Capítulo 1: "Terror"

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Un golpe en el piso de abajo me despierta de mi "siesta". Me levanto un poco, con la mano apoyada en el duro colchón. Miro el reloj. 7.30 p.m. En media hora empieza la pesadilla. Espero poder librarme otro año y, a pesar de las condiciones, quedarme aquí. Prefiero residir en este cuchitril que en cualquier otro lugar dónde haya hombres cerca. En mis 19 años de vida admito que he cogido un poco de respeto (por no decir asco) al sexo opuesto. Quizá no todos los hombres son como el prototipo que tengo siempre en mente pero hasta ahora no he encontrado "pruebas" que justifiquen que estoy equivocada.

Hace media hora que debería estar en la sala de preparatoria. Como bien he dicho, "debería". De todos y cada uno de los días malos de este año, porque os aseguro que buenos se cuentan con los dedos de una mano, este es, sin duda, el peor. Los nervios mientras transcurre la semana, los días, horas, minutos y segundos... Se podrían definir como torturadores... Cada vez las agujas del reloj avanzan más y más lento, como si se estuvieran burlando de mí. De pronto, llaman a la puerta de la habitación gritando mi nombre.

-¿Dónde demonios te habías metido?- Grita Paul acercándose escandalosamente a mi como si me fuera escapar. Ts. Ojalá.

-No me he movido de aquí- Bufo cruzándome de brazos.

Estes son rápidamente desengachados por las manos de ese ser tan repugnante al que nos hacen llamar "tutor".

-¡Queda media hora, Abbie! ¡¡Media hora!! ¿¡Y tú tan tranquila!? Por dios, jovencita...- Las palabras salen apresuradamente de su boca, lo que hace que me cueste entenderlo. De todas formas, no es que me importe demasiado lo que me esté diciendo.

Durante el camino por el largo y monótono pasillo yendo a la sala de preparatoria, Paul no para de hablar sobre mi desastroso cabello, mis desastrosas uñas, mis desastrosas cejas y toda esa mierda que, al fin y al cabo, acaban siendo molestos murmullos en mi cabeza.

Paso esa media hora antes del momento del "boom" quejándome y protestando sobre los tirones de pelo de Paul y la ropa (que nunca vestiría) que me había escogido el "estilista", aunque no creo que realmente se merezca ese título.

7. 59 p.m. 

-¡Preciosa! ¡Perfecto, perfecto! Tienes que verte, querida. ¡He hecho una obra de arte! ¡¡Y en menos de media hora!!- Chilla Paul.

Ruedo los ojos y salgo por la puerta. No me molesto en mirarme, me da exactamente igual cómo vaya maquillada, vestida o peinada. Sólo quiero que esta semana acabe cuanto antes y pueda volver a "mi" habitación. 

Paul me alcanza y me conduce por otro pasillo. Este local parece un laberinto, por eso nunca suelo salir del piso de arriba. Conforme vamos bajando escaleras el alboroto y los murmullos llegan a mis oídos provocando que un escalofrío recorra mi tembloroso cuerpo. Ya se encuentran en la sala esos hombres que quiera o no, decidirán mi destino a lo largo de esta semana.

Llegamos a la planta baja y un nudo se forma en mi garganta. No pensaba que iba a haber tanta gente. El año pasado no habia ni la mitad. Mierda. Paso un vistazo rápido al ambiente. Los hombres mayores superan a los jóvenes y, sincermante, no sé si será mejor o peor.

-Aquí es- Dice Paul parándose en uno de los "puestos" que lleva mi nombre y apellidos. Esto es jodidamente horrible.

Paul toma asiento en una de las sillas mientras yo tengo que mantenerme de pie como un perchero, solo me falta sujetarle la polla a estos malnacidos que se pasean por aquí como si nada, con perdón. Los hombres van pasando por delante nuestra pero rápidamente los ahuyento con una mirada asesina. He hecho esto durante dos años y espero que este funcione también. 

