Tan sólo... odio las despedidas.
Escuchaba música en sus AirPods, mientras mantenía su cara pegada al cristal de la ventana. Su mirada estaba perdida en los paisajes que se apreciaban a la distancia.
A pesar de que su expresión era neutra, varias lágrimas salían de sus enrojecidos ojos. ¿Por qué le dolía tanto haberse ido?
¿De verdad tenía que irse tan lejos? Bueno, pensó que poner distancia de por medio había sido la mejor decisión, aunque presentía que Gojo-sensei iba a matarla porque se fue sin decir nada. Ah, cuanto iba a extrañarle a él y a los chicos. Se había vuelto muy amiga con ellos. Sí... les echaría mucho de menos, pero por quien más sufriría sería...
Ah... ¿por qué fue tan tonta al enamorarse de su mentor? Claro, como si eso fuese algo que haya podido evitar.
El primer amor, la flechó sin saberlo, y ahora... sólo restaba ser fuerte, poner su mejor cara, y seguir adelante.
Nunca pensó que sería tan duro dejar todo atrás, porque bueno, no se dio cuenta de ello por un buen tiempo, pero Nanami se había vuelto su todo.
Cada que iba a casa al finalizar un ocupado día junto a él, esperaba con ansias porque se llegara el siguiente, para volver a verlo y disfrutar de su compañía y seriedad, porque a decir verdad, hasta eso era algo que amaba de él.
Sonrió al recordar pequeños momentos vividos, en los que le hacía alguna travesura, o lo molestaba con sus ocurrencias. Qué tonta fue al no haber notado antes, que si adoraba gastarle bromas pesadas, era porque entonces él le daba toda su atención.
¿Por qué tardó tanto en diferenciar el amor, de la admiración y el agradecimiento? Era tan obvio lo que sentía, desde el primer momento en que le vio en aquel callejón, cuando por fin, después de cuatro largos años... pudo tenerle frente a frente.
No se soñaba y pensaba a diario a quien te salvó, por mera gratitud... ¡pero qué tonta fue! Bueno, no habría cambiado nada el hecho de haberlo descubierto mucho antes. Nanami nunca llegaría a corresponderla de todas maneras. Al menos se llevaba un bonito recuerdo, uno que atesoraría por siempre. Sus besos y sus caricias, estaban grabadas en su ser...
Elevó la mirada, y sonrió triste, mientras varias lágrimas caían directamente de sus ojos, sin siquiera rozar sus mejillas... pensaba en tantas cosas que sabía que la atormentarían por quién sabe cuánto. Esperaba estar mejor emocionalmente, al volver a Tokyo.
—Nanami-san... —dijo por lo bajo, al enfocar su atención en el color naranja del cielo. Pero qué horrible punzar tan insistente atacaba su corazón.
Viajar en tren, era algo que siempre le pareció relajante a (Tn), pero en ese momento, en el cual se sentía aun más sola de lo que ya estaba... no podía ni siquiera disfrutar del silencio de su vagón, ya que iba sola, no había nadie más que su soledad junto a ella, y el sol de un melancólico atardecer, acariciándole parte de la cara.
Consideraba que marcharse sin decir una palabra fue lo mejor, ya que odiaba las despedidas. Si Nanami la recordaba alguna vez, querría que fuera siendo una tonta, torpe, sonriente y bromista, no como aquella que lloró al decir adiós.
Dolía en su interior, el hecho de recordar lo hermoso que se veía Nanami durmiendo, con una pequeña fracción de la tela de la sábana cubriendo nada mas que su virilidad, mientras que el resto de su cuerpo se encontraba descubierto...