Capítulo III

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Sine crimine vel dolore

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Con la muerte de su hermana y sus padres sobre protegiéndola, Colette estaba más estresada que nunca, sus notas no estaban siendo las mejores, todo el tiempo estaba en las nubes, su mente ya no funcionaba igual que antes, no era la misma claramente, su único consuelo era poder distraerse con sus amigas.

 
  Y ahora, sus única distracción estaba en peligro, tras las noticias del ministerio y la posibilidad del cierre del colegio, no estaba segura en la escuela, ni en su casa, tenía muy pocas esperanzas. Los alumnos ya no podían salir con tranquilidad de sus salas comunes, los prefectos todo el tiempo estaban tras de ellos para evitar que estuvieran fuera el mayor tiempo posible, de clases al gran comedor, del gran comedor a clases, y así.
La escuela ya no era divertida ni una distracción. Se estaba volviendo deprimente y oscura.

  —Esto es provisional. —se consolaba ella mientras sostenía un tono enorme de enciclopedia sobre su regazo, se había infiltrado en la biblioteca a deshoras, tenía deberes pendientes que entregar y muy poco tiempo.
El reloj en la pared marcaba las dice en punto, todo estaba silencioso, el único sonido que se alcanzaba a percibir, era el de las hojas del libro que sostenía Colette para cambiar de páginas. Después de un rato, concluyó que era mejor terminar en su sala común, así que guardo todo en su bolsa y con mucho sigilo salió de la biblioteca.
El castillo está desierto por la noche, las estrellas brillaban a lo lejos, y la niebla cubría las torres del viejo castillo como un velo blanco, dándole un aspecto un poco aterrador.

 
( • • • )

  
Tom la veía de lejos, sus ojos estaban clavados en ella desde hacía ya un par de horas,  miraba como pasaba de página en página del libro que tenía frente a ella, ponía atención en cada gesto, cada movimiento. No sabía porque lo hacía, su impulso de seguirla después de cruzarse con ella sin que se diera cuenta fue más grande que su cordura, tenía planes, muy importantes a decir verdad, sin embargo, estaba ahí, sentado en las sombras, solo observando a Colette hacer su tarea.

—Colette.

No podía sacar ese nombre de su cabeza, de una manera insana se estaba volviendo una obsesión de la noche a la mañana, no sabía si era la manera tan indefensa en que la encontraba siempre, tenía la necesidad de ponerla a salvo, aunque el todo el tiempo quisiera acabar con la existencia de otras personas, con ella no.
Era diferente.

Pero no sabía si era algo bueno o malo, solo quería estar ahí.
Una parte de el estaba asqueado, pues nunca había tenido que recurrir a esas artimañas tan bajas para poder ver a una simple chica.

—Pero no es simple. —No, para el ya no era simple, siempre que se plateaba un objetivo no lo perdía de vista, hasta lograr su cometido. Así que, cuando miro que aquella chica tomaba sus cosas dispuesta a retirarse, sin pensarlo se paró al unísono para seguirla de lejos, con la varita bien empuñada, pero a una distancia segura.

Solo necesitaba un minuto, solo un minuto perder tenerla cerca. Evitó encontrarse con ella durante todo el día, por su dignidad al enterarse del compromiso, se planteó dejar las cosas por la paz.

Pero el es Tom Riddle, el no hace las cosas así, lo que quiere lo obtiene.

Iba tras ella en silencio, nunca volteó, parecía que no se daba cuenta de su presencia, ¿acaso no notaba el peligro tras de ella?
Con la mano dudosamente levantada, Tom sostuvo firmemente su varita apuntando a Colette, y soltó un suspiro seguido de un Imperio. Lo susurro con tanta añoranza que casi se le sale una lágrima, casi.
Un sonido de golpe rompió aquel silencio, pues la bolsa de ella calló en el piso. Tom reaccionó. Lo había hecho, pero ¿porque?.
Su cabeza daba mil vueltas, no era su primera vez maldiciendo, solo que esta vez sentía un poquito de culpa, remordimiento tal vez.
Pero la curiosidad está más grande, y el no tenía una buena conexión con ella mientras estaba en si, tenía dudas, algunas preguntas, y esta era la única manera que encontraba más viable de saber la verdad.

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