¡Vamos a la playa!

638 31 6
                                    


Una semana ha transcurrido y cada mañana tengo un desayuno traído de McDonald's por Scott. Las cosas en la casa se están poniendo incomodas y necesito hacer algo para detenerlo antes de que todos empiecen a creer que somos pareja. Por esa razón estoy despierta a la seis de la mañana, tratando de mantener los ojos abiertos y deseando tener una deliciosa taza de café, pero necesito vestirme rápidamente para alcanzar a Scott mientras toma su desayuno. Doy un largo suspiro y me pongo de pie, tomo un pantalón de yoga de mi closet y una camiseta vieja de papá.

— Mierda, Sophia, ¿Qué haces despierta tan temprano? — Dice Holly cuando abro la puerta y un tenue rayo de luz ilumina su cara. En realidad, no estoy segura de que, si sea luz solar, nunca he estado despierta tan temprano desde que tenía que ir a la escuela.

— Lo siento. — Me disculpo, con el corazón acelerado. Siento como si estuviera haciendo algo muy malo. Seguramente es mi subconsciente que me esta alertándome que esto se está volviendo una loca idea.

— Eres muy rara. — Rueda en la cama y vuelve a caer dormida.

La casa esta silenciosa a esta hora de la mañana. Camino de puntillas hacia las escaleras, y espero poder encontrarlo en la cocina, preparándose uno de sus licuados asquerosos, para terminar de una vez con esto e irme a dormir.

Llego al primer piso. Busco primero en el recibidor, y luego voy directo a la cocina, donde un gran vaso sucio con licuado verde está sobre la barra, a un lado de una bolsa de McDonald's. No está en ningún lado.

Demonios. Tendré que ir a la playa para alcanzarlo y llenarme mis zapatillas de arena. Tomo el sándwich de huevo y salgo por la puerta trasera hacia la playa. El día que nos obligaron a trabajar en el muelle era la única vez que había pisado la playa de la ciudad, debido a que odiaba la arena y el sol, y aunque tengo una en mi patio trasero, la idea no me emocionaba demasiado. Camino a un lado del agua, esperanzada en que Scott apareciera por algún lado. El sol está haciendo su aparición y me detengo un segundo a admirar el paisaje con colores anaranjados, rojos y morados alrededor del gran circulo amarillo.

Esperen, ¿Por qué odiaba la playa? ¡Es hermosa!

— ¿Sophia? — Una voz dice desde mi espalda. Suelto un grito y mi comida cae sobre la arena mojada.

— ¡No! — Gimo. Ni siquiera había comido la mitad. Alzo la cabeza y veo al chico que estaba buscando. Está usando ropa deportiva de invierno, sudado, con los auriculares colgando de su cuello. Me da una mirada curiosa y sorprendida seguramente de verme a esta hora de la mañana despierta cuando suelo despertar en una hora. — Me asustaste.

— Lo siento. No era mi intención. ¿Qué haces aquí? — Suelta rápido la pregunta.

¿Qué hago aquí? Me pregunto. Ya sabía que venir aquí era una mala idea, y ahora estoy comprobándolo.

— Haciendo ejercicio. — Miento.

— Venga, Sophia. No te gusta hacer ejercicio y mucho menos la playa. — Atrapada.

Hago círculos con la punta de mis zapatillas en la arena. Estar juntos, de nuevo, se siente raro. Ya no es lo mismo como cuando hablábamos del dildo de medio metro de Holly o cuando estaba pidiéndome mi cámara fotográfica para tomarse una foto.

Él está esperando a que diga algo. Me aclaro la garganta. — Vine a buscarte. Quiero hablar contigo.

De repente extiende una de sus largas piernas y se inclina para alcanzar la punta de su zapato. — ¿De qué?

— Scott. — Le advierto. Una brisa de aire nos rodea y levanta mi enredado cabello por encima de mi cabeza. ¡Ya recuerdo por qué odio la playa!

Una hipster en Geordie ShoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora