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Atenea

¿Cómo llegó esa sangre ahí?

¿Qué le pasó? ¿Por qué proviene de él?

Me senté en el borde de la cama con un nudo en la garganta al ver de cerca su estado. El charco de sangre se sigue expandiendo un poco más llenándome de miedo e incertidumbre. Él sólo me mira a los ojos, como si no quisiera hablar. Pero mi desespero crece y la angustia también.

—¿Qué diablos te pasó? —hablé en un tono alto. Jason está envuelto en sábanas así que no puedo ver de dónde proviene toda la sangre.

—No es nada... —no lo dejé terminar.

—¡Estás sangrando! —exclamé. Luchando contra el nudo que se forja más potente en mis cuerdas vocales—. Dime qué te paso...

—Es solo un pequeño corte... —No es el momento para calmarme y decirme palabras que actúen como tranquilizantes.

Mi novio está delante de mí desangrándose por alguna parte de su cuerpo. En la cama, sin fuerzas y solo. No sé hace cuanto tiempo está ahí ni qué fué lo que le pasó. Aunque todo me lleva involuntariamente hacia una persona; Asher.

Pero no, no puede ser él. Él ni siquiera sabe en dónde estamos ¿No? Nos fuimos de la ciudad, estemos lejos de nuestra familia y de todo aquel que él pueda conocer. Además, Asher ni siquiera sabe que nosotros tenemos una relación. No hay forma de que él sepa que Jason y yo estamos en el mismo lugar, ¿no?

Comencé a desenvolver a Jason con cuidado de las sábanas. Si él no quiere decirme en dónde está la herida ni que sucedió aquí en mi ausencia, yo misma lo buscaré.

Sangre.

Vi un gran círculo de sangre esparcirse por su propio cuerpo llenándolo de ese líquido rojizo y maloliente. Enfoqué el lugar del que provenía su plasma y me retracté de cualquier pensamiento precipitado, porque provenía de su propia herida.

Se había abierto.

La mayoría de los puntos se habían desatado dejando la carne que aún no había cicatrizado como si no fuera parte de su cuerpo. Hacia fuera, débil, suave y dejando que la herida se abriera casi en su totalidad expulsando sangre a montones.

Había superación, sangre seca, un ligero pus y una gran hinchazón en esa zona.

—Se desató la herida... —hablé casi sin fuerzas. Verlo así me destroza. Me mata— Tienes... tienes sangre seca, Jason. ¿Desde cuándo estás así?

—Hace cuatro días. —sus ojos se ponen en blanco sin él poder controlarlo. Me apresuré a reaccionar y poner las manos sobre su herida haciendo presión en la misma carne tratando de evitar que siga saliendo sangre.

—¿Hace... hace cuatro días se abrió tu herida y no me habías dicho nada? ¿Con qué objetivo me lo ocultaste?

—No quería que te preocuparas, Diosa.

—Pues por no querer que me preocupe haz perdido muchísima sangre, Jason... —contuve mis lágrimas. Este no es momento de llorar, sino de pensar rápido y tratar de buscar soluciones— Tenemos... que ir al hospital. —La sangre sigue saliendo pese a que estoy tratando de evitar eso— ¡Estás perdiendo mucha sangre!

Sus ojos cada vez reflejan más lo débil que se va poniendo y lo mal que está.

—Dame las manos. —las extendió con pereza. Puse ambas encima de la herida provocando un gemido de dolor por parte de Jason. Me levanté de inmediato de la cama— No sueltes la herida, llamaré a Dylan para que nos lleve al hospital.

PERMITIDO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora