Capituló X

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Ruinae meae

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—¿Qué haces aquí, Riddle?

El sonido de su voz obligó a sus ojos dirigirse hacia los de ella, como atraído por una especie de imán. <<Traidora>> quería decirle, pero alcanzó a contenerse a tiempo y alejó su mirada para posarla en Rogers.

—Al parecer te gusta rodearte de escoria y sangresucias, Tennyson.

El comentario tuvo el efecto deseado. Vio al Gryffindor hacer el amago de ponerse en guardia pero entonces la muchacha a su lado tiró de su mano y la tomó con más firmeza. Algo comenzó a bullir dentro de Tom, quizás esa cosa que nació en su interior y que comenzaba a sentirse ácida y muy caliente.

—Para, Marcus. —le advirtió—madame Pince nos echara a patadas si armas un escándalo.

Ella se endereza y lo mira

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Ella se endereza y lo mira. Sus enormes ojos azules parecen buscar algo en su propia mirada, su entrecejo se frunce levemente.
Tom quiere retarla, porque le gustaba ver cuando sus mejillas se encendían por el enojo. Y por el simple placer de hacer enojar a un Gryffindor, pues ya tenía algo de tiempo que no se metía en problemas con los leones.

—Que débil debes sentirte, Rogers, al tener que dejar que una chica te defienda

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—Que débil debes sentirte, Rogers, al tener que dejar que una chica te defienda.

—No me gusta la manera con la que te acercas a ella, Riddle. —le advirtió el muchacho.

—Relájate, Rogers. No le he hecho nada. —con el valor que le proporciona la ira contenida que retuerce sus entrañas, se hace a un lado y pasa junto a él teniendo especial cuidado en chocar su hombro con la suficiente fuerza para desestabilizarlo un poco—... Aún—finaliza, pero esto no es necesario que lo escuche nadie más.

«Si supiera», piensa; todas las cosas que desea hacerle, cada jodida fantasía que irrumpe en su cabeza cuando menos se lo espera. La forma en que él la toca: sus labios, su cara, su cabello, sus hombros... y la deliciosa manera de acariciarla por la que últimamente ha comenzado a delirar.

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