Su Salvador

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Pov Omnisciente

Había días, semanas, o incluso meses, en los que el trabajo de héroe no era lo más lindo del mundo.

Eijiro no mentiría, le encantaba ser héroe.

Eso jamás lo negaría.

Después de todo, desde más joven, aquel había sido su sueño, y gracias a los astros, dioses o la vida misma; a quien fuera que le tuviera que agradecer, él había cumplido su sueño.

¡Por dios! Era un héroe, y aun mejor, ¡él estaba cansado con la persona más maravillosa del universo!

O eso creía él.

Bien dicen que cuando uno está enamorado, ve con ojos de amor.

Aunque otros también dicen que después de un par de meses ese efecto pasa, quizás eso no era cierto, pues él le seguía viendo con esos ojos de amor a su pareja.

Con esos ojos de idiota enamorado.

En fin, gracias a eso, y claramente muchas cosas más, él era feliz.

Solamente que había esos momentos en que el trabajo podía más con él.

En esta ocasión porque desde hace casi dos semanas estaban intentando rastrear y rescatar a una chica.

Estaba desaparecida, y cuando creían que ya la tenían, la volvían a perder.

Las pistas se acababan, no sabían dónde más buscar, el tiempo pasaba, y la chica aun esperaba a su salvador.

Muchas personas contaban con él, pero aquella era una de esas veces en las que la cabeza y el trabajo, le estaban comiendo.

Consumiendo.

La culpa de que, si algo le pasara a la joven solo por no esforzarme más, sería su culpa.

Aquello le carcomía.

Todos los casos, él los tomaba en serio, en todos se esforzaba, ¡en todos daba lo mejor de sí!

Pero, en casos como este, era en los que se sobre exigía.

Donde dormía menos por investigar, donde se disculpaba con su pareja por ya no pasar el mismo tiempo juntos.

Y por supuesto que el rubio le entendía, después de todo, el igual era héroe.

Podía entender su impotencia, miedo, enojo y esfuerzo.

Y como todo ser humano, el pelirrojo también tenía esos momentos de colapso.

En este caso, su momento de colapso, fue cuando un día, después del trabajo, quemo la cena.

No se dio cuenta de aquello, sino hasta que su parejo llego.

Esta, que al llegar y oler a quemado, se espantó y corrió a la cocina, donde se encontró al pelirrojo, quien estaba frente a la comida quemada, aun en la lumbre, y que estaba desprendiendo humo.

- ¡Eijiro! - grito moviéndolo a un lado para apagar la estufa y después tapar la olla de la comida con un trapo.

- A-Amor...- musito el pelirrojo dándose cuenta de su descuido.

El rubio tosió un par de veces, pasando de alto el llamado de su pareja.

- Esto ya no servirá- comento cubriéndose la boca para no inhalar el humo que se expandía por toda a casa-. Toma- agrego expandiéndole un pañuelo al pelirrojo, mientras él se ponía otro.

Su pareja tomo el pañuelo, se lo coloco, y escucho las ordenes que le daba el mayor.

- Abre las ventanas de aquí, el comedor, las salas y las habitaciones; yo abriré el resto- ordeno dirigiéndose al otro extremo de la casa.

Mientras que el pelirrojo asintió y siguió las ordenes al pie de la letra.

Por suerte, Kohana se había escondido bajo un sofá, por lo que el humo no le había afectado tanto.

Después de haber sacado ambos el humo de su hogar, el rubio y el pelirrojo se sentaron en la mesa.

Necesitaban conversar.

- ¿Qué te paso? ¿Por qué casi quemas la casa? - cuestiono el rubio con el ceño fruncido, pero con un tono tranquilo.

No quería hacer sentir peor a su pareja.

- Yo...- el contrario agacho más el rostro- solo estaba pensando en el caso. Supongo que me metí demasiado en mi mundo y perdí la noción del tiempo y... de mi alrededor- agrego un tanto decaído.

El rubio suspiro.

A veces aquel hombre se exigía demasiado.

Así que se levantó, y se acercó hasta quedar a un lado del otro.

- Ven, vamos- le comento tomándole de la mano, por lo que el pelirrojo no protesto, y solo le siguió.

El rubio le llevo hasta el sofá, donde el rubio se sentó, y después le ordeno al pelirrojo con una sola mirada que se acostara en su regazo.

Cuando lo hizo, comenzó a jugar lentamente con los cabellos del menor.

- ¿Qué te ocurre? - cuestiono suave.

Hace semanas que el pelirrojo estaba con un caso, y él lo sabía, solo que quería dejar que él se desahogara por sí mismo.

A veces, no les gustaba hablar de sus problemas.

Solo querían distraerse y no pensar más en aquello que les mortificaba.

Pero, en el momento en que casi quemas tu hogar, es cuando ya tienes que hablar y, simplemente, desahogarte.

Compartir tus penas.

Es por algo que la comunicación es una de las cosas más importantes en las relaciones, tanto fraternales, amorosas o amistosas.

- No sé dónde más buscar a la chica, no tengo pistas, y si las tengo, no sé cuáles son... no sé dónde más buscar- comenzó el pelirrojo.

A veces eran el psicólogo del otro.

- Su familia cuenta conmigo, el equipo cuenta conmigo, todos cuentan conmigo, pero...- agregaba.

Se sentía realmente inútil.

- Pero tú ya no sabes que más hacer- completo el rubio.

- Si- susurro el menor.

- ¿Qué te parece si descansas un rato, y después sigues investigando? Quizás liberar y distraer tu mente te ayude. Claro, y después yo puedo ayudarte con el caso, ¿Quién mejor que el gran Dynamite? - comentó divertido.

Eso ultimo era uno de esos intentos por subir el ánimo.

Y quizás lo logró, puesto que el pelirrojo sonrió un poco.

- Perdón por quemar la comida- comento apenado.

El rubio suspiro- No te preocupes, ordenemos algo por internet, pero a la próxima ten más cuidado, idiota- le ordeno.

Y así lo hicieron.

Pidieron comida por internet, se pusieron a ver una película para que el pelirrojo se distrajera un poco, y después de una ducha, se fueron a dormir.

Aquello había ayudado un poco al pelirrojo, y es que se había desahogado y distraído un poco.

Había tenido tantas cosas en su mente, tanta culpa y estrés, que al final, hubo consecuencias.

Gracias a dios, el rubio estuvo allí para él.

Gracias a dios, él tuvo a su salvador.

Y ahora él, sería el de aquella chica que lo estaba necesitando.

No se daría por vencido.

Si alguien estaba en problemas, él daría lo mejor de sí para salvarlo, aun si eso significaba volver a quemar la cena.

Momentos Junto A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora