¿Cómo llegue aquí? (Parte 2)

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La parte más difícil de ver a Eliot cuando estaba molesto conmigo, era localizarlo. esa mañana desperté con una horrible resaca, y después de prometerme que no volvería a tomar una gota de alcohol, no importa que tan bien me hiciera sentir, mire mi teléfono tirado en el suelo del baño y todas las llamadas de mi novio. Me di una ducha en menos de cinco minutos, rompiendo el récord de mi vida, y traté de darme una mejor apariencia en vano.

Mamá estaba molesta conmigo por haberme ido de la boda y también por haberla dejado preocupada, igual que a mi novio. Traté de no escuchar sus regaños mientras iba camino a la puerta de la cocina que conectaba con la cochera. Me detuve antes de cerrar la puerta. — Mamá, en serio no puedo lidiar con esto ahora.

Ella soltó un suspiro, pero terminó dando un sorbo a su taza de café, y desapareció en el recibidor.

Había tratado de hablar con Eliot varias veces, pero no respondía mis llamadas, y tampoco llamaba de vuelta, así que lo mejor que pude hacer fue conducir el automóvil que mis papás me obsequiaron en mi cumpleaños dieciocho e ir a su casa. El día estaba lluvioso, las nubes esponjosas y grises en el cielo evitaba que el sol hiciera acto de presencia, y eso de alguna manera me alertaba que hoy no sería un buen día. La casa de Eliot estaba a tres kilómetros dentro del bosque a las afueras de la cuidad, eso me encantaba hace unas semanas, pero no esa mañana. Subí el volumen de la radio y tarareé la canción vieja que se escuchaba a través de las bocinas empolvadas, yendo a una baja velocidad para no terminar con mi auto marrón y sucio, aunque no podía terminar siendo un peor desastre que yo. Los pinos se mecían con lentitud a ambos lados del camino y algunas ramas golpeaban las ventanas del auto. Veinte minutos después vi la entrada grande de hierro forjado. Había una caseta a un lado de ella, y dentro estaba un guardia. Me quité las gafas de sol, a pesar de que mi aspecto no era el más agradable, para que me reconociera el hombre.

— Hola, Nicolás. Estoy aquí para ver a Eliot. — Le dije.

Me dio una sonrisa, su bigote lleno de canas alzándose encima de su boca.

— Ahora mismo la dejo entrar, señorita. — Le agradecí y conduje por la calle empedrada. Los jardines hermosos que la madre de Eliot cuidaba con su vida eran el único paisaje que me apetece admirar. Quería hablar con él, verlo cara a cara y disculparme, pero otra parte de mí solo quería dar en reversa y aplazar ese momento.

Estacione a un lado del automóvil de mi novio, el lugar del estacionamiento familiar que Eliot se encargó de dejar en claro que me pertenecía. Di un último vistazo a mi cara en el espejo retrovisor y alisé la falda de mi vestido. Solo porque estaba molesto conmigo, había decidido traerme los zapatos de tacon bajo que me obsequio por nuestro aniversario y que le encantaban, a pesar de que mis pies estaban rogándome que los dejara descansar. Saque mi paraguas antes de salir, subí los veinte escalones hacia la gran puerta de madera y toque el timbre una vez antes de que Susan la abriera.

— Buenos días, señorita Sophia. — Parecía feliz de verme. Ella me agradaba, a veces cuando tenía que esperar a que Eliot llegara a casa conversábamos como un par de viejas amigas.

— Hola, ¿cómo has estado? — Ella se hizo a un lado y me dejo entrar. Sacudí mis zapatos en la alfombra de bienvenida.

— Excelente, ¿y tú?

— ¿Quién es, Susan? — Escuche la voz melodiosa de la madre de Eliot, Candice. Trate que mi cara de incomodidad no se notara demasiado. Ella y yo teníamos una relación complicada en la que sabíamos que no nos agradamos, pero debíamos de comportarnos bien una alrededor de la otra por educación.

Una hipster en Geordie ShoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora