Epílogo

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Se encontraban en Kamakura, en las orillas de la playa... Estaban descalzos en la arena, bailando lento, mientras se regalaban una sonrisa de tontos enamorados, y se veían con la poca luz que quedaba de los últimos rayos del sol.

Ese, era un precioso rojo atardecer, amenizado por las relajantes olas del mar, y acompañado por la fresca brisa que hacía ondear el largo vestido blanco de manta que (Tn) usaba.

—¿Estás cansada mi amor? —le preguntó Nanami, con un gentil tono de voz.

—Un poco. —respondió ella. Soltó el ruedo del vestido, y lo dejó tocar la arena—. Creo que sí estoy muy cansada. —declaró entre risas.

—¿Quieres que regresemos al hotel?

—Creo que sería buena idea. Ya tiene hambre. —manifestó, sonriendo muy dulce.

—Entonces... —dijo Nanami, poniéndose de rodillas para besar y acariciar el abultado vientre de (Tn). Ah, ¿cómo olvidar cuando ella le dijo que estaba embarazada? Fue el día más feliz de su vida—. démonos prisa.

Pasó que la olvidadiza nunca compró las pastillas que se suponía que debía beber, y dos semanas después de que Nanami fue por ella a Hokkaido, justo al tener nueve días de retraso, ella habló con él. Estaba asustada, y temerosa por la reacción que él fuese a tener.

Fue un alivio para (Tn), el hecho de que Nanami la abrazara fuerte a la vez que le besaba la frente en repetidas ocasiones, agradeciéndole por la sorpresa. Ella temía que él se molestase y la culpara por el descuido de ambos, pero fue todo lo contrario, ya que lucía muy contento.

Nanami nunca se imaginó en una relación seria, y mucho menos convirtiéndose en padre tan rápido, y a pesar de que estaba aterrado (cosa que no le demostró a ella) nada le quitaría esa felicidad que experimentaba. ¿Padre, él? Vaya, ¿quién lo habría pensado?

—¿Me ayudas? —dijo, al dejar caer sus sandalias.

—Claro mi amor —contestó Nanami, al comenzar a asegurarle las cintas del calzado. Se acercó. abrazarle la panza una vez más, y a dejarle muchos besos—. Vaya... sí que está inquieta.

—Sabes que se pone así siempre que tú estás cerca. Creo que le gusta tu voz.

—¿Y a su mamá..., le gusta mi voz?

—Me encanta. —respondió algo coqueta.

—Más te vale —dijo Nanami, poniéndose de pie para darle un beso corto en los labios, y tomarla de la mano. Comenzaron a caminar despacio, de regreso a su suite.

Ya llevaban dos días hospedados en un hotel con vista al mar, relajándose y pasando su tiempo juntos. Sucedió que Nanami consideró que unas pequeñas vacaciones eran bien merecidas, después de tanto trabajo y... las malditas horas extra que tanto odiaba. Bueno, todo valía la pena si se trataba de hacer feliz a su esposa; la más amorosa, ocurrente, atenta y hermosa... ésa, que llevaba en su vientre a su pequeña hija, quien nacería dentro de tres meses.

Él percibía que el tiempo al lado de (Tn) era corto. Deseaba poder congelar cada momento, para que perdurara. Cada día a su lado había sido algo de otro mundo. No habrían palabras para describir tanta dicha.

Le resultaba curioso, el hecho de sentirse tan feliz, ya que nunca pensó que podría llegar a conocer dicho sentimiento, mucho menos que aquello fuese debido a una mujer. Era bendecido al tenerla.

Debido al embarazo de (Tn), ésta, junto a su esposo, con quien se casó hacía tres meses, decidió que dejaría de ser chamán, y se dedicaría a estudiar para llegar a ser una gran pediatra. También podía ayudar a la gente de otras formas.

En cuanto a Nanami, continuaría con su ocupación, y cuidaría de su hija y de su esposa, por lo que le restara de vida.

Quién sabe lo que les deparara el destino, pero por los momentos, eran felices, y disfrutarían de cada instante que compartieran juntos.

La niña imprudente y el amargado oficinista, se amaban, y bueno... continuarían sus vidas deseando poder realizar el "felices para siempre".


Fin

Reckless  ━━  [Finalizado] 《14》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora