Prológo

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Los pétalos rosas bailaban elegantemente en el viento y caían con premura en el agua cristalina del hermoso lago del palacio.

Desde su infancia había sido criada para ser la próxima reina de la dinastía, una hermosa flor que pudiera ser una buena compañera para el futuro rey. Fue instruida en todas las artes nobles que una dama de su linaje debía poseer, todos siempre la halagaron por su belleza y sus virtudes como futura flor imperial.

No sólo fue educada para ser una reina, sino que su familia también la educó para amar a su futuro esposo, eso implicaba la fidelidad y lealtad ciega.

Lastima que llegó a un punto en donde sus sentimientos fueron verdaderos, y cada que tenía la oportunidad de ver a su prometido no podía parar de pensar que todo en él era perfecto.

Amaba a su rey.

Pero la realidad la golpeó duro, y es que, él no la amaba, para el solo era un objeto que podía presumir y utilizar como quisiera.

Y lo peor era que ella aceptaba eso sin rechistar, claro que le dolía cada vez que su marido se escabullía de sus estancias para ir a donde estaban las muchas concubinas que tenía.

Ella era solo una pieza que podía ser reemplazada sin arrepentimiento alguno.

Sentía que la habían traicionado, pero lo peor era que él nunca le prometió amarla o respetarla, todo era solo un producto de su inmadura mente y sus sentimientos inocentes.

-¿volvió a lastimarte, Mebuki?

La reina volteó hacia el recién llegado.

Si su marido supiera que aquellos sentimientos tan nobles que alguna vez le había profesado ahora eran para otro hombre...

Y no era nadie más que su propio hermano.

Kizashi era todo lo opuesto a su hermano mayor, era el hombre más amable y sonriente que había conocido. Desde que llegó al palacio como prometida del rey la trato con respeto, la consolaba cada vez que el rey la ofendía, la hacía reír cuando estaba triste y le brindaba su apoyo cuando lo necesitaba, todo esos actos de amabilidad hicieron que no tardaran mucho en hacerse buenos amigos.

Y no tardaron mucho en hacerse amantes.

Mebuki era una mujer demasiado hermosa y valiosa para estar junto a su malvado hermano, Kizashi la amo desde el primer momento en que la vio y cada día que pasaba se le hacía más difícil hacer la vista gorda ante los maltratos que su amada recibía por parte de aquel al que llamaba hermano.

Pero no había nada que él pudiera hacer, mientras que su hermano, el rey, era el legítimo hijo de su padre y la reina viuda, el solo era el hijo que el antiguo rey tuvo con una de sus muchas concubinas.

Cabía decir que fue el único de los hijos de las concubinas que no sufrió la furia de la reina viuda cuando su marido al fin falleció.

-quisiera decirte que he visto a mi esposo últimamente- respondió la reina con una sonrisa amarga- ya no se que duele más, si sus maltratos o su ausencia, ya no se ni con quien se acuesta.

Ante todo Mebuki respetaba su matrimonio, sabía que los sentimientos que alguna vez albergó por el rey fueron destruídos gracias al egoísmo de este. Pero ella jamás rompería sus votos matrimoniales, Mebuki tenía muy en claro su deber y eso era lo que Kizashi más odiaba y respetaba al mismo tiempo.

-voy a liberarte, el no podrá hacerte daño de nuevo, ya lo verás nos casaremos y tendremos un hermoso niño igual que tú.

En ese momento Mebuki sintió que se le iba a salir el corazón por aquellas palabras tan hermosas que salieron de la boca de su amado.

Nuestra amada princesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora