¿Y si la mejor opción ahora es desaparecer? ¿Y si no puedo hacer nada para evitar lo que está por venir? "Y si...". Realmente creo que todavía no soy consciente en dónde me estoy metiendo... Bueno, sí: en el lujoso coche de un completo desconocido. Es irónico que durante toda la infancia y mayor parte de la adolescencia, tanto la familia como los medios de comunicación, nos estuvieron alertando de que mantener contacto con desconocidos es peligroso y, ahora, nos vendan (única y exclusivamente mujeres) a cualquier tipejo con un buen fajo de billetes.
Desde que oí al hombre decir el "te vienes conmigo, muñeca", miles de pensamientos viajan de un lado a otro por mi mente, alterados y asustados sin saber cómo actuar, a dónde mirar e incluso cómo respirar sin que te dé un ataque al corazón. Por lo que a mi respecta, preferiría el ataque al corazón antes que irme con "John". Quizá no sea mala persona. Quizá sí. La frustración e impotencia que siento (a parte de terror y otros muchos sentimientos negativos) de no saber qué es lo que pasará ahora, que ocurrirá con mi vida..., me agobia... Y la pregunta del millón: ¿realmente me merezco vivir esto? Cuánto más lo pienso parece que más problemas se amontonan en mi cabeza y empiezo a sacar conclusiones. Cuando era pequeña y me iba quedando sin amigos, los tutores solían decirme "todo pasará tarde o temprano", y es cierto. Todos tenemos malas rachas que van y vienen, a unas personas más a menudo y más duraderas que a otras. Pero esta situación no se puede clasificar como una "mala racha", ya que estas suelen ir desapareciendo. Esta "mala racha" durará el resto de mi vida. Una vez eres elegida, no hay vuelta atrás. No existe el divorcio. No existe ni tu propia voz en esta sociedad de injusticia y deshechos.
Hace poco entré en lujoso coche del señor que me ha comprado... Suena repulsivo solo de pensarlo, no me imagino decirlo en voz alta. La frase todavía ronda en mi cabeza burlándose de mi. "Te vienes conmigo, muñeca". "Muñeca". Cierro los ojos e inspiro fuertemente.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco...
Antes de que mi cabeza se ponga a trabajar dándole vueltas a todo el asunto, lo veo dirigirse hacia el coche. Minutos atrás, después de coger mis pocas pertencias, despedirme del ignorante de Paul, y dirigirse al coche, me había dicho que tenía que mirar unas cosas en la tienda de al lado. No me molesté en contestarle por lo que recibí una sonrisa burlona a cambio. Vi cómo se alejaba mientras me dejaba encerrada. Sí; había fechado. Mala suerte (bueno, aún más mala) porque no me tocó un hombre tonto. No habría dudado un segundo en escabullirme si tuviera la oportunidad. ¿Qué haría? Simplemente alejarme de ese monstruo ya sería una gran satisfacción para todo mi ser.
Entra al asiento del copiloto. No me gusta el hecho de estar a su lado y lo más cerca que puedo en este espacio cerrado. Parece que el aire se consume cada vez más rápido a causa del silencio sepulcral que inunda el coche después de unos minutos de trayecto.
-¿Qué tal?
Tardo un par de segundos en darme cuenta de que <el hombre que me ha arruinado la vida con una simple frase> (que todavía no se me olvida) me acaba de preguntar qué tal estoy. Me muerdo la lengua y giro la cara hacia la ventanilla. Los edificios, casas y árboles corren a nuestro alrededor mientras el sol apenas nos muestra sus rayos, haciendo el momento más "tenebroso", se podría decir. La gente pasea por la calle. Algunos alegres, otros tristes, pero ambos tipos tranquilos. ¿Cómo pueden pasear tan plenamente por la calle sabiendo lo que está ocurriendo actualmente? La sociedad nos tiene tan esclavizados que nos terminan convenciendo de lo sea, y seamos conscientes o no, manejándonos a su antojo.
-Muñeca, te he hecho una pregunta- Gruñe a mi lado el tío. Su voz contiene ira, diversión y un poco de burla.
-No quiera saberlo, señor- Las palabras salen de mi boca sin que antes pueda procesarlas en mi mente. ¡Mierda! Mi tono no ha sido alto, pero sí se pudo percibir perfectamente la ironía, sobre todo en la última palabra: "señor". ¿En qué mierda estaría pensando?
Una carcajada ronca sale de su voz, con su más profunda falsedad. Miro por el rabillo del ojo cómo se muerde el labio y cómo sus nudillos se vuelven blancos a causa de la fuerza que está ejerciendo en el volante.
