· C u a r e n t a & T r e s ·

100K 9.6K 3.9K
                                    

—¿Estás segura de esto?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Estás segura de esto?

Olivia me miró como si estuviese tomándole el pelo. Como si en realidad, ella estuviese cansada de ese tipo de preguntas. De mis ganas de saber si ella estaba bien con todo este asunto.

Pero asintió. Y eso fue suficiente.

La besé. Incliné el rostro sobre el suyo y dejé que nuestros labios se uniesen como meses atrás habían hecho, como parecían predestinados a hacer...

Mierda, y cómo la echaba de menos.

—Jax... —susurró contra mi boca.

Conseguí abrir la puerta del apartamento, y meternos a ambos dentro.

Mi padre estaba trabajando y estábamos solos. Al día siguiente yo me iría. Tomaría la maleta que eché a un lado de una patada, iría al aeropuerto y me subiría en un avión, lejos de allí.

Y durante un tiempo, durante unas semanas, me había convencido de que aquello era lo correcto. Yo, solo siguiendo mi vida. Siguiendo lo que quería hacer, lo que siempre quise hacer.

Una chica no podía hacerme cambiar de opinión.

Sin embargo...

—Te echaba tanto de menos —susurró.

Aunque, en realidad, creo que apenas se dio cuenta de que lo hacía.

Mis manos nadaron debajo de la tela brillante de su vestido, esa que le hacía parecer una princesa, aunque Olivia jamás lo admitiría.

Ella era preciosa. Era fantástica. Era increíble. Y me encantaba.

Olivia tenía esa clase de belleza que no era solo física, sino que brillaba por su personalidad. Lo supe el mismo día en el que se acercó a mí con doce años para preguntar mi nombre. Cuando no la importó que la ignorara y comentó que mi teléfono era el mismo que Taylor Swift.

Cuando yo la dejé en mal lugar llamándola piojosa, y aún así, a lo largo de los años, continuó sosteniendo mi mirada, y sin tenerme miedo.

Cuando apareció con una cena la primera noche que nos mudamos a aquel tonto edificio de apartamentos.

Cuando se volvió enfada al pincharle con el bolígrafo en la espalda.

Cuando me observó con sorpresa (y sin fingir) al verme en el pollo frito.

Cuando intentó ser mi amiga y me escuchó hablar de la Luna, sin burlarse a pesar de todo.

Cuando me acompañó a hacer el tatuaje.

Cuando me escuchó.

Cuando me habló.

Cuando me cuidó.

Cuando se abrió a mí.

Cuando me trató como su amiga.

Cuando fue ella misma conmigo.

Una Perfecta Equivocación © YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora