Alice y el torneo de los tres magos [AIH#4]

1. Vacaciones.

El sol de verano se alzaba alto sobre el Coliseo, haciendo brillar el césped perfectamente cuidado y las gradas doradas por la luz. Alice ajustaba sus guantes de Quidditch, preparándose para entrar al campo. Su cabello rojizo reflejaba los rayos de sol y caía en ondas sobre sus hombros mientras sus ojos grises, luminosos como dos lunas, se enfocaban en el equipo de escobas apiladas a un costado. Sentía esa chispa de emoción que siempre acompañaba al vuelo, ese cosquilleo en la piel antes de despegar.

—¡L'Argent! —una voz familiar resonó detrás de ella.

Alice giró sobre sus talones, encontrándose con Jo Cleyton, un rostro que hacía tiempo no veía. Jo, con su cabellera castaña corta, sus ojos marrones llenos de energía y una sonrisa deslumbrante, era inconfundible. Su musculatura delataba su entrenamiento constante, y su porte reflejaba la confianza de un cazador profesional. Alice sonrió al verlo acercarse con esa despreocupación característica de él.

—¡Jo! —saludó con alegría, plantándose frente a él—. ¿Vienes a jugar en serio hoy, o solo a presumir tus récords?

—Siempre juego en serio, L'Argent —respondió con una sonrisa divertida, cruzándose de brazos como si aceptara un desafío invisible—. Aunque no me hace falta presumir, ¿cierto?

—Modestia, por supuesto —replicó ella, rodando los ojos con un tono juguetón.

Jo señaló con la cabeza a alguien detrás de él. Alice siguió la dirección de su gesto y sus ojos se encontraron con una figura conocida. Oliver Wood estaba allí, con su inconfundible cabello oscuro algo despeinado y una mirada seria pero curiosa. Su altura y porte atlético destacaban tanto como su reputación. Oliver parecía incómodo, quizá sorprendido de verla en un lugar como ese.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Oliver, su voz grave pero con un dejo de familiaridad—. ¿Cómo conoces a Jo?

Antes de que Alice pudiera responder, Jo intervino, colocándole una mano en la espalda como si quisiera señalar algo importante.

—¿Quién no conoce a esta pequeña leyenda? —comentó Jo, con una sonrisa de oreja a oreja mientras hacía un gesto amplio con las manos—. Esta niña, y digo niña porque cuando la conocí apenas llegaba a los cinco años, decidió que quería jugar Quidditch aquí, en el Coliseo. ¿Y qué creen? No la dejaron. Pero no le importó, se coló en un partido de ligas mayores y dio una paliza que nadie olvidará jamás. Pensamos que no regresaría después de eso, pero volvió al día siguiente, y al otro, y así... hasta convertirse en una de las mejores jugadoras que hemos visto por aquí.

—No es para tanto... —respondió Alice, bajando la mirada con un rubor que teñía sus mejillas. Aunque intentaba disimularlo, se le escapó una pequeña sonrisa orgullosa.

—Oh, claro que sí es para tanto —insistió Jo, haciendo un puchero exagerado—. Y luego desapareciste justo cuando empezaba a mejorar mi juego. Eso no se hace, L'Argent.

—Tuve que mudarme —dijo ella encogiéndose de hombros, sin entrar en detalles.

—Alice, ¿podemos hablar? —interrumpió Oliver, su tono serio pero con cierta urgencia. Sus ojos oscuros la miraron directamente, como si necesitara aclarar algo pendiente entre ellos.

Alice dudó por un momento, pero antes de que pudiera responder, Jo intervino con un bufido dramático.

—Hablar, ¿eh? Siempre tan formal, anguila. Nada de eso. Vamos a jugar, Wood. Alice, tú y yo en el mismo equipo. Quiero aplastar a estos amateurs con tu ayuda.

Alice rió y asintió. No era momento para conversaciones serias, y Jo tenía un talento especial para desviar cualquier tensión. Oliver, sin embargo, frunció el ceño ligeramente, pero no insistió.