왕자 1: La realidad 왕자

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-Hace dos años-

Corría y corría sin poder mirar atrás. A ver, no es que no pudiera mirar hacia atrás, pero como lo hiciera, definitivamente o se caería al suelo o le entraría un ataque de pánico. Sus pulmones empezaban a quedarse sin aire, necesitaba un descanso. Vio un callejón al final de la calle, su salvación.

Giró discretamente en este, apoyándose en la pared. Su pecho subía y baja, sentía sus pulmones a punto de explotar. Vio como aquellos chicos pasaban a su lado, sin notar que se había escondido. Solo entonces, pudo destensar su cuerpo, y respirar tranquilo. Definitivamente, no estaba hecho para correr largas distancias.

Miró la barra de pan en su mano. No, no había robado, no era tan pobre, bueno, si lo era. Simplemente, estaba comprando el pan, y esos chicos le amenazaron con matarlo si no les daba la comida. Obviamente como persona tacaña, pero miedosa, salió corriendo, ¿por qué? Porque era SU pan. Y punto. Además, únicamente tenía eso y dos tarros de mermelada de fresa para pasar la semana. Y crean, que eso es mucho ya.

Giró media vuelta, cruzando el callejón hasta salir por el otro lado.
Las calles a esa hora estaban llenas, ya que era medio día. Un ambiente agradable, el olor de las frutas en las paradas, los gritos de los vendedores que llenaban el aire, murmullos, el sol brillando en lo alto, niños jugando.

Nada era como lo pintaban realmente. En todas las historias sé cuánta que en el pueblo, todos eran pobres, qué razón no les faltaba, maldita monarquía que todo se lo lleva. Pero ese no es el punto. La cosa es, que en el pueblo, realmente se podía vivir bien, un poco flacucho te quedabas, pero algo es algo, no hay que pedir mucho por qué, la avaricia rompe el saco.

Caminó sin prisas, disfrutando del ambiente agradable. Su casa estaba en la zona este, llamada Plattiert, la zona un poco más pobre, por decirlo así. Era un buen barrio en el fondo, la gente era gentil, amable, se ayudaban entre todos y no se tenían odio, como en la zona oeste, llamada Bergwerk, donde eran unos brutos, donde su lema era "mata y comerás". Luego estaba la zona norte, llamada Nichtszutun, donde literalmente no hacían nada, y tenían todo riqueza, en fin, ricos. Y por último la zona sur, Trottel, amables y trabajadores, donde se encontraba el mercado y la zona de barcos. Y justo en el centro, estaba el castillo. Blanco, de grandes muros de piedras brillantes y oro, grandes terrenos y seguridad por todas partes.

Una explicación básica de la ciudad nunca viene mal.

Camino hasta llegar frente a su pequeña casa. Abrió la destartalada puerta de madera que se caía trozos, y la cerró como pudo. Dejó el pan sobre la encimera de la minúscula cocina y se apresuró a dirigirse al cuarto principal. Abrió la puerta y le dieron ganas de llorar, al ver a su madre sobre la cama, más débil que antes.

Se acercó a ella, con una sonrisa falsa, y se sentó junto a ella en el borde de la cama. La mujer abrió los ojos y sonrió, al ver a su dulce y responsable hijo frente a ella. Con dificultades, le acaricio una mejilla, sonriendo.- ¿Cómo..te a...ido?- pregunto con un hilo de voz.

Intento no llorar.- Bien, compré un poco de pan y seguramente ahora me ponga a arreglar de nuevo la puerta.- sonrió de lado, notando la temblorosa mano de su madre en su mejilla.

La mujer sonrió asintiendo.- Te quiero mucho..hijo.- murmuró.

Él asintió con una sonrisa, mientras salía de la habitación. Cerró la puerta, apoyándose en ella.

Su nombre es Han Jisung. Nació y se crio en la zona Plattiert junto a sus dos padres. Su progenitor masculino murió en una misión mandada por el rey, ya que este servía a la corte, pero eso pasó cuando Jisung simplemente era un niño. Desde entonces, se volvieron más pobres que antes. Tuvo que empezar a trabajar en una panadería a los once años, para poder tener algo que llevarse a la boca. Su madre trabajaba limpiando casas o de lo que podía. Eso, hasta que ella enfermó de una cosa extraña en la sangre. Para poder llamar al médico, tuvo que ahorrar por mucho tiempo, y este le dijo que era una enfermedad sin cura y que desconocía, y que pronto la mujer fallecería.

Lo tenía asumido, su madre moriría, pero realmente no tenía por qué caer en depresión. Frente a ellos, vivieron una familia de tres, un padre, una madre y una pequeña niña. Los adultos murieron en un ataque al mercado y la pequeña salió adelante trabajando en pequeños lugares, más tarde fue acogida por una anciana, pero al principio, la niña se valió sola. Si ella podía, Jisung también.

Suspiro, avanzado hasta su cuarto. Agarró el martillo y unos cuantos clavos y se dirigió a la puerta. Abrió esta, empezando a clavar los clavos en la placa de hierro. No tenía dinero para unas bisagras, por lo que se apañaba con eso de momento. Saludo a unas señoras de forma amable.

Volvió a entrar en la casa. Dejó las cosas en su cuarto y volvió con su madre. Pero al abrir la puerta, y ver que el cuerpo de su progenitora no reaccionó ante su entrada a la habitación, se temió lo peor. Se acercó a la mujer y puso su mano en el cuello. Nada.

Separó la mano del lugar, tragando duro. Suspiro, con la mirada baja mientras una lágrima corría su mejilla. Bueno, su madre había muerto.











왕자

Luchar por un príncipe // JilixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora