18. El expreso a Hogwarts, suele ser algo asi...

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Después de los mundiales, no había vuelto a sentir ese ardor inaguantable, pero antes del amanecer, se había revolcado con la piel queriéndosele caer, pero eso solo era una marca que le salía con la anterior, andaba por debajo de su pecho, pintado en un color rojizo, creyendo que era su misma sangre.

Miraba las cartas sin enviar hacia Long y Kai, tal vez y debería preguntarles, posiblemente se preocupen, hagan un gran alboroto, por lo que, miraba bien lo que tenía escrito, junto con una copia para que lean su hazaña como cazadora, y solo el recuerdo de Baiken, además de que vendría cuando tuviesen su primera salida de Hogsmeade, hizo que podría esperar.

Solo esperaba que no hubiesen más episodios así.

La copiosa lluvia seguía salpicando contra la ventana mientras ella se ponía los jeans y una blusa blanca. Se vestirían con las túnicas del colegio cuando estuvieran en el expreso de Hogwarts.

Aprovecho que se levanto temprano, para ayudar a la señora Weasley con el desayuno, aunque sabía que habían veces que le podía ir perfectamente detrás de la estufa, otras veces podría tirar las cosas, pero esta vez no fue la ocasión. Los huevitos revueltos salieron bastante bien.

—¡Arthur! —llamó mirando hacia arriba—. ¡Arthur! ¡Mensaje urgente del Ministerio!

El señor Weasley entro a toda prisa a la cocina, la señora Weasley buscando nerviosa por los cajones del aparador («¡Tengo una pluma en algún sitio!», murmuraba) y al señor Weasley inclinado sobre el fuego, hablando con el padre de Cedric.

—... Los vecinos muggles oyeron explosiones y gritos, y por eso llamaron a esos... ¿cómo los llaman...?, «pocresías». Arthur, tienes que ir para allá...

—¡Aquí está! —dijo sin aliento la señora Weasley, poniendo en las manos de su marido un pedazo de pergamino, un tarro de tinta y una pluma estrujada.

—... Ha sido una suerte que yo me enterara —continuó la cabeza del señor Diggory—. Tenía que ir temprano a la oficina para enviar un par de lechuzas, y encontré a todos los del Uso Indebido de la Magia que salían pitando. ¡Si Rita Skeeter se entera de esto, Arthur...!

—¿Qué dice Ojoloco que sucedió? —preguntó el señor Weasley, que abrió el tarro de tinta, mojó la pluma y se dispuso a tomar notas.

La cabeza del señor Diggory puso cara de resignación.

—Dice que oyó a un intruso en el patio de su casa. Dice que se acercaba sigilosamente a la casa, pero que los contenedores de basura lo cogieron por sorpresa.

—¿Qué hicieron los contenedores de basura? —inquirió el señor Weasley, escribiendo como loco.

—Por lo que sé, hicieron un ruido espantoso y prendieron fuego a la basura por todas partes —explicó el señor Diggory—. Parece ser que uno de los contenedores todavía andaba por allí cuando llegaron los «pocresías».

El señor Weasley emitió un gruñido.

—¿Y el intruso?

—Ya conoces a Ojoloco, Arthur —dijo la cabeza del señor Diggory, volviendo a poner cara de resignación—. ¿Que alguien se acercó al patio de su casa en medio de la noche? Me parece más probable que fuera un gato asustado que anduviera por allí cubierto de mondas de patata. Pero, si los del Uso Indebido de la Magia le echan las manos encima a Ojoloco, se la ha cargado. Piensa en su expediente. Tenemos que librarlo acusándolo de alguna cosa de poca monta, algo relacionado con tu departamento. ¿Qué tal lo de los contenedores que han explotado?

—Sería una buena precaución —repuso el señor Weasley, con el entrecejo fruncido y sin dejar de escribir a toda velocidad—. ¿Ojoloco no usó la varita? ¿No atacó realmente a nadie?

Alice y el torneo de los tres magos [AIH#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora