta, en la parte de atrás.
—Yo traeré las del coche.Mientras se alejaban en direcciones opuestas, Joaquín no pudo evitar que sus ojos se detuvieran durante un segundo en la cámara que sabía que se escondía entre los libros de una estantería. Pasó frente a ella, se dirigió hacia la caseta por la puerta trasera de la cocina y regresó con un puñado de cajas polvorientas de distintos tamaños. Las dejó sobre la mesita de la sala de estar y miró a su alrededor.

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CONTRACT || Emiliaco M-preg
FanfictionEntre el sexo y el amor sólo hay un obstáculo: el matrimonio Contenido 🔞