꧁Capítulo I꧂

40 16 7
                                    

El supermercado estaba sumido en silencio y oscuridad.

Solo, caminé por la tienda como un pez migratorio. En mi cesta metí arroz empaquetado, una lata de sardinas y una botella de agua mineral.

Me paré enfrente del puesto de revistas.

Aunque había llegado el invierno, las revistas colocadas aquí sólo hablaban de cosas relacionadas con el verano. Modelos llevando bañadores sonreían en las portadas. También intenté sonreír como esas Modelos, pero el reflejo de mi rostro en el cristal de la ventana no poseía ningún atisbo de una sonrisa. Aunque sea una sonrisa de Famoso, diría que si la ves cada día no te sentirás feliz.

Con todo lo necesario, salí del supermercado.
Por supuesto, sin pagar.

Los humanos que solían trabajar como cajeros ya no existían.

Me comí la cena al lado del zumbeante y ruidoso generador eléctrico. Calenté el arroz, abrí la lata de sardinas y me bebí la botella de agua mineral.

Mi habitación estaba en la cuidad de Toronto, Canadá. Era una habitación de sólo seis tatamis.
A través de la pequeña ventana, vagamente, podía ver altos edificios y calles ampliamente ordenadas y monocromáticas, todo, entonces, envuelto por la luz de la luna.

No habían familias con las luces encendidas: los altos edificios residenciales parecían tumbas negras.

Quizás realmente fueran tumbas, para los humanos que ya no existían.

En realidad, como estudiante universitario, no tenía ni idea de por qué había ocurrido.

Al principio, sólo vi en una noticia de un diario que una misteriosa fiebre había empezado a surgir en América Central. No mucho después, se volvió una enfermedad pandémica en América. Después de América, Europa, y entonces África, y Asia... La plaga alcanzó el mundo entero.
Probablemente nadie sabía el por qué o cuándo empezó.

La mayoría de los humanos no la superaron.
Solamente medio año después, la raza humana fue exterminada.

Siendo sincero, ni yo mismo sabía por qué seguía vivo.
Quizás tuve suerte, o a lo mejor tenía algún tipo de anticuerpo especial.

-Pang! Pang!-
La pelota golpeaba la pared repetidamente, haciendo tal sonido.

De vez en cuando jugaba al tenis. Ciertamente no había nadie que pudiese jugar conmigo, así que simplemente jugaba con la pared.

-Pang! Pang!-
La pelota seguía volando de mí a la pared y de la pared a mí.

Al poco tiempo me cansé y me tumbé en el suelo.

Cielo celeste.
Pájaros piando.
Aire fresco.

Aunque los humanos habían sido exterminados, el mundo no había cambiado ni un poco.
Algunos podrían creer que eso es increíble, pero me lo tomé como algo natural.
Los humanos siempre habían sido una existencia insignificante.

Cerrando los ojos, regulé mi respiración sin prisa.

Poco tiempo después, de repente, escuché maullidos de gatos de algún sitio. Maullaban y ronroneaban.

Qué raro, siempre habría pensado que los gatos ronroneaban para pedir comida normalmente, pero no habían humanos, y con ello ninguna razón para que ronroneasen. Aun así los sonidos de su ronroneo se acercaban gradualmente.

Me levanté en pánico

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me levanté en pánico. Estaba sorprendido. Eran como cien.

-"Ohhh!"-.
Grité como reflejo.

Habían pasado cinco meses desde que vi al último humano.
Por ello creía que era el único humano y que no existía ninguno más.

A lo mejor la persona delante de mí tan sólo era una alucinación, una alucinación creada porque no soportaba más la soledad.

Pero estaba totalmente equivocado...
Porque en ese momento nuestros caminos se cruzaron.

☺︎︎• Snow •☹︎ [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora