Deseo

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Un rayo de sol bailaba sobre los párpados de Eren. Abrió los ojos y despertó con la mujer que amaba en sus brazos. Ella aún dormía y la observó un momento. Su rostro precioso lucía en paz, su cabello estaba revuelto, aunque no tanto como de costumbre. Alzó una mano y le retiró un mechón que le cruzaba el rostro. Después posó su mano en la cintura de la chica. Era increíblemente afortunado, aunque los pensamientos de no saber si hacía lo correcto en ese momento lo perseguían, el los ignoraba y al mirar a Mikasa, sabía que por lo menos su corazón estaba en el lugar correcto.

Se acercó y besó la frente de la chica, quien respiró profundamente y abrió sus bellos ojos grises.

-Buenos días, lo siento, no era mi intención despertarte.

-No te preocupes, buenos días, Eren.

Se acomodaron de nuevo mirándose a los ojos.

- ¿Qué tal dormiste? -Le preguntó ella abrazándolo.

-Como un bebé. ¿Y tú?

-También, hacía tanto que no me sentía tan descansada.

Él le sonrió a su prometida. Prometida. Por un mes se había referido a ella de esa manera solo para encubrirse, sin embargo, ahora era en serio. Se sintió muy feliz al pensar en ello y preguntó:

-Oye Mikasa... ¿Cuándo te gustaría que nos casáramos? - Ante esto ella abrió un poco más los ojos- Acepto si quieres que sea en un año o incluso después...

- ¡No! -Exclamó ella- Quiero decir, no me gustaría esperar tanto la verdad... sinceramente me gustaría que fuera pronto.

-Siento lo mismo. -Se sonrieron, abrazados. -Cuando vaya al pueblo, le preguntaré al viejo qué se necesita para hacerlo, en Shinganshina nunca fui a una boda.

-Creo que yo tampoco.

El viejo Elyas le había dejado a Eren libre una semana para que se acomodara tranquilamente en su nueva casa, por lo que pasaron ese tiempo juntos. Los primeros días en la cabaña los usaron para acostumbrarse a ella, pero también a la nueva naturaleza de su relación. Un apretón de manos por aquí, un beso robado por allá, un abrazo por la espalda, alguna caricia inesperada. Dormían juntos, abrazados.

Solo una vez se encontraron un poco incómodos, porque Eren había entrado sin querer a su habitación mientras Mikasa se ponía una camisa viéndola en sostén. Se había disculpado a balbuceos y había permanecido de un color rojo brillante por varias horas. Al final del día habían reído sobre eso.

Como era verano y hacía buen tiempo, cuidaban de sus caballos, iban al río a pescar, cazaban en los bosques y recolectaban verduras y plantas que encontraban por ahí. En la cabaña además había una colección bastante buena de libros, desde botánica, cacería, agricultura, ganadería, cocina e incluso medicina, así que por las noches revisaban los libros aprendiendo a conservar la carne y las verduras y diversas cosas que esos libros enseñaban. Además de todo esto, durante las mañanas hacían ejercicio para mantenerse en forma, más por gusto que por necesidad. Al fin y al cabo, eran la mujer más fuerte de la humanidad y el poseedor del titán de ataque y el titán fundador, sin embargo, siendo Eren y Mikasa en su búsqueda por ser comunes y corrientes, no perdían la costumbre ni el hábito de estar en forma. Se retaban a hacer más ejercicios que el otro, hacían carreras (que Mikasa seguía ganando).

Fue una semana que pasaron cómodamente.

El día antes de que Eren comenzara a trabajar, decidieron comer cerca del río y refrescarse en él ya que la temperatura ese día era muy elevada. Así que partieron al medio día.

- ¡Este punto es perfecto! ¿No crees Mikasa?

-Es bastante bueno, además de que no es donde solemos pescar.

Si ese día hubiera dicho algo diferente. EremikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora