Emilio se frotó la cara por millonésima vez aquel día. El mensaje de Joaquín lo había dejado descolocado y todavía no había podido hablar con él.
¿En qué demonios estaba pensando Vanessa? ¿Qué le había dicho a su esposo? No llevaba ni una semana casado y ya tenía que pensar en la forma de mantener a su esposo y a sus amantes separados. Emilio ni siquiera había hablado con Vanessa desde el día en que puso el anillo en el dedo de Joaquín. Había intentado llamarla, una única vez, pero cuando el mayordomo le dijo que su señora no aceptaba llamadas, pensó que ya no tenían nada más que decirse.
Jacqueline le había enviado un frío «Llámame cuando te canses de él». ¿Y qué había querido decir con «víbora»? Nada bueno, seguro.
Maldita sea. Si no tuviera que pasarse un día entero volando, ahora mismo se montaría en su avión privado, aunque tomar decisiones precipitadas nunca había sido su estilo. El plan era volver a Estados Unidos el domingo por la tarde para recoger a su hombre y escoltarlo de vuelta a Europa.
A menos que Joaquín le necesitara antes, se mantendría fiel al plan original. La idea de verlo seguía despertando en él un sentimiento que le dejaba sin respiración. Las conversaciones que mantenía con él por teléfono le alegraban el día de una forma que jamás hubiera imaginado. Tanto flirteo acabaría convirtiéndose en un problema en cuanto estuvieran en el mismo país. Un océano de por medio parecía una distancia segura.
Quizá por eso últimamente tenía la sensación de estar abriéndose a él. Para él, las mujeres siempre habían sido un juego al que no podía negarse a jugar. Primero a atraerlas, lo cual no le resultaba difícil, y luego a seducirlas. Aunque hasta entonces nunca se había marcado un tiempo máximo, sus relaciones solían durar de media entre seis meses y un año. Sin embargo, la atracción que sentía por ellas solía apagarse mucho antes. Emilio no conocía la monogamia, un rasgo que sin duda había heredado de su padre.
Con Joaquín no le hacía falta jugar. Por primera vez en su vida adulta, se sentía cómodo siendo honesto con el mismo sexo. Su teléfono le avisó de la llegada de un mensaje con un pitido.
-Joaco -susurró Emilio, esperanzado.
Pero no era él, sino un mensaje del banco informándole de los movimientos de la tarjeta que le había dado a su esposo. Quizá al final la visita de Vanessa serviría para algo, pensó. Comprobó la cantidad del cargo y sonrió. De pronto recordó el comentario de Joaquín acerca de que las mujeres y los hombres eran criaturas emocionales. Al parecer, su esposo no era inmune del todo.
Las épocas más traumáticas en la vida de una persona a veces despiertan en él un sexto sentido sobre las cosas que la rodean, o al menos eso era lo que creía Joaquín. Y es que nadie podía negarle que, a pesar de lo joven que era, había sufrido más que muchos otros en dos vidas. Pronto la chusma de la prensa rosa la sustituyó por la sensación del momento, una actriz que por culpa de las drogas y del mal comportamiento había dado con sus huesos en la cárcel. Gracias a Dios, se olvidaron del nuevo duque que vivía en las afueras de Tarzana, aunque Joaquín no dejó de sentirse observado, de notar el peso de unos ojos ajenos sobre él.
Y empezaba a estar harto.
El último año de libertad de su padre había sido exactamente así. Joaquín descubrió a varios estudiantes nuevos en el campus a los que luego nunca veía en clase pero que se cruzaban con él continuamente. Coches oscuros seguían a su descapotable y aparcaban al otro lado de la calle. Los teléfonos de casa emitían un sonido cada vez que levantaba el auricular, una especie de clic.
Llegó al extremo de vestirse en el lavabo era seguramente la única verdad a medias que le había contado hasta la fecha. No tenía por qué saber hasta qué punto le había hecho ver las cosas desde otra perspectiva. Claro que la tarjeta de crédito hablaba por sí misma. Joaquín no tenía nada que envidiarle al personaje de Julia Roberts en Pretty Woman.

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CONTRACT || Emiliaco M-preg
FanfictionEntre el sexo y el amor sólo hay un obstáculo: el matrimonio Contenido 🔞