Deseo
«Por favor, pídeme que me detenga...» Pensaba Nanami, mientras besaba a (Tn) con demanda.
Su mente y su cuerpo estaban en total desacuerdo, y bueno, esa extraña sensación que se acrecentaba en su pecho, la cual, no sabría cómo describir... le impedía retroceder. Aún así, no dejaba de meditar en que estaba mal lo que hacían. ¿Pero qué podría hacer? Se sentía incapaz de rechazarla como aquella vez, y vaya que era cosa de la que llevaba mucho tiempo arrepintiéndose.
Cada noche, Nanami abrazaba su almohada recordando la manera en la que se habían besado, lo que sintió al rozar sus labios con los de ella, al apretujarla contra su cuerpo... Se recriminaba el haber huido como un cobarde, dejándola sola, confundida, quizá sintiéndose tonta. Se tachaba de idiota, ya que no pudo notar los sentimientos que ella tenía hacia él.
Se sentía estúpido por creer que sabía todo sobre (Tn), sin embargo ignoraba lo más importante: el daño que quizá le causó aquel día, cuando ella le pidió hacerla suya, y a pesar de ello, se fue sin mas.
¿Debía tan sólo dejar las cosas así? No. No quería eso. Pero entonces, ¿qué les esperaba después de que todo a acabara? Porque si seguía besándola y acariciándola con tanto deseo y pasión, así como lo hacía en ese instante... no podía imaginar qué procedía al satisfacer sus instintos.
¿Dejaría de lado su ética profesional, y su relación mentor-alumna? ¿Cómo sería su trato en adelante, después de que se hayan entregado al momento? Porque si llegaron a distanciarse debido a aquellos besos desenfrenados que intercambiaron... ¿qué rumbo tomarían las cosas luego de tener intimidad?
¡Al demonio! Estaba pensando demasiado, ¿y a quién engañaba? Quería volver realidad su deseo: poseerla..., hacerla gemir, y gritar su nombre.
Escucharla respirar agitadamente, casi entre jadeos, a la vez que le recorría la espalda con la yema de los dedos, sintiendo el calor de su piel... no era bueno para él. Perdía el juicio de a poco, más aún, cuando ella se paró de puntillas y lo abrazó del cuello, halándolo, para profundizar aún más el momento.
Todo empeoró para Nanami, en el instante que (Tn) cortó el beso, para verlo fijamente, mientras deslizaba sus pequeñas manos por debajo de los pliegues de la blazer, guiando la tela en un suave roce, bajando de los hombros. Ninguno de los dos pronunciaba palabra alguna, tan sólo dejaban que las cosas fluyeran.
(Tn), por su parte, era esclava de esa mirada penetrante que no se desviaba ni por un segundo. Sentía temblar, que sus piernas flaqueaban, y también, que su respiración le faltaba... Malditos nervios, ¿tenían que traicionarla de esa manera?
Su estabilidad emocional se vio afectada por todo aquello que estaba viviendo, bueno, ¿alguna vez gozó de tal cosa, si tenía a Nanami cerca? No. Todo era una montaña rusa de emociones si de él se trataba. Había disimulado bien durante meses, hasta el punto de llegar a engañarse a sí misma, pero ahora que aceptaba lo que sentía, no podía retroceder, quería eso, exactamente eso: estar en sus brazos, entregarle su corazón, y junto con ello... todo su cuerpo.
Cogió la corbata de Nanami, tirando de ésta para poder deslizarla con delicadeza de su cuello. Él la observaba desabotonarle la camisa, no podía creer que eso estuviese sucediendo. Dado que ella continuaba ocupada con los botones frontales, él se encargó de los que se situaban en los puños de su camisa, para enseguida, tirar de los pliegues para sacar la tela, de donde ésta se hallaba asegurada con el cinturón.
Al momento de deshacerse de la prenda, dejando a la vista aquellos musculosos brazos, y ese perfecto y remarcado abdomen... (Tn) liberó un suspiro tanto de embeleso, como de ansias. ¡Maldición! ¿Cómo lograba ocultar tanta maravilla debajo de esos trajes de oficinista?