Miel Sobre Hojuelas

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Las risas resonaban por todo el valle, pero solo sus autores podían oírlas. La pareja recién casada jugaba en el río, completamente desnudos y lanzándose agua el uno al otro. Era su quinto día de luna de miel.

Sus ropas estaban dobladas en la orilla, y los árboles les proporcionaban sombra sobre sus cabezas. El comenzó a perseguirla y ella, huyendo entre risas, hizo que se adentraran más en las aguas hasta empezar a nadar. Él se impulsó para alcanzarla y la envolvió con sus brazos para después besarla, mientras daban vueltas en la suave corriente. Se miraron a los ojos y ella, mirándolo pícaramente, rodeó su cuello con ambos brazos y usando su fuerza, hizo que se hundieran bajo el agua. Después de casi un minuto, emergieron en la superficie, dando bocanadas en busca del aire perdido.

- ¡Pudiste haberme matado, Mikasa! -Le dijo el entre toses, fingiendo enojo. Obviamente nada así lo mataría.

- ¡Tus pulmones se regeneran! Pero ah, olvidé que nunca te fue tan bien como a mí en natación, lo siento, ¿no te gustaría que regresáramos a la orilla en donde no puedas ahogarte?

- Así que te burlas de mí, ¿eh? Esta me las vas a pagar, Jaeger.

-Demuéstrelo, Señor Jaeger.

Y con eso, comenzaron a forcejear de nuevo, sus risas mezclándose con el sonido de la cascada a sus espaldas.

"Señor Jaeger, Señora Jaeger"

Para Mikasa esos títulos siempre habían sido para referirse a los padres de Eren, nunca se imaginó que algún día serían suyos. Ahora le pertenecían y moriría con ellos, ahora eran parte de quien ella era.

Los últimos cinco días habían sido increíbles, y parecía que así seguirían. El término "Luna de Miel" le quedaba perfecto a aquel tiempo. Habían hecho de todo, cuando terminaban los deberes en el hogar (que no eran tantos) cocinaban, paseaban, cabalgaban, nadaban o bailaban juntos.

Y obviamente, hacían el amor cada vez que era posible.

Como para toda pareja que comienza a vivir su sexualidad (sumándole a eso que eran recién casados) en un inicio todo se movió lento, cautelosos sobre lo que hacían, buscando no incomodar o molestar al otro, sin embargo, conforme se volvía un acto más recurrente y tenían más seguridad, comenzaban a aumentar el ritmo, probar posiciones nuevas y al cabo de un rato, lugares nuevos. Además del detalle de que Eren duraba más de lo que los hombres promedio podrían hacerlo, cosa que a Mikasa no le pasó desapercibido, así que el día después de su boda, por la tarde, mientras estaban recostados en su cama desnudos y abrazados, lo había comentado tímidamente:

-Eren... no es que sea una experta en el tema, pero...-Levantó la cabeza de su pecho y lo miró a los ojos, sonrojada pero decidida a hablar sobre aquel asunto. - ¿Cómo es que... puedes durar tanto? Y tantas veces. Incluso los libros que tenemos aquí dicen que hay un periodo refractario y.... bueno, creo que lo has sobrepasado varias veces y eso que solo va un día.

Eren la miró con los ojos muy abiertos y muy avergonzado, la pregunta lo había tomado por sorpresa.

-Vaya... no lo había pensado... ¿Crees que pueda ser porque soy un titán cambiante? Ya sabes, la regeneración y todo eso...

-Hmm... suena posible y.... lógico. Supongo que mejor para mí.

-Mjm. -Asintió él.

Se miraron un momento a los ojos y luego sin poder contenerse más, comenzaron a reírse por la bochornosa conversación, rompiendo aquella tensión. La explicación, aunque algo absurda no les preocupaba mucho, claro que después Eren se ganaría su apodo de "Pelotas de Acero" o "Indestructible" gracias a aquella conversación, pero siempre ponía a Mikasa en su lugar cuando contraatacaba con frases burlonas y seductoras que hacían que ella eventualmente siguiera el juego y volvieran a hacerlo.

Si ese día hubiera dicho algo diferente. EremikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora