Smargiasso

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Un fuerte calambre apareció en mi cabeza y tenía la sensación que ésta iba a estallar. La luz entraba en la habitación y los rayos de luz en mi rostro junto con el olor a tabaco me hicieron abrir los ojos. Me tomó unos segundos poderlos abrirlos del todo para poder ver enfrente de mí su figura y pegar un bote que me hizo sentarme en la cama.

Damiano estaba apoyado en la pared mirándome fijamente mientras fumaba de su cigarro. Iba sin camiseta y llevaba únicamente unos pantalones. Mis ojos repasaron su perfecto dorso y tragué saliva antes de volver a mirarlo.

- Buenos días signorina Caruso, ¿descansó usted bien? ¿necesita que le traiga el desayuno a la cama? - soltó el italiano sin un ápice de humor en su rostro mientras seguía llevándose el cigarro a los labios - ¿Cómo calificaría su estancia en esta suite? - soltó antes de echar el humo por la boca.

Estaba completamente avergonzada y de seguro que mi rostro lo demostraba. No sabía qué decir y volví a repasar que me encontraba en su cama y con una ropa que ojalá no fuera suya.

- Y el tema de la ropa, ¿es de su talla?

Mierda.

- Por favor, dime que la camiseta no es tuya - solté pasándome la mano por la frente. La cabeza realmente me iba a explotar.

- Adivina - dijo en un tono burlón.

No podía mirarlo sin camiseta, me estaba empezando a poner nerviosa y eso no ayudaba.

- Lo... Lo siento, iba demasiado borracha para saber dónde estaba - mentí mirando al suelo.

- Se pillar a las mentirosas como tú Caruso - volvió a llamarme por mi apellido y me resultaba extraño porque nadie lo hacía - Realmente aún no sé por qué sigues en mi cama - hizo énfasis en las dos últimas palabras y despegó su espalda de la pared para acercarse un poco más a la cama.

Ese tono me molestó y no oculté lo mucho que me tocaba las narices su actitud.

- ¿Tú siempre vas con esa prepotencia o cómo funciona la cosa? - le dije asesinándolo con los ojos mientras me levantaba - Sabes, mejor ni me respondas. No tengo interés en seguir hablando contigo.

Me encaminé a la puerta. Damiano no había pronunciado palabra hasta que al pasar por su lado me cogió del brazo haciéndome retroceder.

- Quítatela.

- ¿Perdona? - lo miré con confusión y sus ojos bajaron hacia la camiseta - Estás de coña.

- Encima de allanamiento pretendes que te preste mi ropa.

- Damiano - dije con paciencia - primero, suéltame. Segundo, no me pienso desnudar para darte tu maldita camiseta. ¿Acaso no puedes esperarte 10 minutos a que me pueda cambiar en el baño, o eres un maldito pervertido?

No voy a mentir, estaba nerviosa. Su cálido contacto contra mi piel producía corrientes en mi cuerpo.

- Entonces, te la tendré que quitar yo - me susurró con su típica sonrisa burlona en el rostro.

Me quedé paralizada en el sitio sin saber qué decir. Eso pareció hacerle gracia a Damiano el cual soltó una carcajada.

- Eres demasiado inocente - soltó mi brazo y se dio la vuelta.

Sentí rabia, ¿quién era para llamarme inocente o no?

Sin querer pensarlo dos veces sujeté la camiseta por los bordes y la deslicé por mi cabeza lanzándola por el suelo. Obviamente lo hice porque llevaba sujetador. Al menos mi conjunto de ropa interior no era muy hortera y era entero negro con ligeros encajes. Nunca me había avergonzado de mi cuerpo. Tenía mis curvas y mis imperfecciones, pero me sentía muy segura en cuanto a eso. 

[ MARLENA ] DAMIANO DAVIDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora