Momentos buenos y malos

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Pov Omnisciente

Había días buenos, sí, y los amaba.

Cada que tenía aquellos días intentaba amarlos, apreciarlos y agradecerlos lo más posible; porque sabía que, a pesar de todo, estaban los días malos.

En general, no existían los días buenos o malos, solamente eran momentos.

Porque, inclusive, un día podía tener mucho de uno y poco de otro, ya sea de lo bueno o lo malo, pero lo tenía y lo había.

Por ejemplo, aquel día, justamente ese día le estaba yendo particularmente... mal.

Aquel día había tenido la desdicha de pasar por más momentos malos que buenos, y aunque había intentado hacer que aquellos momentos malos no le arruinaran los buenos, o el resto de su día, había sido un tanto difícil.

Aun así, al llegar a casa, al ser sábado, se encontró con su pareja.

Y no es como que el rubio no trabajara los sábados, no, claro que no.

Más bien lo que había pasado allí, había sido que, al ser sábado, ambos habían hecho todo lo posible para salir lo antes posible de sus trabajos.

Esto para poder pasar tiempo en compañía del otro.

Que, si bien parecía que el rubio lo había logrado, el pelirrojo había tenido sus... complicaciones para ello.

- Ya llegué- aviso dejando sus llaves en su lugar, quitándose los zapatos en la entrada, y sobándose un tanto el cuello.

Después de ser recibido por Kohana en la entrada, quien se le había restregado en la pierna derecha, camino hasta el comedor, donde, sobre la mesa, dejo sus demás cosas.

- Bienvenido, ¿Qué tal te fue? - le recibió su pareja saliendo de su habitación y acercándose a la mesa.

Donde la comida llevaba apenas unos minutos servida.

- Bien- mascullo dándole un casto beso en los labios al rubio, para después ambos tomar lugar en la mesa.

Oh, que mentira había dicho.

No era una gran mentira, pero si era una.

Una, aunque sea, que podía ser considerada pequeña.

Porque, ¡dios! Incluso se le había roto toda la maldita pantalla del celular.

- ¿Seguro? - cuestiono el rubio viéndole de reojo, puesto que debía darle de comer a su pequeña gatita.

Mientras tanto, el pelirrojo, suspiro sonriente, le dirigió una mirada y aquella blanca sonrisa que tanto amaba el rubio, para después decirle-

- Claro, mejor cuéntame cómo te fue en el día- pidió.

En unos meses se compraría un celular nuevo.

En esos momentos estaba ahorrando para algo importante.

Después de todo, solo había sido la pantalla, que por alguna razón no había sido el maldito protector, pero gracias a este los cristalitos no se le salían a la pantalla, y aun tenia uso.

Si, primero seguiría ahorrando, ya luego se compraría un celular nuevo.

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Sábados. Aquellos días en los que ambos intentaban salir lo más temprano posible de su trabajo para llegar a casa y pasar un poco más de tiempo posible, además de que también veían una película juntos.

Película la cual escogía uno una semana, y otro la próxima semana.

Aquella semana era el turno del menor, quien normalmente escogía una de terror.

Y, por dios que aquella vez no fue una excepción.

En aquellas clases de películas, ambos se abrazaban mutuamente, con la excusa de que al rubio le daban miedo aquellas películas, pero todos sabían que aquello podía llegar a ser una mentira.

Por dios, si luchaba con villanos que le llegaban a doblar el tamaño, y el salía burlón y victorioso, aquellas películas no eran ni una mierda para él.

En fin, así como veían la película, su pequeña gathija los acompañaba.

Desde que había llegado, está igual se acurrucaba junto a ellos, y comenzaba a ronronear en cuanto su "padre" le daba caricias en la cabeza.

Acto seguido, ella se quedaba dormida.

Esto para ser despertada unas horas después por los dos humanos, quienes, incluso, la llevaban a su habitación para dormir de mejor manera.

Y hay, acurrucados y abrazados una vez más, el pelirrojo le daba mimos en la cabeza al rubio y a la pequeña, no tan pequeña ya, gatita.

Y, antes de que el pelirrojo igual cayera dormido como los otros dos, pensó que, en aquella altura de su día, ni siquiera recordaba los momentos malos de su día.

Su pareja y aquella gatita le alegraban hasta sus días más malos.

Y apreciaba tanto aquello, que esperaba que el viaje que estaba planeando para su pareja y él, le hicieran feliz al rubio.

Y con aquel pensamiento, el igual cayo dormido, quedándose así, los tres dormidos.

Como si de una verdadera familia normal se tratase.

Y es que, después de todo, si lo eran.

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