17

377 28 1
                                    

────── ──────

Jason


Abro los ojos lentamente teniendo que luchar con mis párpados pesados y latentes.

Me topo con una escena que prácticamente ya viví antes. Yo en una cama de hospital, con aparatos pasándome oxígeno y otros sangre. Me duelen los músculos porque los siento contraídos y mover las manos me da calambres. 

Giro la cabeza a mi derecha y me sorprendí. ¿Qué hace mi padre aquí? Parpadeé dos veces para rectificar que no es una alucinación de mi cabeza. Pero no, está ahí. Justo al mano mío, recostado en una camilla al igual que yo, pero consciente y con los ojos abiertos.

—¿Papá? —pregunté, sin creérmelo aún— ¿Qué haces aquí?

—Necesitabas sangre urgentemente —contestó— Y yo jamás dejaría que algo te pasara, así que aquí estoy.

Me sorprendió muchísimo y admito que de un momento a otro me arrepentí de tantas cosas. Pese a todo, aquí estaba él salvándome otra vez el pellejo. Arriesgándose él solamente por mí, en cambio yo no he sabido darle más que problemas y dolores de cabeza a lo largo de toda mi vida.

—Gracias —no pude contener la sonrisa espontánea que se dibujó en mis labios. «Aún te quiere»—. ¿Te puedo hacer una pregunta?

—Claro.

—¿Y Atenea?

—Ella está fuera. No se ha despegado ni un solo segundo —me doy cuenta que no habla con rabia ni recentimiento. Sino que parece que ya ha superado un poco el tema de la relación de nosotros— Estaba tan desesperada que fué a nuestra casa con Hannah, creó un plan para que no supiéramos que eras tú el que necesitaba ayuda y no nos negáramos. Pero cuando salió mal, se paró enfrente de toda la familia y me pidió ayuda. Todo por salvarte.

¿Es la mujer de mi vida? Sí.

No existe persona en este mundo que me haga dejar de amar a mi Atenea. Ni siquiera la mujer más exótica y venerada del mundo, ni la que tenga más experiencia. Porque para mí ella es perfecta como es, es la más hermosa, la más inteligente, la más justa, la más amable, la más fuerte.

Cualquiera en nuestra posición no habría aguantado nada. Pero nosotros hemos podido con todo lo que se nos ha puesto en el camino.

Y yo pretendo que sea así por el resto de mi vida.

Solo espero no decepcionarla nunca, porque no me perdonaría hacerlo otra vez. Verla derramar lágrimas por alguna estupidez que cometí me partiría el alma.

Sabes que puedes perderla.

Me niego. Me rehúso. Si tengo que mantener oculto esa mierda para siempre lo haré con tal de que no perdamos lo que tenemos. ¡No me permitiré dañarla otra vez!

—¿La amas mucho, verdad? —me preguntó mi padre.

—No podría darle un tamaño a lo que siento por ella —Él sonrió y extendió su mano hacia mi camilla para recostarla sobre la mía.

—Perdóname, hijo —De inmediato, sus ojos se llenaron de lágrimas—. Me comporté como un auténtico estúpido, la rabia del momento me jugó una mala pasada. Hagas lo que hagas yo debo cuidarte así tengas cien años porque eres mi hijo y ese día en el hospital no lo hice. Los dejé irse a la calle a pasar penurias, me imagino que sin un techo ni un centavo —solloza en lo que habla. Y se nota que está sintiendo lo que dice—: Sé que la pasaron mal, tanto que mírate aquí otra vez, estuviste a punto de morir y yo estaba en una maldita cena riendo. Necesito que me perdones, sabes que amo a mi familia pero jamás he pensado como ellos. Simplemente... me dejé guiar por sus pensamientos, que son más retrógrados que los míos.

—Tú no tienes que pedir perdón, papá —hablé en serio—. Eso debo hacerlo yo, toda mi vida te dí problemas, ya era hora que me enfrentara a algunos yo solo.

—Y aunque no lo comparta, apoyo tu relación con Atenea —eso me alegra. Nada me va a separar de ella, pero que mi padre diga eso me da aún más fuerzas—. Se aman, y el amor es más importante.

—Gracias, muchísimas gracias —Al fin. El apoyo de mi padre.

────── ──────

Caleb


Me retuerzo en la cama sintiendo como mis músculos rugen de una forma dolorosa. El olor de la habitación es asqueroso, pero nada se compara con mi pedante estado. Sucio, maloliente, cortado y golpeado. Admito que doy asco, pero me da completamente igual sentirme así.

La sangre seca me da comezón y un olor no tan agradable. Mi cabello está sucio y pegado a las heridas que tengo en mi frente, haciendo que la zona sea aún más lamentable. 

Alguien abrió la puerta, unos tacones de mujer hicieron ruido en el suelo de madera y se acercó a mí a pasos rápidos.

—¿Qué mierda te pasó, Caleb? —me pregunta Scarlett con una voz aguda realmente irritante— ¿Otra vez? ¡¿En serio otra vez?! 

—Cállate, y tráeme un vaso de agua. —Refutó pero se acercó a la nevera, tomó lo que le pedí y me lo entregó.

—¿Hasta cuando seguirás así? ¿Eh? Parece que no te bastó con vender la casa que te heredaron tus padres para gastar el dinero en pura droga, sino que también quieres terminar siendo un maldito excremento comido por los gusanos.

—¿Y por qué te importaría a tí eso? Mejor déjame en paz, no he pedido tus consejos.

Ella suspiró—. ¿Cuántas veces debo decirte que te amo y que no permitiré que termines matándote a ti mismo por tu estilo de vida? Me preocupas, Caleb. La droga está acabando con lo poco que queda de tí.

—¡Déjame en paz! No eres mi madre.

—Pero quiero lo mejor para tí, entiéndelo de una vez.

—¿Quieres lo mejor para mí? Entonces vé y mata y Jason ¿Qué te parece?

—¿Qué, de qué hablas? —Rodé los ojos. Maldita imbécil.

—¿Por qué crees que fué esta paliza, mi amor? —le hablé con una notoria ironía— Porque fuí a buscar droga y la gente que estaba ahí me golpeó porque según ellos, 'soy amigo' de Jason Weller. ¿Qué te parece eso? 

—Pero... no entiendo. ¿Quién te haría algo así por el simple hecho de ser amigo de Jason? No tiene sentido, y te diré algo —me miró de una forma más ruda. Uhm, rico—, Si estás intentando mentirme por tu maldito afán de querer poner a todo el mundo en contra de Jason, me enfadaré muchísimo y...

La tomé por el cuello al instante haciendo que se callara y enfocara su boca en respirar pacientemente para no ahogarse.

—¿Y qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Castigarme o ponerte del lado de él, mi amor? —La solté de un tirón y me recosté nuevamente en la cama, mirando el techo fijamente.

—Estás loco, Caleb.

—¿Sabías? Ya estoy harto de pagar por las estupideces de Jason, me cansé de recibir yo los atracones cuando él es el que merece morir como la rata que es. —Sonreí antes de mirarla— Pero lamentablemente yo no tengo los suficientes recursos para hacerlo pagar, porque por más que me arruine el ego decirlo, él puede más que yo.

—Caleb, basta.

—Pero sé de alguien contra el que Jason no puede luchar, y estoy más que seguro que estará dispuesto a hacer lo que sea con tal de ver a ese malnacido bajo tierra. —Sería tan bueno verlo fuera de este mundo— Sé que no está conforme con lo que ha pasado, pero si nos unimos, podremos acabar con él.

—¿De quién demonios estás hablando?

—Ya lo sabrás, mi amor.

PERMITIDO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora