Algunas escenas +18
Elige: ¿con quién te besarías, con quién te casarías y a quién matarías?
Olivia James lo tiene claro:
Besaría a Ezra Johnson, porque está cañón.
Se casaría con Mateo Ford, porque además de guapísimo tiene buen corazón.
Y mataría...
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—¡Felicidades, piojosa!
Me incorporé de la cama sobresaltada, y miré hacia todos lados completamente alarmada. Había estado soñando con un la playa, yo tumbada en una hamaca, un batido de frutas en mi mano, el sonido de las olas... y Jax en bañador dándome aire con una de esas ramas gigantes, rendido ante mí.
Sin embargo, cuando conseguí acostumbrarme a la luz de la mañana, el Jax que había ante mí me miraba con una sonrisa torcida, apoyado en mi armario y con los brazos cruzados sobre el pecho.
Oh, y completamente vestido.
—¿Qué hora es? —Pregunté con un bostezo.
Isabella, Carla y Heeijin me habían ido a buscar el viernes a la salida de "Alitas Picantes" para celebrar mi cumpleaños por adelantado. Por lo visto Jax ya estaba enterado, porque se despidió de mí con un guiño de ojos y la advertencia de "no bebas demasiado".
No entendí nada hasta que aparecimos en casa de Isabella, donde habían preparado dieciocho chupitos de colores que, encima, pretendían que yo me bebiese.
Por suerte no lo hice, o no habría forma de que pudiera ir a trabajar el sábado, pero el resto de ellas sí.
Como sí se lo esperaba (y también que no quería quedarme allí a dormir), Jax apareció pasadas las doce de la noche para acercarme a casa. Se quedó un rato más, porque Isabella y Carla se pusieron muy pesadas para convencerle. El alcohol no las sentaba nada bien.
Al final, terminamos llegando cerca de la una de la mañana, con el peso de un día de trabajo a mis hombros.
—Las diez en punto que, según tu tía, es la hora a la que naciste.
Arrugué la nariz y me froté los ojos, esperando no encontrarme legañas.
—¿Por eso no me felicitaste ayer pasadas las doce?
—Muy observadora.
Aparté las sábanas de mis piernas y me levanté del todo. Me sentía un poco desnuda en mi pijama fino de Taylor Swift, el mismo en el que ya me había visto semanas antes. En cambio él usaba una camiseta ajustada que le quedaba muy, pero muy bien.
Eché los hombros hacia atrás para estirarme, cerrando un poco los ojos. Al abrirlos, Jax se había separado del armario y estaba cerca de mí. La habitación, que de por sí era pequeña, con él en ella lo parecía mucho más.
—¿Qué estás haciendo? —Pregunté alarmada cuando alargó la mano hacia mí.
Sus dedos rodearon el lóbulo de mi oreja y con una sonrisilla traviesa, dio un tirón flojo.
—En España es tradición tirar de las orejas por cada año cumplido —comenzó a decir, sin parar de dar tirones—. Es una costumbre bastante divertida que tenía mi madre.