¡¡¡HICE LLORAR A TYSON!!! ¡¡¡SOY EL PEOR HERMANO DEL MUNDO!!!

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ESPERO QUE LES GUSTE Y POR FAVOR ME DEJAN SUS COMENTARIOS, ME GUSTARIA SABER MUCHO SU OPINIÓN.

CUALQUIER FALLA ORTOGRAFICA O INCOHERENCIA ENCONTRABA,ME LO INFORMAN POR FAVOR

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Intentaba desaparecer todo rastro de que indicara que había llorado, antes que llegara Annabeth y Tyson.

¿Qué ocurre? — preguntó Annabeth — ¡Te he oído pidiendo socorro!

¡Y yo! —dijo Tyson — Gritabas: ― ¡Nos atacan cosas malas!

Después les explico, ahora debemos abordar un crucero. — les pase los petates amarillos — antes que nos convirtamos en alimento para las arpías, y yo soy muy malo para la digestión, así que les hare un favor al no dejarles devorarme.

Ya empezaba a oírse un chillido a lo lejos: era la patrulla de arpías, que habían olfateado nuestro rastro.

No protestaron y se pusieron los petates, pero vi en pánico en los ojos de Annabeth al darse cuenta que Tyson vendría con nosotros sí o sí, pero no dijo nada. Tenía que hacer algo con su trauma con los ciclopes.

Está bien —dijo Annabeth— ¿Cómo vamos a subir a ese barco?

Espera — me dirigí hacia el agua —Padre, necesitamos tu ayuda —dije levantando un poco la voz— Tenemos que subir a ese barco antes de que nos devoren y tal, así que...

Al principio no pasó nada. las olas siguieron estrellándose contra la orilla como siempre. Las arpías sonaban como si ya estuvieran detrás de las dunas. Entonces, a unos cien metros mar adentro, surgieron tres líneas blancas en la superficie. Se movían muy deprisa hacia la orilla, como las tres uñas de una garra rasgando el océano.

Al acercarse más, el oleaje se abrió y la cabeza de tres caballos blancos surgió entre la espuma.

Tyson contuvo el aliento.

¡Ponis pez!

¡Hipocampos! —dijo Annabeth — Son preciosos.

El que estaba más cerca relinchó agradecido y rozó a Annabeth con el hocico.

Ya los admiraremos luego —dije — ¡Vamos!

¡Ahí están! —chilló una voz a nuestra espalda— ¡Niños malos fuera de las cabañas! ¡La hora del aperitivo para las arpías afortunadas!

Había cinco de ellas revoloteando en la cima de las dunas: pequeñas brujas rollizas con la cara demacrada, garras afiladas y unas alas

ligeras y demasiado pequeñas para su cuerpo. Parecían camareras de cafetería en miniatura cruzadas con pingüinos; no eran muy rápidas, gracias a los dioses, pero sí muy crueles si llegaban a atraparte.

¡Vamos! — estaba ansioso o nervioso, no sabía cómo decirlo. Me sentía observado, temía haber llamado la atención de algún Dios o peor de los titanes o Gea. Pero pensemos positivo y tal vez simplemente se trate de las Moiras que observan mis avances o Hermes tratando la forma de vengarse por la manera en cómo le hable. Si eso está mejor.

Recogimos las bolsas y montamos en nuestros corceles.

¡Arre! —dije. El hipocampo dio media vuelta y se zambulló entre las olas. Annabeth y Tyson me siguieron.

Nuevo comienzo (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora