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-Este sitio es alucinante. -Eliza dio una vuelta completa sobre sí misma desde el centro del salón principal de la casa de Emilio-. No me puedo creer que no te mudaras en cuanto llegaste de Las Vegas.
-No me parecía lo correcto.
-¿Y ahora sí? ¿Qué ha cambiado? -Eliza se dejó caer en uno de los mullidos sofás de la estancia y cruzó las piernas.

Joaquín bajó la voz a pesar de que la cocinera estaba ocupada preparándoles la comida y la sirvienta estaba en el piso de arriba haciendo Dios sabe qué. Emilio tenía que pasar el día en la oficina, lo cual dejaba a Joaquín con poco o nada que hacer.

-Supongo que cada vez estamos más cómodos juntos. Además, no contaría con la seguridad que hay aquí si me hubiera quedado en Tarzana.
-Estás en tu derecho. Si quieres saber mi opinión, ese tal Neil da un poco de miedo. -Eliza había esquivado al corpulento guardaespaldas de Emilio cuando este había salido a recibirla a su llegada.
-No habla mucho.
-A mí no me ha dicho ni una sola palabra. Me ha mirado fijamente.
-Emilio insiste en que es inofensivo con quienes no se meten con él. - Joaquín estaba sentado frente a su amiga en una de las sillas estilo Reina Ana de la casa. Llevaba un traje Gucci en color azul pastel tan suave que era como si no llevara nada. Ahora que por fin tenía tiempo libre, tardaba más en vestirse por las mañanas y le dedicaba más atención a su aspecto.

Emilio la había acompañado al centro Moonlight y allí Joaquín había descubierto lo que significaba estar casado con un hombre tan rico y atractivo como su esposo. Se ganó al personal y le arrancó más de una sonrisa a su hermana. Desde el día en que sufrió el derrame, Jordan tenía dificultades para expresar sus necesidades. «Afasia expresiva», así era como lo llamaban los médicos. Para que su hermana no se pusiera nerviosa ni se sintiera frustrada, Joaquín a
menudo terminaba las frases por ella. Emilio comprendió la situación enseguida y se esforzó para hacer preguntas que pudieran responderse con un sí o un no, y evitó temas que pudieran provocarle estrés.

Cuando ya se iban, Emilio encontró a unos de los administradores del centro y, como si alguien hubiese pulsado un interruptor, su encanto se desvaneció y en su lugar apareció el hombre de negocios. Quería saber qué tipo de seguridad tenía el centro, cómo evitaban que un desconocido se colara en la habitación de Jordan y quién estaba con ella fuera de los horarios de las comidas. Disparó una rápida sucesión de preguntas que podría haberle hecho a él y que fueron contestadas por el administrador del centro antes de que Joaquín pudiera interrumpirlos.

Parecía tan sincero, tan preocupado por el cuidado de su hermana, que Joaquín no pudo enfadarse con él por ignorarlo. Sin embargo, cuando se montaron en el coche y él empezó a poner en duda la capacidad del centro para cuidar adecuadamente de Jordan, Joaquín se puso a la defensiva.

-Es el mejor centro para gente como ella. La mayoría de los sitios están pensados para ancianos o para enfermos de alzheimer. Moonlight se especializa en pacientes más jóvenes con problemas de desarrollo.
-¿Y por qué no cuidar de ella en casa?
Obviamente eso sería lo ideal, pero Joaquín no podía permitirse ese tipo de atención las veinticuatro horas del día.
-No puedo.

Ya lo había intentado antes él solo y había fracasado. Finalmente Emilio se dio cuenta de cuánto le afectaba aquella conversación y tuvo la sensatez suficiente para dejar el tema.

-Me alegro de que Neil esté de tu parte. No me gustaría tenerlo como enemigo -dijo Eliza, despertando a Joaquín de sus pensamientos-. ¿Y qué vamos a hacer con Alliance?

Joaquín le había dedicado mucho tiempo a pensar qué podía hacer con su empresa. A partir de entonces, hacer de esposo de Emilio Harrison ocuparía la mayor parte de su tiempo, y además tendría que viajar constantemente por todo el planeta. De hecho, su pasaporte había llegado a primera hora del lunes y Emilio y él ya estaban organizando los preparativos para salir el miércoles por la mañana.

CONTRACT || Emiliaco M-pregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora