Trébol de cuatro hojas
A medida pasaban los días, (Tn) dominaba cada vez más su energía maldita. Nanami la hacía trabajar duro y esforzarse al máximo, así mismo, también la obligaba a descansar las horas debidas.
Dos semanas después, ambos acababan de terminar con una misión en conjunto, en la que tuvieron que internarse en un pueblo alejado en busca de un tótem, el cual servía para atraer a los espíritus malignos y encerrarlos dentro de él. No sabían con exactitud quién, o qué estaba realizando dicha tarea, pero al menos habían tenido éxito y completaron el encargo en el tiempo estipulado.
Casi caía el anochecer, cuando los dos caminaban con rumbo hacia donde habían dejado aparcado el automóvil.
—¿Por qué es que siempre tienes que acabar con la ropa sucia o desgarrada? —inquirió Nanami.
Iba a unos cuantos pasos atrás. Guardaba la distancia, así ella no le gastaría alguna típica broma en la cual él resultaría manchado de algo asqueroso.
—Es que... honestamente, intento copiarlo a usted.
—¿Copiarme? ¿En qué cosa? —preguntó esforzándose por ocultar su curiosidad.
—Bueno yo... quisiera hacer todo de manera genial como usted, pero siempre fallo. —dijo algo desanimada.
—Con que era eso —murmuró, sonrojándose ligeramente. ¿De verdad ella lo consideraba alguien genial? No. Debía decirlo porque era alguien muy amable, o quizá... ¿acaso hablaba en serio?
Nanami veía la pequeña espalda de (Tn), mientras avanzaban. Tenía deseos de agradecerle por tenerlo en tan buena estima, y en serio quería alentarla para seguir esforzándose, pero, ¿qué podía hacer para animarla? Habían tantas cosas que podría decirle, pero nada salía de su boca porque simplemente... no era su estilo.
—¡Ah! —exclamó (Tn) repentinamente, quitándole la oportunidad a Nanami, de decir algo con respecto a lo anterior.
—¿Qué? ¿Qué? —veía a todos lados, alarmado—. ¿Qué pasa?
—¡Mire! —le pidió señalando al suelo, para segundos después agacharse. Había fijado su atención en un trébol de cuatro hojas—. Tómelo.
—(Tn), yo no creo en esas...
—¡Tómelo! —le repitió aún más sonriente y ansiosa. Le miró hacia arriba, ya que él estaba parado frente a ella.
—De acuerdo, de acuerdo... —convino él, luego de liberar un suspiro de cansancio. ¿Para qué discutir con ella? Tan sólo quería regresar a casa. Se agachó para cortar la plantita, pero entonces algo repentino sucedió.
—¡Y cayó otra vez! —exclamó (Tn) al saltar hacia él, con la intención de ensuciarlo. No podía permitirle lucir impecable, cuando ella parecía una criatura recién salida de algún pantano.
—¡Ja! ¡Te tengo! —celebró Nanami al cogerla de las muñecas para apartarla. La tenía colgando muy cerca de su cuerpo, frente a él, ya que ella era mucho más pequeña de estatura—. ¡Ya me sé todos tus ataques sorpresa! —alardeó luciendo algo complacido.
—¿Está seguro de eso? —inquirió (Tn), estaba contenta porque al fin había logrado hacerlo sonreír. ¡Cielos! Se veía tan hermoso, que sintió derretir.
—Muy segu... —logró decir, antes de ser interrumpido por un beso que ella le dejó en la mejilla. La colocó en el suelo, sin saber cómo reaccionar. ¿Por qué le había gustado sentir la tibieza de sus labios en la piel de la cara? ¿Por qué no lograba soltarle ambas muñecas?