capitulo 25

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Lo siento

Alaska

Impotencia.

La impotencia podía llegar a ser cruel, ella permanecía siempre allí, instalada como un gusano o una liendre, molesta, era la que me mantenía atada, atada a mi dolor y sumamente a mi propio coraje. Todos los días se encontraba conmigo, vivíamos juntas y no hallaba la forma de echarla.

¿Cómo se sentía vivir bajo los pies de la culpa y el horror? 

Era jodido, era mucho más que eso, la presión en mi pecho, las lágrimas que fluyen dentro de mi y la lucha entre hacer lo correcto o hacer lo malo y querer que todo a tu alrededor se volviera mucho más rápido, que no pienses y solo vivas las escenas felices saltando las partes donde no querías estar o mejor dicho afrontar.

Me sentia una cobarde, una idiota, al verlo a él me preguntaba que hacia yo metiendome en su camino, no era buena, ni para él, para nadie y mucho menos para mi misma. Quería perdonarlos, a mi padre que aunque representaba todo lo malo en el mundo yo aún lo quería, porque en mi mundo él figuraba en una categoría importante, el padre de Roger porque aunque no justificaba sus errores, yo creía aún que Roger en algún momento podría perdonar a su padre  y manejar su pérdida. Quería apostar por todos, por mi, por Will…

Oh Will, no sé en qué momento te metistes tan profundo en mi corazón, tú eras mi carcelero y yo era tu presa, presa de tu amor, encadenada a tu cariño, me hacías sentir la persona más afortunada y a la vez la más desgraciada. Afortunada por tenerte en mi vida, por que me elegistes a mi y lo sigues haciendo, ¿qué pasa cuando amamos tanto a una persona que no nos importa si eso puede llegar a crear un problema mayor? No me importaba y eso era lo peor. 

Desgraciada también era una buena palabra para describirme, desgraciada por no querer soltar a este maravilloso chico, el que me miraba como todo su mundo. 

Me sentía cansada, aquí mirándolo a él, sonriendo mientras cocinaba algo para los dos, me maravillaba de lo que es estar enamorado; con Owen no se sentía así, era mágico pero no totalmente pleno. Con Will era más que querer estar con él, más que simples besos y más que una conexión. 

Porque él vio mi alma, observó mis sombras y no se asustó, no huyó a pesar de que yo sabía que él solo vio una mínima parte del cristal roto. 

-Dejame decirte que eso se ve delicioso - le comenté aunque en realidad tenía todo un desastre en la cocina, salía humo de una de las ollas y empezaba a temer que destruyera mi alacena. Le sonreí burlonamente a lo que él chasqueó la lengua en desacuerdo.

-Te advertí que no era buen cocinero - me señaló primero con una cuchara y luego a su intento de pasta. Que en realidad parecía más una bola de masa debajo del agua hirviendo. 

-Ni que fuera tan difícil hacer una simple pasta - volteé los ojos, me coloqué de pie y apagué la cocina - has arruinado mi cocina. Que desastre. 

-Ya, ¿por qué no mejor pedimos pizza o arroz chino para comer? - caminó hasta mí, tomó mi cintura y me dio un rápido beso. Achiqué los ojos 

-Estas seduciéndome para no tener que cocinar y limpiar? 

-basicamente si, pero ve el lado bueno si pedimos comida no terminarás con un dolor de estómago - sonrió astuto, resoplo y asentí. 

-Vale pero tu pagas y lamento decirte que tienes que limpiar todo este desorden - mostré con mi palma extendida el cumilto de sartenes, bolsas y cubiertos regados por doquier. 

-Puff mas tarde, señora mandona - tomó su teléfono y se giró hacia la sala, imaginé que estaría pidiendo la comida. 

Volví a rodar los ojos, limpie un poco el desastre que causó Will, fue inesperado como llegó a mi casa con un montón de comida diciendo que hoy me consentiría con una especialidad que más adelante expresó como "Pasta sazonada por el caliente novio que tienes" sin embargo por más que le advertí que debía cocinar a fuego lento no me escuchó y todo se le quemó. 

Las Mentiras Que Callas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora