Capítulo 9

162 6 0
                                        

Liam:
Durante los tres siguientes días después de esa maldita noche en la que prácticamente me declaré y me alejé de Alba, me he mantenido ocupado la mayor parte del tiempo, evitando verla. Algo que se me ha dificultado, ya que se la ha pasado en el jardín tomando el sol, o haciendo planes con Tyler, pero no ha vuelto a salir ni una noche. Y de repente desaparecía, encerrándose en su habitación, sospecho que porque se cruzaba conmigo o su hermano me mencionaba. 

Alex se preocupó por el cambio tan repentino, no solo por nuestro claro distanciamiento, también porque su hermana de repente había cambiado de humor drásticamente. Cuando me pidió una explicación por nuestro distanciamiento, solo pude decirle que era cuestión de tiempo que volviéramos a esta dinámica a la que estábamos totalmente acostumbrados y cuando me pidió otro punto de vista sobre su hermana, ni siquiera fui capaz de soltar palabra o de mentirle porque sabía que el culpable era yo.

Y por primera vez, se sentía jodidamente mal haberle hecho daño a una chica, porque ella no era una cualquiera y me gustara o no, me importaba más de lo que llegaría a admitir. 

Pero también sabía que esto era lo mejor para los dos. Ella se estaba empezando a pillar de mí y yo ya estaba totalmente loco por ella, por lo que si ella se dejaba fluir, el desastre iba a explotarnos en la cara tarde o temprano y creo que ambos sabíamos quién iba a ser el que saliera peor parado de los dos. Aún así, parecía no importarle una mierda. No voy a negar que me gustaba dormir con ella, quizá porque era la primera chica con la que dormía, porque era la única con la que no pensaba o quizá porque simplemente se trataba de Alba. 

Continúo corriendo por la playa por lo menos cuarenta minutos hasta que paró para tomar aire. Al mirar mi teléfono veo que son las ocho, por lo que es momento de volver a casa. Alba debe de estar en su habitación encerrada y los chicos me avisaron antes de irme que saldrían al supermercado, por lo que puedo volver a casa tranquilamente con la certeza de que no veré nadie.

Voy directamente a la cocina, específicamente al refrigerador para coger una botella de agua fría. Al girarme mi brazo choca con algo jodidamente caliente que hace que suelte un quejido. Al levantar la vista veo a Alba sostener una sartén con aceite hirviendo mientras me mira con sus ojos color miel abiertos.

–¿Estás bien?–pregunta preocupada, dejando la sartén en la encimera.

–Joder, vale que estés cabreada conmigo pero no hace falta que me quemes–espeto, viendo la quemadura en mi brazo. 

Mierda como duele.

–¡No lo he hecho a propósito!–exclama ofendida.

A pesar de su indignación, se acerca y me lleva hasta el fregadero donde pone mi brazo bajo el agua mientras ella corre al baño por el botiquín. No voy a negar que verla preocuparse por mí de esta forma después de no haber cruzado palabra con ella en días se siente jodidamente extraño. 

Cuando lo tiene, me pide que me sienta en los asientos de la encimera por lo que la obedezco de inmediato, abriendo mis piernas para que se coloque entre ellas para sanar la herida, sin embargo, se mantiene en frente de mí, sin llegar a estar lejos pero sin llegar a estar lo suficientemente cerca de mí como me gustaría.

–¿Te duele?–sus ojos me miran culpables.

–He tenido heridas peores–me alzó de hombros, restándole importancia para no hacerla sentir peor.

–Lo siento, de verdad–me asegura–No pensé que nos cruzaríamos–saca gasas y una crema para quemaduras.

–¿Sigues enfadada?

–No estoy enfadada–espeta a la defensiva.

–Ya, claro–chisto.

–Y mucho menos soy yo la que está esquivando al otro. 

–Ni siquiera sales de tu habitación.

–Y tú ni siquiera estás en casa–contraataca.

–Solo estoy fuera cuando entreno.

–Y casualmente has empezado a correr durante cinco y seis horas al día.

–Estoy trabajando la resistencia.

–Pues deberías de trabajar más el cerebro.

Al echarme la crema en la quemadura, el frío hace contraste con el calor, consiguiendo que suelte quejidos. Después coloca un par de gasas encima junto con esparadrapo para hacer una venda.

–¿Por qué estás tan enfadada conmigo? 

–Porque no te entiendo, Liam. No entiendo qué mierdas quieres de mí. No entiendo tus actitudes y mucho menos entiendo porque me dices una cosa y después haces otra–espeta–No sé cómo sentirme, ni puedo hablar con mis amigos para intentar entenderlo porque nadie puede saber que tú y yo nos hemos besado. Y me siento totalmente estúpida por haber pensado que cuando dormíamos juntos y estábamos a solas, no me hablaba o miraba Harrison, sino Liam. Fui tan estúpida como para pensar que me estabas dejando ver quién eras en realidad. Tuve que ver que solo jugabas conmigo cuando seguías viéndote con chicas, pero pensé que era un juego–chista con ironía–Ni me quieres, ni me sueltas. Dime, Liam, ¿Qué mierdas quieres de mí?–su voz se acaba debilitando.

–Alba…

–¿Te aburrías y querías entretenerte? ¿Te aburrí yo? ¿Era un reto personal hacerle daño a la hermana de tu mejor amigo? ¿O querías ver qué tan ingenua era? Dime, ¿Querías acostarte conmigo y cuando viste que en una semana no lo conseguirás te rendiste? 

–No lo hice por aburrimiento, ni te quise para un acostón–respondo.

–No puedo creerte, Harrison. No cuando nunca me has dicho la verdad.

–En esa semana no te mentí ni un día. 

–¿Ah no? ¿Y por qué no me respondiste cuando te pregunté sobre el miedo?

Porque no sé cómo expresarme.

–Yo…–me callo, sin saber que responder.

–¿Ni siquiera lo recordabas no?–su sonrisa irónica pasa a unos labios apretados–No te preocupes, entiendo que no puedas recordar tantas mentiras.

No sé qué hacer, ni que decir. Me encantaría decirle que me tiene loco desde hace años. Me encantaría decirle que me aterra arriesgar todo por ella. Qué es la primera chica con la que duerma. Y que tiene razón, con ella nunca he sido Harrison, sino Liam.

–Por el bien del grupo, deberíamos de mantener una relación mínima. Con qué sea como antes de venir aquí servirá.

–No puedo volver a tener esa relación contigo.

–¿Por qué no?

–Porque soy incapaz de verte como antes–confieso–Esa semana lo ha cambiado absolutamente todo.

–Y esa última conversación también.

–Quizá ahora no lo veas, pero era lo mejor.

–¿Lo mejor para que tú no tengas una pelea con tu mejor amigo? Si, en ese caso era la mejor opción.

–Ni siquiera me paré a pensar en Alex.

–¿Ah, no? ¿Entonces por qué decidiste terminar con… eso en vez de con el bucle?

–Tenía miedo, Alba–respondo, totalmente frustrado–No eres la única que estaba jodidamente confundida con la situación. 

–¿Tanto temes la reacción de mi hermano?–frunce su ceño 

–No, es lo último que me preocupa–aseguro.

–¿Entonces qué ocupa ese primer lugar?–insiste–Si no me lo explicas no puedo saberlo. No tengo una maldita bola de cristal que me lo diga.

Me quedo callado, apretando mi mandíbula. Me encantaría poder explicarle mis miedos y el motivo por el que lo hice, pero no puedo. No sé cómo hacerlo, no sé si tienen sentido y temo que le parezcan absurdos. 

–¿No vas a decir nada? Por qué no me sorprende–ironiza–Eres un cobarde, Harrison. Llegará un momento en el que no puedas huir, y cuando llegue, espero que te des cuenta de lo cobarde que eres y has sido.

La veo darme una última mirada decepcionada y pasar por mi lado. Suspiro con frustración y sin pensarlo—y sorprendiéndome incluso a mí mismo—me levanto y voy tras ella. 

Contigo ✓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora