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¿Saben lo que es apagar tus emociones?

Básicamente, o como lo dice, es dejar de sentir lo que sea que estés sintiendo como si de presionar un interruptor se tratara.

Ese era mi mejor método para sobrevivir a la agonía que es vivir mi propia vida.

En cierto modo, comenzaba a disfrutarla, tengo 16 y una vida por delante, solo tengamos fe en que no será una vida en prisión.

—Necesito que vayas por un encargo—Escuché una voz acompañada de una fuerza tirando mis pies que descansaban en el escritorio.

—¿A dónde?—Pregunté seguido de una carpeta chocando con la superficie del escritorio. La cual tomé enseguida y abrí.

—Más armas—Contestó sacando su celular atendiendo sus mensajes—Así te ocupas en algo más que sólo dormir en mi escritorio.

—No dormí bien Doc—Contesté incorporándome en la cómoda silla.

—¿Pesadillas de nuevo?—Asentí lentamente desviando la mirada—Bien, pues acomoda tus problemas para otra hora del día, esto es importante.

—Debo ir ahora—El asintió ahora, estiré mi mano para que la manga de mi chaqueta se subiera así pudiera ver la hora en mi propio reloj de muñeca—Son las once de la mañana.

—Estás loco—Contesté—Tú mismo dijiste que durante el día, bajo la luz del Sol, cualquiera puede identificar mi rostro si me encuentran con algún mandado—Proseguí intentando que viera mi punto de vista.

—Si no quiero que vayas por eso ahorita—Contestó el viéndome como si de una tonta se tratara—No has desayunado, ve a comprar algo que se pueda cocinar.

—No necesito comer—Respondí yo encogiéndome de hombros.

—Si, si lo necesitas, y vas a ir—Afirmó él.

—Sé porqué lo haces y no deberías preocuparte—Me crucé de brazos sobre mi pecho—No lidiarás con la anemia o algún trastorno alimenticio en un futuro—volví a elevar mis pies sobre el escritorio—Es lo que menos quiero, haría más lenta mi forma de vivir.

—Irás por algo de comer, cero excusas—Contestó el volviendo a tirar mis pies del escritorio para caer en el suelo e incorporarme bruscamente—Tráeme algo a mi, lo que sea—Contestó el sacando su cartera para darme algo de dinero.

—Yo tengo dinero—Afirmé, el ahora me pagaba por los trabajos que hacía.

—Esto va por mi—Sonrió el, no sé si era honesta o simplemente cínica.

—Como sea—Bufé levantándome de mi asiento y caminando hacia fuera del lugar—Tomaré tu auto—Hablé sin girarme a verlo.

—¡Niña! Ningún rasguño a mi auto—Rodé los ojos.

—Lo sé, sé manejar Doc, tu me enseñaste ¿lo olvidas?—Me giré a verlo un segundo—Tiré dos postes y me fui contra un árbol—El entrecerró sus ojos algo molesto—No pasará nada—Volví a girarme para caminar hacia la salida, sin esperar respuesta.

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—Bien, están por llegar, no olvides la palabra clave—Escuché por el apuntador que se encontraba en mi oído.

—He hecho esto mil veces, no sé porque te preocupas—Hablé desinteresada recargándome en mi auto.

—Siempre hay que supervisar cada parte del trabajo—Contestó el—Nunca sabes quien puede aparecer o si de pronto los proveedores no son de fiar.

—Si no fueran de fiar no me hubieras mandado a hacer este trabajo—Rodé los ojos cruzándome de brazos—Hubieras mandado a cualquier otro de tus esclavos.

—Claro que sí te mandaría—El contraatacó—Porque te has vuelto experta en armas, sabes si una no es buena con solo verla.

—Como digas—Fue lo único que respondí.

Al alzar la vista me encontré con una camioneta negra de ventanas blindadas entrando en este almacén abandonado, supe al instante que eran ellos.

—Shh ya llegaron—Hablé rápidamente a lo que presione el botón del apuntador colgando la llamada.

La camioneta se estacionó justo frente a mi, de donde salió un hombre no muy alto pero tampoco bajo, con un poco de barba y unos lentes.

—Buenas noches—Dijo el con una sonrisa.

—Buenas noches—Contesté sin expresión alguna.

—No creí que Doc tuviera empleados...—Me miró de pies a cabeza—Tan jóvenes.

—Concentremonos en lo que hay que hacer ¿De acuerdo?—Dije cínicamente caminando hacia detrás de la camioneta.

—Bien—Contestó el siguiéndome.

Me coloqué frente a la cajuela donde el hombre acompañado de otros dos la abrió dejando ver las cajas que segundos después ellos abrieron.

Al ver que ya era seguro me acerqué a verlas, se veían en buen estado y para nada me causaban inseguridad o desconfianza, de igual forma no todo es color de rosa y no podía creer en mis propias ideas.

—Pruébalas—Hablé mirando al hombre que me había saludado antes.

—¿Perdón?—El frunció el ceño—Pero podrían escuchar.

Tomé una de las armas y caminé hacia el estrellándola en su pecho.

—Dije pruébalas—Contesté pronunciando perfectamente mis palabras para que entendiera mejor. El hombre la tomó enseguida ya que si no lo hacía esta podría caerse.

—Bien—Contestó el inseguro.

Desde el momento que la sostuvo y apuntó a alguna pared del almacén, supe que el nunca había disparado antes, su mano temblaba.

—Demasiado ego en alguien que no sabe ni siquiera como sostener un arma—Bufé divertida, el suspiró pesadamente bajando el arma.

—Lo siento ¿Si?—Preguntó el—Por eso solo me encargo de entregarlas, nunca me han pedido que las pruebe.

—Entonces le vendes armas a personas mediocres—Contesté mientras me acercaba a él tomando el arma.

En un segundo me alejé de el dos metros y le apunté con el arma, el enseguida abrió fuertemente sus ojos elevando sus manos a la altura de su cabeza. Los otros dos hombres me apuntaron a mi con sus armas.

—Porfavor no me mate, tengo mucho miedo de morir, no sé porqué entré en este trabajo me dejé llevar por la ambición—Me mareó al solo escuchar sus lloriqueos.

Moví mi mano un centímetro a la derecha y le disparé a la pared detrás de él. El estruendo lo asustó mucho que se hizo bolita justo en su lugar haciéndome reír.

—Póngalas en mi cajuela—Ordené a lo que los hombres asustados no dudaron en tomar las cajas, yo con las llaves en mi mano dejé que la puerta se abriera sola.

—¿Por qué hiciste eso?—Preguntó el hombre incorporándose.

—¿Y por qué no?—Sonreí cínicamente.

En unos minutos las cajas ya se encontraban en mi camioneta y le había pagado a los hombres, solo era cuestión de despedirme, conducir a donde Doc, entregarle sus encargos, conducir a casa y dormir plenamente, pero...

—Oigan, ¿Saben que el tráfico de armas está mal?—Una persona con pijama rojo y azul se atravesaron en mi camino.

... El universo tenía otros planes para mi.

THE VILLAIN SIDE | Peter ParkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora