LA LLEGADA

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Llego a la librería a buena hora. El gerente Beto no ha arribado aún, así que permanezco frente a la fachada del local con la entrada cerrada hasta que veo el automóvil de mi jefe aproximarse desde un extremo de la calle.

La nieve todavía cubre las calles, pero se nota más ligera y húmeda. Pronto el frío comenzará a disminuir, el cambio de temporada llegará con el renacimiento de las flores.

Beto estaciona su auto a pocos metros de mí y desciende de él con una sonrisa. Viste saco y bufanda, con vaqueros negros y zapatillas de uso elegante. Una vestimenta poco usual para un gerente.

—¡Por fin llegas temprano! —dice Beto saludándome de mano.

—¡Por supuesto! —respondo con buena energía.

—Traigo unos ejemplares para una exposición de libro que tendremos. ¿Me ayudas a bajarlos del carro?

—Seguro.

—También traigo cafés y panes para los dos.

—No se tenía que molestar. Pero, muchas gracias.

—Sin problema. De vez en cuando puedo traer algo para los dos. Ven, vamos al auto.

Beto abre el maletero donde se encuentran dos grandes cajas de cartón con libros de tapa blanda de un tono rojo carmín. Le ayudo cargando una de ellas mientras nos dirigimos hacia la entrada de la librería.

—¿Quién es el autor o autora? —pregunto mientras Beto comienza a abrir la entrada de la librería, habiendo dejado la caja con los libros en el suelo por un momento.

—Paula Martínez —responde Beto, abriendo la puerta del local y tomando de vuelta su caja.

Entramos juntos a la librería y mi jefe me pasa un pan dulce y un vaso sellado con café. Ambos comemos mientras organizamos la tienda para recibir clientes. Transcurre la jornada con naturalidad, el frío entra cada vez que un nuevo cliente atraviesa la puerta.

Me encargo de dar el anuncio a los compradores de la exposición del libro que habrá pronto, y mientras trabajo me doy cuenta de que no he pensado durante todo el día sobre el astronauta, su metáfora o cualquier otra idea rara. Incluso, me percato que recientemente he olvidado al Extraño que me condujo en su coche hacia la pista de hielo la primera noche.

Mientras se aproxima la hora del almuerzo mi mente comienza a desviarse, mi mirada se vuelve borrosa y no distingo mis alrededores con claridad. Me invade una sensación de vértigo junto con un dolor de cabeza que aumenta hasta volverse insoportable.

Me inclino sosteniendo mi frente con ambas manos, gimiendo de dolor mientras Beto se dirige hacia mí preocupado.

—¿Te pasa algo? —me pregunta.

—Siento... La siento —mis palabras salen de mi boca por su propia cuenta, en ningún momento tengo la sensación de querer responder.

—¿Qué sientes? ¿Qué te pasa? —insiste Beto.

—Es ella... ¡Es ella!

—¿Quién? ¿Quién es ella?

—¡Es ella! ¡Es Hannah! ¡Está de vuelta! 

MI QUERIDO ASTRONAUTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora