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Capituló XI

Blank mens
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Aquella mañana Colette se ha despertado en un corredor del séptimo piso, con el cabello enmarañado, el uniforme torcido y sin su corbata. Su primera reacción ha sido indignarse, ¿cómo se ha atrevido a pasar toda la noche fuera de la cama rompiendo todo tipo de normas del colegio? Luego el pánico la ha asaltado hasta convertirse en verdadero terror al terminar de espabilarse y percatarse de la alarmante situación.

Ha pasado la noche fuera de su sala común, y lo que es peor, no tiene idea de qué sucedió en todo ese tiempo.

Las manos le tiemblan, se siente completamente desorientada y muy, muy preocupada, ¿acaso esto tiene relación con todos esos lapsos en blanco a lo largo del mes? Por aún, ¿se ha convertido en algo patológico? Se mira a sí misma, tanteándose en busca de alguna herida, pero además del uniforme arrugado—muy posiblemente debido a estar durmiendo con él—, no está dañada en ninguna forma. Se pone de pie y se apresura a llegar a la ventana más cercana, el sol se dibuja en el horizonte sin mostrarse todavía, lo que le da una cierta noción de la hora. Todo el castillo aún debe estar durmiendo, sin embargo muy posiblemente despertará dentro de nada.

Mortificada, comienza a correr para llegar rápidamente a su Sala Común, muerta de la vergüenza.

«¡Por Morgana, me he vuelto una sonámbula!»

No tiene otra explicación, en algún momento el sueño la venció—aunque realmente no está muy segura de cuándo pasó esto— y ella se ha dedicado a deambular por todo Hogwarts de noche hasta dejarse caer como un saco de papas en cualquier esquina.

Humillada en su propio desconocimiento, se adentra en silencio en su Sala Común, quitándose los zapatos en el proceso y yendo muy sigilosamente al dormitorio de las chicas, sus pisadas suenan amortiguadas bajo la alfombra. Al llegar se aparta el cabello del rostro para poder ver mejor entre la penumbra, un bulto en la cama más cercana a la puerta se mueve y debe contener el aliento y rogar a los cielos para no ser descubierta. Cuando su compañera—Annie—deja de moverse para volver a quedarse muy quieta, Colette no lo piensa dos veces y en tres largas zancadas se adentra en el cuarto de baño y asegura la puerta tras ella.

Por los pelos.

Con un largo suspiro de alivio se lleva la mano al pecho, el corazón le palpita muy rápido. No son las seis de la mañana y ella ya parece haber gastado toda la adrenalina de su cuerpo. La cabeza le da vueltas y se obliga a serenarse para poder comenzar a desvestirse. Estar ya dentro del baño significa estar a salvo, ya lejos de sospechas; no quiere imaginar siquiera el escándalo que se habría armado como Annie se hubiese despertado y la encontraba allí in fraganti, con el pelo revuelto y el uniforme incompleto. Ya tuvo suficiente con los malintencionados chismes de Mariane Goyle para un siglo entero.

Procede a quitarse el uniforme con movimientos descuidados, aún pensativa. ¿Sonambulismo? En su vida había tratado con algo similar, no recordaba haber sufrido episodios con anterioridad, ni siquiera cuando era pequeña, que había leído una vez que es la etapa donde más suele manifestarse. Si bien también había leído que igualmente podía ser usual en los adolescentes, consideraba que a los diecisiete años era una edad avanzada para comenzar a padecerlo. Aún así no lo descarta, principalmente porque sabía de otros factores que podrían generarlo.

Toma aire y lo deja salir muy despacio, basta de devanarse los sesos por el momento. Lo mejor es entrar de una vez a la ducha antes de que alguna de las chicas comience a aporrear la puerta de un momento a otro.