Él estaba aburrido, eran las 11 de la noche de un viernes y no había planes en su agenda. Entonces decidió marcarle.
El teléfono sonó.
Primer pitido.
Segundo pitido.
Y ella contestó.
—Hola —dijo ella.
—Hola, Hannah.
—¡Hey, hey! ¿Cómo estás?
—Bien, ¿y tú? ¿Qué haces?
—Nada. Aquí ordenando unas cosas. ¿Tú?
—Aburrido, como podrás ver.
—Ja, ja. ¿Cómo vas con la librería?
—Bien. Es un buen trabajo por el momento.
—Me alegra mucho. Yo creo que tendré que conseguir uno pronto, si no quiero terminar acabándome mis ahorros.
—¿Tienes algo en mente?
—No lo sé. Podría ser en una cafetería o algo así. Ese tipo de trabajos no me molestan.
—A mí tampoco. Es bueno independizarse, aunque la verdad espero poder comenzar a mantenerme totalmente por mi cuenta.
—¿Siguen pagando tus papás tu casa?
—Pues es suya, ¿qué quieres que te diga? Pero me gustaría abrir mi propia editorial o trabajar para Random House. Algo por el estilo.
—Suena a un buen trabajo.
—Sí. Pero creo que funcionaría más cuando haya terminado la carrera. Pero está bien ir agarrando experiencia con las vacaciones de invierno.
—Sí. Estoy de acuerdo.
—¿Vas a hacer algo para las fiestas, Hannah?
—Nah. No creo, la verdad. Tal vez una cena con mi familia, pero nada en especial. Estás invitado, por cierto, a la cena.
―Gracias, muchas gracias.
—Qué bonitas son estas temporadas, ¿no?
—Sí, sí. Muy, muy bonitas. Lo dices por las luces, ¿no? Hay luces en todos lados, en las casas en especial.
—Más que por las luces lo digo por cómo son los días en general. Son tan... pintorescos. La nieve, la ciudad, el cielo. Incluso si vas con el Cerezo encuentras algo muy mágico, ¿no crees?
—Sí. Entiendo.
—No suena tan mal. Oye, ¿y has pensado en escribir un libro?
—No realmente. No tengo historias interesantes por ahora.
—Deberías escribir algo de... no sé... ¿Ciencia ficción?
—¿Yo escribiendo ciencia ficción?
—No sé. Era una idea.
—No me gusta mucho la ciencia ficción. Prefiero historias más... reales, ¿sabes?
—Pues no tiene que ser tan fantasioso. Puede ser algo como un viaje espacial de un astronauta o algo así, sin nada de monstruos espaciales o cosas por el estilo. Sólo un astronauta en su nave en camino a una misión.
—Podría ser, podría ser. Pero sería muy rebuscado, ¿no?
—¿A qué te refieres?
—A lo que siempre digo. Las historias de fantasía y esas cosas se pueden contar de la misma manera en la que podrían contarse en la vida real, pero excluyendo todos los elementos que las hacen irreales. Pongamos el ejemplo de un astronauta, como tú dices; este es un astronauta que viaja en su nave haca un palacio espacial porque busca trascender más allá de sus sentimientos, encontrar una emoción que lo haga saber quién es y le dé sentido a su existencia. ¿Comprendes?
—Sí. Creo que comprendo. Un astronauta que viaja hacia un palacio en el espacio para buscarse a sí mismo y sus emociones, ¿no?
—Sí. Pero ahora quitemos todos los elementos fantásticos. El astronauta ya no es un astronauta, sino un muchacho. El espacio ya no es el espacio, sino su ciudad. Y el palacio ya no es el palacio, sino su propia cabeza. Entonces, en lugar de tener todo el rollo espacial, ahora está un muchacho que busca por su ciudad un sentimiento perdido en su cabeza que lo haga trascender, que lo haga alegre y lo conecte con él mismo y su mundo.
»Es la deconstrucción de la ciencia ficción, no hay que pensar en cosas tan ridículas e imposibles para crear una buena historia. Puedes usar la base de esa misma trama para crear algo creíble, algo con el que el lector se pueda identificar.
Ella permaneció en silencio por varios minutos después de que él hubo terminado de hablar.
—¿Pasa algo, Hannah? —preguntó él.
—No, no. Sólo se me vino algo a la mente.
—¿Qué cosa? Dime.
—No crees que... ¿No crees que hay un astronauta dentro de todos nosotros?
—¿A qué te refieres?
—Sí, sí. Hay un astronauta en todos nosotros, todos buscamos alcanzar un sentimiento poderoso que nos relacione con nosotros mismos y el mundo. Algo así como el amor, ¿entiendes?
—Sí. Creo que te entiendo. Pero, ¿qué tiene eso? Es metafórico al final, no es real.
—Y... Y... ¿Qué tal si sí es real?
—¿Por qué sería real? ¿Dices que el astronauta dentro de nosotros podría ser real?
—Sí, más o menos. Digo que es posible que cada uno de nosotros podría estar ahorita en un viaje espacial hacia un palacio galáctico, buscando encontrarse así mismo, y lo que vivimos día a día no son más que los pensamientos o sueños que tiene el astronauta que viaja hacia allá.
Hubo otro momento en silencio, sólo que esta vez él se había quedado callado.
—No... No creo que eso sea posible —dijo él finalmente.
—Es filosofía al final. No podemos confirmarlo o negarlo, al igual que no podemos saber si existe o no un Dios. Son sólo creencias.
—¿Existirá alguna manera para poder llegar a ver ese astronauta? ¿Para poder ver esa línea delgada entre la fantasía y la realidad?
—Hm. No sé la verdad. Pero podría ser ese mismo sentimiento, el amor. Quizá si es muy intenso podría abrir "aberturas" hacia otros lugares. ¿Entiendes?
—Estoy muy, muy confundido.
—Sólo es una idea, Lucas. No te obsesiones con eso.
—No, sí me obsesiono. Digamos que hipotéticamente el amor entre tú y yo es tan poderoso que podemos ver esa mezcla entre realidad y ficción. ¿No sería increíble?
—No sé. Me daría un poco de miedo.
—Ahora, tómatelo en serio. Te haré una pregunta y quiero que no me veas como loco, ¿vale?
—Vale. No te tomo como loco.
—Nosotros somos dos personas enamoradas que buscan un sentimiento más allá, quizá un amor extremadamente poderoso, pero a la vez hay un astronauta imaginario (el cual también busca lo mismo que nosotros) al que sólo podríamos conocer si buscamos la manera en la que nuestro amor logre crear esas "aberturas" entre la realidad y la fantasía. Así se resume todo este asunto. Pero, ¿estarías dispuesta a crear una de esas aberturas conmigo? ¿Ver más allá de la realidad?
—Qué... ¿Qué cosas dices? Sólo es una metáfora, Lucas. No te lo tomes tan en serio.
Se hizo de nuevo el silencio durante un largo rato, hasta que él pudo deshacerse de su pensamiento al bostezar con fuerza.
—Creo que ya iré a dormirme —dijo él.
—Está bien. ¡Buenas noches!
—Buenas noches.
Hubo otro momento breve de silencio hasta que ella dijo:
—Lucas, creo que logramos abrir una.
Pero él colgó, sin prestar demasiada atención a esa última frase, acostándose sobre su almohada y entrando en un profundo sueño.
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MI QUERIDO ASTRONAUTA
RomanceLa vida romántica de Hannah y Lucas se encuentra en una extraña línea delgada entre la realidad y la ciencia ficción, desconocen a dónde los llevará vivir en la duda y no recuerdan bien lo que ha sucedido en los últimos días. Pero saben que el amor...