Otoño

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Pov Omnisciente

Normalmente hacían las compras del supermercado juntos, esto ya que el pelirrojo, antes, al inicio, con frecuencia solía olvidar las cosas o comprar mucha carne y poco del resto.

En fin, se suponía que aquel día no debió de haber cambiado mucho.

No debió haber algo diferente.

Sin embargo, lo "diferente" comenzó cuando, después de mandar al pelirrojo a dejar el carillo de compras a su lugar, este se tarada un poco más de lo usual en llegar.

Al inicio el rubio no le dio demasiada importancia, puesto que era posible que hubiese mucha gente y no le dejaran acomodar el carrillo de compras; o incluso que se allá topado con una viejita por allí y la haya ayudado a pasar la calle.

Dios, incluso él había perdido la cuenta de cuantas veces había pasado aquello con el menor.

Sin embargo, al cabo de unos cuantos minutos, el mayor se preocupó más y decidió llamar al pelirrojo.

Él cual, después de unos cuantos tonos, respondió la llamada.

- ¿Sí?

- ¿Dónde mierdas te metiste? Solo ibas a dejar el carrillo de compras, ¿no? - le cuestiono el rubio.

- ¡Oh, sí! - respondió el menor desde el otro lado de la línea con un tono alegre- Pero no adivinas que sucedió- agrego.

- ¿Había 20 abuelas que necesitan pasar al otro lado de la calle? - cuestiono entre serio y divertido el otro chico.

- Casi, pero no- respondió el menor-. Solo había una, así que le ayude a pasar, pero cuando cruzamos y llegamos al parque frente al supermercado, escuche el lloriqueo de un cachorro, así que lo busque, y cuando lo encontré, estaba mal herido y escondido entre llantas y láminas viejas.

- No vamos a adoptarlo- le corto de una el mayor advirtiéndole al más joven antes de que, siquiera, terminase de hablar.

- Pero- protesto el pelirrojo.

Mas el mayor le corto el habla una vez más.

- Ya tenemos a Kohana, con ella es más que suficiente.

- Si, pero tú la llevaste, me toca a mí- se quejó y protesto el más joven.

El rubio apostaba a que, seguramente, en aquel momento el pelirrojo estaba inflando sus mejillas por el puchero.

Quizás ya era un adulto, sí, pero aún se comportaba como un niño. Solo algunas veces.

Y eso era fantástico. Maravilloso.

Mas tenía su lado malo, puesto que, cuando hacia sus pucheros o se comportaba "adorablemente" había veces en las que el rubio no podía darle un no por respuesta.

Y, en aquella ocasión, estaba casi 100% seguro de que ahí tampoco le negaría su "capricho".

- Eijiro- le llamo, como rogando que se detuviera.

Él tenía un punto a su favor.

Así que menos oportunidades tendría de negarse.

- Ni siquiera sabemos si podría tener dueño- agrego.

- Bueno, mira, que te parece si lo llevamos a casa y lo cuidamos hasta que aparezca su dueño- ofreció el menor.

Si aceptaba, se lo terminarían quedando.

Era predecible.

El perrito estaba abandonado, con heridas, y seguramente sin un collar.

Pues, si lo tuviera, el pelirrojo ni siquiera hubiese ofrecido "esperar al dueño".

Por otro lado, si se negaba, el menor encontraría la forma de convencerle de una u otra manera.

- Ah- suspiro después de pensarlo unos segundos-, ¿en qué parte del parque estas? - le cuestiono subiéndose al auto para manejar hasta donde se encontraba el pelirrojo.

- En la esquina de la derecha, donde están los botes de basura- respondió alegre y energético.

En aquel momento sonreía.

De eso estaba seguro el rubio.

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Después de que juntos tomaran al cachorro, ya que este no se había dejado ni tocar por el miedo que sentía a que le pudiesen golpear, fue que lo llevaron al veterinario.

Incluso el pelirrojo recordaba como el mayor se quejaba de aquello.

Un cachorro era mejor escapando que muchos putos villanos; había comentado enojado y frustrado el rubio.

Era obvio que aquello les había molestado a ambos, y quizás, incluso, entristecido.

Y no por la razón de que no se dejase atrapar, no. Más bien por el hecho a que temía, incluso, a ser tocado.

Y después de llevarlo al veterinario, donde bañaron, vacunaron, curaron y más al "pulgoso", como le llamo el rubio, fue que la joven pareja se llevó al canino.

Él cual, por cierto, se había encariñado primero del pelirrojo.

Quien, obviamente, lo tenía más que consentido.

Si, les había tomado tiempo, bastante tiempo, el que el cachorro les tuviese confianza.

Sin embargo, después de unos meses, el perrillo ya corría por toda la casa persiguiendo a su "hermana" Kohana.

Sus heridas, tanto físicas como emocionales, ya habían curado.

O al menos la mayoría, puesto que, uno que otro día, aun solía tener pesadillas.

Aun así, después de meses desde su rescate, aquel canino de raza akita inu, y de nombre 'Aki', estaba recostado en la misma cama que su "hermana" y sus "padres".

Y, seguramente, él, al igual que ellos, agradecía todos sus momentos juntos.

Momentos Junto A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora