El cálido viento estival, regalado por una pausa de las constantes lluvias, se colaba por la ventana del salón y agitaba los mechones que le enmarcaban el rostro. Se encontraba sentada en un sillón, recargada en el alféizar con el mentón apoyado en una mano, observando un par de mariposas revolotear perezosamente alrededor de las flores que Eren había plantado.
Habían pasado dos semanas desde el término de su luna de miel y su periodo había llegado esa mañana.
Se sentía extraña. Había estado muy desganada e irritable los últimos días y el pobre Eren se había llevado la peor parte de aquellos episodios sin saber muy bien qué hacer. Nunca le pasaba eso, nunca se sentía así. Siempre había escuchado como las demás chicas se quejaban de aquellos padecimientos mientras que para ella su periodo pasaba casi inadvertido. Solo un par de días de escueto sangrado sin molestias extra.
Ahora era como si estuvieran cobrándosele aquellos años en los que nunca tuvo ese tipo de malestares. En ese momento, un intenso dolor cólico le aporreaba el vientre, le dolía la cabeza, la espalda baja y el sangrado era tan abundante que le incomodaba moverse de cualquier manera. Estaba enojada, frustrada y sobre todo muy, pero muy sensible.
¿Por qué había llegado su periodo?
Aún y cuando había dicho que le gustaría esperar hasta después del invierno para empezar a intentar siquiera tener hijos, después de todo el último mes... bueno, se había hecho a la idea. No sabía por qué le afectaba tanto ¿Y si... y si no era capaz de quedarse embarazada?
Nunca se había si quiera planteado aquella posibilidad, bueno, nunca pensó que a los 18 estaría casada pero ahora la realidad era otra. Lo que le gustaría en ese momento era formar una familia pronto y por alguna razón había creído que sería fácil, tanto que ya lo había dado por hecho. Sin embargo, ahí estaba, seguía siendo ingenua y se sentía estúpida.
Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y comenzó a derramarlas sin si quiera saber muy bien por qué. Frunció un poco el ceño, se cruzó de brazos y apoyándolos en el alféizar, recostó su cabeza entre ellos. Con la brisa veraniega acariciando su rostro e intentando no pensar en nada, cerró los ojos.
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- ¿Mikasa? ¡Mikasa, despierta!
Abrió los ojos de golpe y algo aturdida se encontró con un preocupado Eren, quien la miraba inclinado sobre ella después de haberla sacudido ligeramente por la espalda.
- ¿Estás bien? ¿Qué haces aquí? ¿Cuánto tiempo llevas así?
Ella parpadeó un par de veces, intentando carburar de nuevo, sin embargo, era un tanto difícil. Seguía teniendo cólicos solo que estos habían empeorado por la fresca brisa que se colaba por la ventana abierta, además de que sus músculos le reclamaban por haberse quedado tanto tiempo en aquella posición. El sol se había escondido por completo y afuera se cernía una luz grisácea. La verdad le era difícil pensar en cuanto tiempo había pasado. El aún tenía su gorra puesta, lo que quería decir que acababa de entrar a la casa y al no notar actividad en ella, lo había hecho casi corriendo, en la mesa de atrás podía ver unas florecillas blancas de campo recién cortadas junto a un paquetito envuelto en papel que probablemente sería algún dulce del pueblo, su regalo de ese día.
-Argh. -Dijo ella frotándose la frente con la palma de su mano. -Lo siento, me quedé dormida.
- ¿Te sientes bien?
-Si, si... solo que dormí de más, es todo. ¿Acabas de llegar?
-Si, lo siento, hoy tuve que quedarme un poco más ayudando a Elyas con unas yeguas que parecen estar preñadas.
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Si ese día hubiera dicho algo diferente. Eremika
FanficLa respuesta de Mikasa cambia el curso de la historia. Un deseo egoísta de vivir un futuro juntos lejos del destino, Eren y Mikasa huyen mientras están en la misión de reconocimiento en Liberio. Buscando una nueva vida, para los dos solos. Aún y cua...