PERDIDAMENTE © (Libro 1)

V E I N T I T R E S

● Capítulos finales 3/3 ●

Jimin corrió por los pasillos del piso cuatro buscando la habitación veintiséis. Sus padres y la recepcionista corrían detrás de él, intentando detenerlo, pensando que estaba tendiendo algún tipo de ataque de pánico o de delirio.

Encontró la habitación y se detuvo frente a la puerta. Tomó aire. Sus músculos se tensaron y su mano tembló al sostener el cerrojo. Cerró los ojos y respiró hondo. Abrió la puerta y sonrió, pero al abrir los ojos, su sonrisa se desfiguró en un segundo: la habitación estaba vacía, y un señor la limpiaba.

—Yoongi... —susurró con dolor al ver la habitación vacía.

Su madre corrió hacia él y lo abrazó con fuerza; entendía por lo que su hijo debía estar pasando.

—Lo siento mucho, hijo.

—Ya se fué...

—Lo sé, lo siento —le dió un abrazo comprensivo.

Su padre se acercó a ellos y se metió para hablar.

—Hijo, escucha, con tanto alboroto olvidé por completo decirte, pero mientras tu dormias tu amigo fué a verte. Me pidió que los dejara solos, pero no pude hacerlo. Así que me senté a un lado de la habitación y dejé que te hablara. Él se sentó a tu lado, lloró mucho, te tomó de la mano y te observó por un largo rato. Luego escribió algo en un papel... —metió la mano en su bolsillo y urgó dentro de él, luego dejó un papel doblado en la mano de su hijo.

Jimin miró el papel sobre la palma de su mano por unos largos segundos, pensando muchas cosas. Cosas que sabía que le dolerían. Tomó aire y lo leyó:

"Quizas nuestro destino era estar juntos una limitada cantidad de tiempo. Quizás estabamos destinados a encontrarnos, aprender a querernos, y dejarnos ir.
Porque como tú me dijiste una vez, 'dejar ir a una persona que quieres, es más valiente que aferrarte a ella', y ya lo entendí.
Yo cumpiré con la condena en el reformatorio, y tú prometeme que te cuidarás, y cuida a Parkmin también.
Y por favor nunca me olvides, yo no lo haré.
Te quiere por siempre, Yoongi."

Hizo una mueca intentando contener el llanto, pero por más que lo intentó, fué demasiado evidente, y la tristeza le ganó. Lloró al doblar la nota, y la sostuvo contra su pecho mientras su madre lo apretaba en un abrazo.

Era todo: él lo había devuelto a salvo como le había prometido, y ahora se había ido.

Sólo quedaban en su mente los recuerdos que habían vívido juntos, y cada segundo en que lo hizo sentir a salvo y seguro, en que lo hizo sentir querido. Quedaba también la incertidumbre de si alguna vez, quizás en años, o quizás en otra vida, volverían a encontrarse. Pero de algo estaba seguro: jamás se olvidaría de él y de todas las cosas que habían pasado juntos.

—Quiero irme a casa... —dijo Jimin en un suspiro, limpiando sus lágrimas con las mangas de su camiseta.

—Claro, hijo, tienes que descansar. Recogeremos al gato y tomaremos el primer vuelo a Corea.

Jimin asintió y tomó aire recomponiendose. Entendía las palabras de Yoongi, entendía que lo que había sucedido el tiempo en que estuvieron perdidos era solo eso: tiempo fuera de la realidad. Y debía regresar a la suya lo más rapido posible para continuar con su vida.

Así como lo había dejado entrar en su corazón, de la misma forma debía dejarlo ir... aunque le doliera.

—Tus amigos te esperan en casa con una bienvenida —dijo el papá intentando animarlo mientras caminaban hacia su habitación para juntar sus cosas.

—No tenías que decir eso, ¡se suponía que era una sorpresa! —se quejó su mamá.

Jimin sonrió al escucharlos; los había extrañado mucho.

Una hora más tarde, revolvía sus cosas mientras las recogía para abandonar el hotel, y de repente, recordó algo:

—¿A dónde está la ropa que traía puesta cuando me encontraron?

—La tiramos, hijo. Estaba destrozada —contestó su mamá.

Jimin asintió y agachó la cabeza entristecido.

—Ah, pero por las dudas... —prosiguió ella, y se acercó a la mesa de noche para tomar una pequeña bolsa de plástico—. Esto es lo que había en los bolsillos. No sé por qué lo guardé, yo solo... —suspiró—, supuse que querrías guardar algo de eso.

Jimin arrebató la bolsa de sus manos y la abrió rápidamente. Sus ojos se llenaron de lágrimas y sonrió ampliamente: la piedra agujereada que Yoongi le había dado estaba allí.

La tomó, la apretó fuertemente con su mano y la llevó a su pecho. Suspiró hondo, se la colgaría como un collar para llevarla consigo todos los días.

Cerró los ojos intentando grabar una imagen clara de Yoongi en su cabeza: sus ojos, sus manos, su calor y sus besos, para así, nunca jamás olvidarlo.

Fin.

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Otras de mis historias:

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