-Tienes una boquita traviesa, muñeca.
Oír de nuevo la palabra "muñeca" de su boca crea una opresión en mi pecho más grande de lo que me esperaba. Proceso sus anteriores palabras. Si supiera todo lo que he pensado de él, su vida y el infierno desde el momento en el que lo conocí, su labio estaría sangrando y el volante sería arrancado de cuajo. Espero alguna palabra más por su parte pero en cambio el coche vuelve a sumergirse en un profundo silencio. Por si el día no estuviera yendo demasiado bien, comienza a llover. Las gotas de lluvia discorren rápidamente por las ventanas del coche. La vida es como una gota de lluvia. Se crea y se desenvuelve en las nubes hasta que ya está lista para salir. Hace su trayecto, pasando por vientos, rayos de sol, rayos y truenos, hasta llegar a su final; en este caso la ventanilla de un coche. El impacto puede ser más brutal o menos, depende del camino que lleve la gota de agua. Todas terminarán desapareciendo en el suelo, hierba, tejados o coches. Todas tendrán su caída; su viaje, al igual que su aterrizaje; su parada.
Con estas esúpidas reflexiones que me apartan de la jodida realidad, el coche frena y se para junto a un portal que lleva a una casa realmente siniestra. O así es cómo yo la veo. En el fondo es un edificación como otra cualquiera, pero a tales momentos todas y cada una de las cosas relacionadas con este hombre y el mundo exterior hacen que brote en mi un terror que me afecta más de lo que me gustaría.
La puerta del copiloto, donde yo me encuentro, es abierta por "John". Levanto la vista y veo que me ofrece su ya arrugada mano. La rechazo y bajo del coche. Oigo un suspiro y después cómo unas manos tiran de mi brazo hacia el portal. Me está haciendo daño, pero repito: el terror de mi interior es más fuerte e insoportable que cualquier daño físico.
Me gustaría describir la enorme casa pero sé que cada palabra dicha o pensada sería negativa o irrespetuosa a pesar de no ser así realmente. Todo lo que esté en relación con esta situación me produce repulsión, por lo que no puedo opinar de esta dichosa casa objetivamente.
John busca en su bolsillo las llaves y cuando las encuentra y abre la casa me da un "leve" empujoncito hacia su interior. Me quedo quieta mirando todo lo nuevo que me rodea. Repito: repulsión.
-¿Hola?- Dice John a mis espaldas.
Pasan unos segundos y nadie contesta. Maldice en susurros y me arrastra hasta lo que parece ser la sala. Una televisión con una pantalla enorme ocupa una de las pareces. En frente un sofá y a los lados unas butacas. Tiene una deocoración moderna, con tonos azules, blancos y una mesita de madera en el centro. En ella se encuentran unos papeles esparcidos y una lata de cerveza abierta.
-Voy a salir de casa. Vuelvo en diez minutos como mucho. No intentes escaparte porque no lo harás. Y no toques nada- La última frase la dice dándome la espalda mientras se dirige a la puerta de nuevo.
Genial. ¿Y ahora qué?
Me siento en el sofá que, quiera o no admitirlo, es excesivamente cómodo. Mis ojos viajan por toda la estancia y juego con mis dedos nerviosa. Sé que estoy sola pero no puedo evirar la sensación de sentirme vigilada y sobre todo, atrapada. Pasan los minutos lentamente pero yo sigo quieta en el sofá. Esta vez mi mente está en blanco ya que sé que si empiezo a procesar todo no sacaría conclusiones buenas de a dónde pudo haber ido él.
Poso mi vista en los papeles encima de la mesa y me doy el lujo de echarles una ojeada. Son dibujos de personas. Una de ellas una mujer arrinconada en una esquina, todo pintado con tonos grises. El siguiente una mujer sentada en el pie de un barranco, también en blanco y negro.
Un ruido en la puerta principal hace que dé un salto y un par de hojas se esparzan por el suelo. No me dá tiempo a reaccionar ya que los pasos cada vez se oyen más y más cerca. La puerta se abre de golpe y los temblores en mi cuerpo aumentan a cada torturador segundo.
-¿Quién coño eres?- Una voz ronca, desconocida y siniestra suena en la sala.
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Runaway (Harry Styles)
عشوائيFalta poco para posarse en la red, dejarme llevar y arriesgarlo todo. -Huyamos juntos, Abbie- Susurra. Y ahí es cuándo todo se vuelve borroso y me dejo caer en sus fuertes brazos que, al fin y al cabo, sé que me protegerán.