Bienvenida

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Bajaron del tren en la pequeña estación, cargando solo con dos maletas que consiguieron al bajar del barco. El entorno era tan hermoso y muy diferente a lo que ellos habían visto, que ambos estaban boquiabiertos. Muy al norte de Suiza, en un lugar en el que a donde se mirara había montañas coronadas por nieve. Un valle demasiado verde se abría dándoles la bienvenida, de un lado, un pueblo a unos 200 metros de la estación de tren, del otro, un poblado bosque y al fondo, un lago que reflejaba el cielo azul con esponjosas nubes. El suave viento agitaba agradablemente el cabello de Mikasa.

Y pensar que ese sería su nuevo hogar.

Mikasa tomó de la mano a Eren y lo miró. Él le regresó la mirada y ambos sonrieron. Comenzaron a caminar hacia el pueblo.

-... Eren, ¿Y si no hay ningún lugar disponible?

-Entonces lo construiremos nosotros mismos. No te preocupes Mikasa, todo saldrá perfectamente bien.

Desde que habían huido Eren se había vuelto muy optimista, eso era algo que agradecía Mikasa. Su mirada ya no se perdía en la nada y ya no se encerraba en sus pensamientos. Al contrario, actuaba como si se le hubiera quitado una carga de mil toneladas de encima, como si hubiera encontrado algo que lo motivara a seguir...

El pueblito era muy pintoresco, se veía como del tamaño de Ragako. No muy pequeño, pero tampoco muy grande. Se veían más carretas y caballos que coches motorizados. Como era la última hora de la mañana, había gente haciendo sus compras entre los negocios. Comenzaron a preguntar si conocían a alguien que tuviera una parcela en venta, la gente se extrañaba por ver a dos jóvenes de 18 años con sus maletas, tomados de la mano y buscando un lugar en donde vivir en ese alejado pueblo.

-Tendrán que ir con el viejo Elyas. Tal vez él pueda ayudarlos. ¿En verdad piensan vivir aquí? -Les preguntó un hombretón de mediana edad con una barba y cejas muy pobladas que era el dueño de la talabartería del pueblo. Su voz era profunda y amable, además de cargada con un fuerte acento.

-Si, estamos comprometidos y buscamos un lugar para empezar nuestra nueva vida. Tal vez un poco a las orillas del pueblo.

-Pues sean bienvenidos muchachos, el viejo Elyas los ayudará, puede parecer huraño, pero tiene un buen corazón.

-Muchas gracias- Dijo Mikasa con sinceridad, quien se ganó una sonrisa y un asentimiento del hombretón.

Atravesaron el pueblo y salieron de él, hasta llegar a las orillas del lago, en donde se encontraba una casa un tanto destartalada que tenía detrás un corral con varios caballos.

-Se ve interesante. A ver con que nos encontramos. - Dijo Eren llamando a la puerta.

La puerta se abrió con un chirrido y un hombre muy anciano con una larga barba blanca los recibió. Cuando Eren le expresó sus necesidades el hombre los miró a ambos y les dijo que podía ayudarlos. Resultó ser que había construido una cabaña en el bosque de los alrededores para que él y su amada vivieran, sin embargo, antes de eso ella había muerto por una enfermedad y él había permanecido en la casa en la que se encontraba ahora, dedicándose a la cría de caballos.

Accedió a darles la cabaña, no quería dinero por ella, solo les pidió dos cosas. A Eren que le ayudara a reparar su techo que tenía goteras y a Mikasa si pudiese limpiar su casa. Como prácticamente les habían regalado su nuevo hogar y de paso un par de caballos, harían cualquier cosa que el viejo Elyas les pidiera.

-Eren- Llamó Mikasa hacia el techo mientras se secaba las manos con un paño, después de haber terminado las tareas. Era pasada la media tarde y el viejo Elyas se encontraba sentado en una silla afuera de la cabaña fumando de una larga pipa.

Si ese día hubiera dicho algo diferente. EremikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora