Annabeth, Grover y yo intentamos confundirnos entre la gente, pendientes por si volvían los demonios de seguridad. Seguimos abriéndonos camino, metidos en la fila de recién llegados.
La multitud de espíritus parlanchines empezó a menguar. Tras unos kilómetros caminando, empezamos a oír un chirrido familiar en la distancia. En el horizonte se cernía un reluciente palacio de obsidiana negra. Por encima de las murallas merodeaban las Furias. Tan felices de volver a vernos seguramente.
—Supongo que es un poco tarde para dar media vuelta —comentó Grover, esperanzado.
—No va a pasarnos nada
—A lo mejor tendríamos que buscar en otros sitios primero —sugirió Grover —. Como el Elíseo, por ejemplo...
—Venga, pedazo de cabra. —Annabeth lo agarró del brazo. Joder, casi olvido esta parte. Antes que siguieran avanzando, los detuve.
—Grover, quítate las zapatillas —le ordene
—¿Por qué? —me pregunto completamente confundido.
—Solo hazlo
Podía sentir su duda, pero no refuto ni nada, hizo lo que le pedí. Las zapatillas desplegaron sus alas y se fueron volando hacia el maldito pozo.
—¿A dónde van? —pregunto Grover
— Directo a la entrada del Tártaro
Tragó saliva. —¿Cómo? —no respondí, él suspiró—. Bah, nunca me gustaron esas zapatillas.
—¿Esas son las zapatillas que les regalo Luke? — Annabeth evitaba mi mirada, supongo que ya se dio cuenta
—Si— pero no pude evitar redificarme al ver su el dolor en su mirada — pero de seguro debe haber una razón, él no nos haría daño
—Esa ni tú te la crees— mascullo con tristeza, parecía murmurar algo mas pero no alcance a escuchar.
Llegamos al jardín de Persefone y Annabeth tuvo que arrastrarnos a mí y a Grover, fuera del alcance de las granadas, que puedo decir, olían exquisito.
Subimos por la escalinata de palacio, entre columnas negras y a través de un pórtico de mármol negro, hasta la casa de Hades. El zaguán tenía el suelo de bronce pulido, que parecía hervir a la luz reflejada de las antorchas. No había techo, sólo el de la caverna, muy por encima. Cada puerta estaba guardada por un esqueleto con indumentaria militar.
—¿Sabéis? —murmuró Grover—, apuesto lo que sea a que Hades no tiene problemas con los vendedores puerta a puerta.
La mochila me pesaba una tonelada.
—Bueno, chicos —dije—. Creo que tendríamos que... llamar.
Un viento cálido recorrió el pasillo y las puertas se abrieron de par en par. Los guardias se hicieron a un lado. —Supongo que eso significa entrez-vous —comentó Annabeth. Sentado en el trono estaba mi tío favorito, Hades. Y no estaba muy feliz de verme que digamos.
—Eres valiente para venir aquí, hijo de Poseidón —articuló con voz empalagosa—. Después de lo que me has hecho, muy valiente, a decir verdad. O puede que seas sólo muy insensato.
—Señor y tío, vengo a haceros dos peticiones.
Hades levantó una ceja. Cuando se inclinó hacia delante —¿Sólo dos peticiones? —preguntó Hades—. Niño arrogante. Como si no te hubieras llevado ya suficiente. Habla, entonces. Me divierte no matarte aún.
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Nuevo comienzo (Pausada)
RandomLos dioses no ayudaron contra la guerra de los gigantes y nuestros héroes perdieron la batalla. pero las Moiras les da una nueva oportunidad. Soy pésima en dando descripciones, pero espero que lo disfruten, no soy buena redactando las personalidad...