Media hora después ya me empiezan a doler los pies y los nervios me pueden. No muy a menudo, pero puedo llegar a tener ataques de ansiedad. Pensé en provocarme uno para que así me saquen de allí para llevarme a la enfermería, pero no sé cómo.

Cuánto más pienso mi situación más repulsión se crea en lo más profundo de mi y no soy capaz de ocultarlo. Paul ya me ha dicho varias veces que me comporte de otra forma si quiero conseguir algo. Quise gritarle que esto me parece una mierda de vida para todas las mujeres que aquí albergan y que cada uno de los hombres que apoyen esta estúpida ley deberían arder con Satán en el infierno. ¿Y que hice? Callar y asentir, aunque ambos sabemos que mi postura no va a cambiar. Yo sólo quiero llevar una vida de una adolescente normal, salir con mis amigas, ver películas, ir a la universidad y todas las cosas que hace la gente feliz. A veces me pregunto si realmente merece la pena vivir si no eres feliz. Le doy mil y un vueltas a esta cuestión y sé que no sería capaz de destruirme. Siempre cabe en mi cabeza la idea de "y si...". Quizá ahora todo marche mal, por no decir que estos últimos 15 años nada fue bien, pero... ¿y si mañana las cosas cambian? Quiero creer que el refrán "lo bueno se hace esperar" es cierto. Esas cinco palabras son las que me mantienen aquí de pie, posando para gente que merece estar 100 metros bajo tierra. Es tan injusto que...

-Buenas tardes/noches- Oigo una voz ronca dirigiéndose a Paul. Alzo la vista y el hombre también me está mirando a mi.- Buenas, señorita.

Me guiña un ojo y una arcada sale de lo más profundo de mi ser. Es un hombre de unos 40 años. Tiene el pelo castaño con algunas canas y los ojos de un azul cristalino hiptonizante. A pesar de tener sus tacos, es un hombre atractivo. Tan sólo le falla... todo lo demás. Viste con un traje aparentemente caro y unos horribles zapatos de vestir. 

Paul lo saluda educadamente estrechando sus manos y me lanza una mirada esperando que haga algo en referencia a este hombre. Lo ignoro y me hago la dura, esperando que ninguno de los dos perciba mis temblores y el rápido latir de mi corazón. Por un momento cierro los ojos, respiro profundamente y cuento hasta diez. Esto no puede estar pasando.

"No todo está perdido, Abbie", me digo a mi misma.

Pero cuando oigo las palabras "creo que me la llevo" todo se detiene por lo que parecen horas. La respiración comienza a fallarme y veo todo borroso. Uno, dos, tres, cuatro...

Cuando los vuelvo a abrir veo como Paul habla con el hombre amistosamente sobre mi salud, mi carácter, mi ropa e incluso mi cuerpo.

-Gracias señor...- Comienza a decir Paul.

-Llámeme John...- Se gira y me mira- ¿No te vas a presentar, querida?

Se acerca a paso lento hacia mi y cuando noto su mano acariciar mi mejilla me alejo institivamente. Me encuentro con su mirada y una sonrisa irónica en su rostro cubierto por unas pequeñas arrugas alrededor de sus ojos. Su mirada, al igual que cautivadora, también me atemoriza y los molestos escalofríos recorren mi cuerpo de nuevo.

Bajo la mirada pensando en cómo evitar todo esto. Como salir de aquí y no volver más. Pero como muchas de las preguntas que nos hacemos, no tiene ninguna solución válida.

-Te vienes conmigo, muñeca- Pronuncia lentamente el hombre, John.

Y con esas palabras basta para que mi corazón deje de latir por minutos (o eso siento yo) haciendo que todos y cada uno de los "y si..." que me mantenían a flote, se disuelvan en mi mente, quedando una única palabra grabada en mi interior: terror.

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Espero que os haya gustado el comienzo de esta novela. Esta semana intentaré subir un par de capítulos aunque nada es seguro.

No se olviden de votar, por favor.

Gracias :)

Runaway (Harry Styles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora