Agradecido

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Pov Omnisciente

Eijiro, algunas veces, se había llegado a quedar dormido en el sofá.

Esto, mientras esperaba a que su pareja terminara de ducharse y, así, irse a dormir juntos.

Acurrucados, abrazados, y en el calor del otro.

Esas veces que se había llegado a quedar dormido, su pareja le había llevado cargando hasta la cama para, así, dormir mejor y con mucha más comodidad.

Aun podía recordar la primera vez que aquello había pasado.

Había sido unos cuantos meses más tarde de haber comenzado a salir, el rubio le había invitado a quedarse el fin de semana en su casa, por lo que él, inmediatamente, había aceptado.

Después de todo, para él, aquello había sido todo un honor.

Si bien, en esos días algunas veces se habían quedado a dormir juntos en la U.A., esa vez era un poco diferente.

Quiero decir, era la casa del rubio, donde también estarían sus suegros.

A los cuales, por cierto, ya había conocido tiempo atrás.

Y, un dato curioso, es que cuando los conoció, estos se alegraron muchísimo, puesto que, a decir verdad, no creerían que alguien en verdad soportara los gritos de su hijo.

O al menos eso fue lo que dijeron, pero, en realidad, sabían que el carácter de su hijo era difícil, así que conocer a alguien con quien él podía ser feliz, y a él le hiciera feliz, les había quedado como anillo al dedo.

Porque, allí estaba, ese alguien a quien su hijo amase, y esa persona le correspondiera el cariño.

Alguien con quien su hijo pudiese sacar aquella personalidad que tanto ocultaba del mundo externo.

Alguien a quien le contara sus cosas, y fuese escuchado, y viceversa.

Y, para su suerte, era un buen muchacho, así que se llevaron de maravilla.

Por lo que no había sido difícil convencer a los padres del rubio de que el pelirrojo se quedase a dormir en aquella casa, después de todo, ellos estaban encantados con aquel joven.

En fin, esa vez, se habían quedado en la sala de aquella casa mientras veían una película, la cual había sido escogida por el rubio.

Y, quizás por eso mismo el pelirrojo se había quedado dormido.

Aunque al día siguiente había dicho que en realidad fue que había quedado agotado por el entrenamiento del día anterior.

En fin, aun podía recordar que al despertar estaba muy confundido.

Pero, al ver a su pareja durmiendo a un lado suyo, con su brazo derecho rodeándole la cintura, es que se calmó, y volvió a dormir abrazando al rubio.

Actualmente eso seguía pasando, algunas veces, ya que, como ya dije, el esperar a su pareja, el cansancio de su trabajo, la comodidad de sofá, y el tranquilo ronroneo de Kohana le dejaban dormido.

No importaba cuanto luchara contra el sueño, estos factores, al final del día, podían con él.

Así que, en aquella mañana, después de que su cerebro cargara y procesara toda la información, se levantó, se puso sus crocs, y camino adormilado hasta la cocina, donde se encontraba su pareja preparando el desayuno.

Ya que él era el que se levantaba más temprano y, por ende, era quien hacia los desayunos y los bentos.

En cambio, él, al ser el que llegaba más temprano del trabajo, era el encargado de hacer la cena.

- Buenos días- saludo su pareja desde la cocina al sentir la presencia de su pareja.

- Mm- mascullo el menor abrazando por la espalda al otro chico.

- ¿Qué tal dormiste? - le cuestiono el rubio tomando el salero a su derecha sin soltarse del abrazo.

- Mm- respondió sonriente el pelirrojo.

En momentos así, el rubio agradecía infinitamente conocer a su pareja a la perfección.

Porque, con aquellos simples masculleos, quizás, nadie le entendería.

Pero él tenía la fortuna de si hacerlo.

- Te quedaste dormido- comento sonriente.

- Si, perdón- se disculpó el otro separándose del abrazo que le daba a su pareja, pues el desayuno ya estaba listo.

Y, mientras el rubio servía los platos de comida, el pelirrojo serbia dos tazas de café.

Esto para después sentarse ambos en la mesa para comer.

- Las flores se ven lindas- comento el menor viendo como en el centro de la mesa había un ramo de flores en un jarrón con agua.

- Si, son muy lindas- aseguro el otro, de igual manera viendo las flores.

Y, es que, el día anterior, el pelirrojo le había comprado aquello a su pareja, el cual, esa mañana, las había puesto en agua.

- Cuando las vi me acorde de ti- comento sonriente el menor, mientras llevaba un bocado de comida a su boca.

Eran unas gardenias jasminoides, tulipanes y amapolas.

- Siempre dices lo mismo- respondió risueño el otro chico, sonriendo un tanto de lado.

Y, es que, el chico de cabello teñido le solía comprar pequeños regalos al rubio en su camino de regreso a casa.

- Lo que pasa, es que siempre me acuerdo de ti- aseguro el pelirrojo viéndole fijamente con una sonrisa en el rostro.

- Tsk- chasqueo la lengua el mayor- ¿Por qué tienes que ser tan jodidamente dulce? - le cuestiono levantándose de donde estaba para darle de comer a Kohana, puesto que ya estaba comenzando a pedir sus alimentos diarios.

Por su parte, el menor, sonrió enternecido, para después comentar-

- Yo igual te amo.

A su mirar, él era demasiado afortunado, por lo que, obviamente, le demostraría su amor al otro joven de una y mil maneras.

Después de todo, este le había hecho feliz todos los años que llevaban juntos.

Y un verdadero hombre tenía que ser agradecido.

Y él lo era.

Con la persona que amaba, con quienes quería y le querían; e incluso, con la vida misma.

Aquella vida, o destino, que le había permitido experimentar todo aquello.

Vida que vivía y apreciaba por su Katsuki.

Momentos Junto A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora