Tiempo de fiesta.

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No me sorprendió que al regresar de nuevo a la casa Charlotte se reuniera con las chicas, sin siquiera darme una mirada. El camino de vuelta fue en silencio, pero al menos no tan incómodo como había sido el de ida. Charlotte hasta me había preguntado por mi canal de YouTube cuando me vió que grababa el muelle de noche, y se mostró interesada.

Aún así, no dejo que me afecte. El chico de la playa, Will, tiene mi número. Y eso raramente me alegra el día.

Soy la última en entrar a la casa. Las demás chicas estaban esperando a Charlotte en el jardín, y mientras entraron a la casa, decidí entretenerme en la camioneta, como si hubiera estado buscando un protector de lente.

Cierro la puerta detrás de mi espalda y camino por el pasillo que conecta al recibidor. Todos los chicos, excepto por Ricci, están ahí. Miran hipnotizados sus telefonos celulares, sin darse cuenta de lo que sucede alrededor. La señal de Wi-Fi sólo alcanza aquella habitación. Hay una computadora en cada dormitorio, las cuales nadie usa. Las sillas son demasiado altas y debes estar agachado para ver la pantalla, lo que da por resultado un horrible dolor de cuello.

- Miren quién está aquí. - Exclamó Jay, el lindo moreno musculoso.

Yo llevo desplomada en el mismo sofá por cinco minutos. Mis pies están hinchados y las agujetas me aprietan.

- Hola. - Los saludo.

- ¿Qué tal estuvo? - Pregunta Scott. Ni siquiera está viendome, sino que está tomandose una fotografía con su celular mientras besa el músculo de su brazo.

- Bien. - Contesto unos segundos luego.

- ¿Las brujas fueron amables? - Pregunta Guz. Está recostado sobre la alfombra, de cabeza, con los pies sobre un sillón.

- Solo trabajé con Charlotte. Nos separaron. - Le expliqué.

Guz se levanta muy rápido que su cabeza choca contra la mesita de noche. Retengo una risita.

- Wow. No tan rápido, Sophia. - Dice, tomandose la frente con su mano.

Me he ganado la atención de los hombres, y justo ahora que no quiero hablar y hacerme ilusiones respecto a tener una amiga.

- Sí. No es la gran cosa. Sólo repartimos unos cuantos folletos y otras cosas... - Condones.

Jay hace una mueca de asco.

- Yo también hice eso. - Gruñe. - Cometí el grave error de llevarme la ropa interior que me aprieta el trasero. Espero que no hayas pasado por eso, Sop. -

Niego con la cabeza, divertida.

Scott le da un golpe en la nuca y me sonrie. - No hagas caso. Jay puede tener diarrea verbal muy seguido.

- ¡Oye! Es Sophia. - Replica como si fuera obvio. - Ya la hemos adoptado. Es una de nosotros.

- No sé por qué me siento perro. - Digo.

- De cualquier manera, - Scott toma una cara seria. - si Charlotte te hizo algo podemos ponerle pegamento en su shampoo. - Susurra.

- No, ella fue buena. - Los recuerdos del chico escribiendo mi número en su brazo vinieron a mi cabeza.

- Ugh. Qué raro. - Jay entorna los ojos con desagrado. - Deberías cuidarte de Charlotte. Suele ser una perra la mayor parte del tiempo. -

- ¿Disculpa? - Alguien pregunta.

Veo a la chica caminar al interior de la habitación. Trae una camiseta grande color blanca, un moño desaliñeado recoge su cabello, y anda descalza. Busca asiento a un lado de Guz y coloca sus piernas encima de los muslos de él.

Una hipster en Geordie ShoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora