· C u a t r o ·

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ISABELLA: Llego en dos minutos

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ISABELLA: Llego en dos minutos.

Suspiré y me apoyé contra la pared del edificio. Odiaba que mi amiga, o cualquier persona, utilizase el teléfono mientras conducía. Pero Isabella se había ofrecido a acercarme al instituto esa mañana, a pesar de que la ruta de ir a por mí le quedaba bastante lejos. Todo era para que yo no tuviera que pedalear en mi bici hasta allí tras no haber pegado ojo durante la noche.

Aunque, en realidad, sospechaba que la verdadera razón era que, si ella no me arrastraba hasta allí, yo no hubiese ido a clase.

No había salido de la cama en todo lo que quedaba de tarde, y mi tía me obligó a levantarme aquella mañana a base de pegarme con la almohada. Después se dio cuenta de que algo andaba mal, pero yo le dije que no pasaba nada.

Incluso llegó a preguntar a Isabella, y por esa razón ella me escribió para avisar de que iría por mí.

Apenas dormí por la noche. Y es que, ¿cómo narices pude haber metido la pata de aquella desastrosa forma?

Solo tenía que fijarme bien a qué grupo mandar el mensaje. O, por lo menos, cerciorarme de que lo había hecho bien. Si lo hubiese borrado durante los primeros segundos, quizás...

—¡Buenos días, piojosa!

Todo mi cuerpo se tensó, y me alejé de la pared mientras mi cabeza se volvía con lentitud hacia el sonido de la voz.

Allí, con los rizos oscuros despeinados y unas gafas de sol que nada pegaban con el día, estaba Jax DeLuca.

Tocando las narices, como siempre.

Lo ignoré, volviendo a mirar la pantalla de mi teléfono. Como si de esa forma mágicamente Isabella me fuese a escribir que ya estaba aquí.

Obviamente, eso no pasó.

—No te veo muy habladora esta mañana —se jactó, terminando de acercarse a mí.

Sabía que solamente estaba tratando de fastidiarme, pero no pude evitar volverme hacia él y fulminarle con la mirada. No había tomado suficiente café como para compensar mi malestar a causa del sueño y, aunque no era técnicamente culpa de él, su presencia me fastidiaba.

Una Perfecta Equivocación © YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora