Capituló XIV

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Mortuus est cum desiderio

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Navidad pasó sin mayores inconvenientes para Colette, la nochebuena estuvo acompañada únicamente de sus padres, mientras que en año nuevo se encontró rodeada de varios tíos y primos. Fue bastante agradable poder disfrutar de toda esa tranquilidad que le proporcionaba su hogar.

Mientras estaba en su casa, se mantuvo una tarde completa encerrada en su habitación, leyendo una y otra vez y analizado con una meticulosidad obsesiva su propia cronología, llegando a la evidente deducción de que desde que la había comenzado solo hubo un período de tiempo en que esta poseía un gran y misterioso espacio en blanco: la noche antes de las vacaciones de navidad. La noche de la fiesta de Slughorn. Un trillón de veces, la joven Gryffindor se halló rememorando una y otra vez aquella noche, cada detalle, minuto a minuto, y a la única conclusión a la que había llegado es que, sea lo que sea que le había sucedido, ocurrió luego de haberse quedado encerrada en el baño abandonado de niñas del segundo piso... Hecho que, en vista de los acontecimientos, tenía la certeza de que no había sido una casualidad. Alguien la había encerrado allí a propósito, trabando la manilla, muy posiblemente con un encantamiento.

¿Pero quién? Y más importante, ¿por qué? ¿Cuál era la finalidad de todo aquello?

Con un suspiro, Colette se ajustó mejor la bufanda al cuello y echó a andar, mirando el suelo todo el tiempo para evitar tropezar con alguna raíz cubierta por nieve..

—¡Marcus!—corrió hacia él, su mejor amigo la recibió con los brazos abiertos, abrazándola cariñosamente.

La llevó dentro para que pudiera calentarse, hablando todo el rato de lo bien que se la había pasado en sus vacaciones en el mundo muggle.

—¿Té?—preguntó cuando Colette tomó asiento muy cerca del fuego en el gran comedor.

—Está bien. —acepto, sus manos estaban aún frías. —¿Cómo siguen las cosas en el mundo muggle?—preguntó luego de ponerse al día respecto a sus respectivas navidades.

Mientras servía el té, Marcus respondió en un tono sombrío:

—Creo que mejor que en el mundo mágico.

Colette se tensó en su sitio.

—¿Como?

—¡¿No te has enterado aún!?

Ella inclinó la cabeza despistada y un tanto confundida.

Marcus le ofreció una taza en sus manos mientras se sentaba junto a ella frente a la chimenea. Sacudió la cabeza permaneciendo en silencio.

—¿Qué ha sucedido, Marcus?—se llevó ambas manos a la boca, imaginando lo peor.

—Atacaron a Alenxander brutalmente—se apresuró a aclarar el muchacho—. Gracias a Merlín él está bien, bueno, todo lo bien que se puede estar luego de recibir la maldición Cruciatus de manera indiscriminada... Por Merlín, pobre chico. No es de mi agrado, pero esa tortura no se la deseo a nadie.

Así que Carrow había sido torturado. La chica recordó la última vez que lo había visto, justo antes de marcharse de Hogwarts. Alexander Carrow era a simple vista un muchacho atlético y ella no dudaba que tenía una gran resistencia física, pero nada podía ser más doloroso que ser víctima de una imperdonable como el Cruciatus. Pese a que ella jamás lo había experimentado—y esperaba nunca tener que hacerlo—, había escuchado y leído innumerables historias de personas torturadas por aquel horrible método que le habían hecho estremecerse simplemente al imaginárselo.

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